Reportajes
El dolor de amar a perros viejitos
Son las dos de la mañana y acaba de comenzar a llover. Es apenas una llovizna, sin amenaza de vientos fuertes ni relámpagos. Lo sé sin haberme levantado de la cama para asomarme a la oscuridad de la noche ni ponerme los lentes para el clima en mi teléfono.