PAN Y CIRCO
El fraude patriótico, un fraude
Considero que José Antonio Meade es un hombre decente. Un hombre decente que, todo indica, está dispuesto a hacer indecencias impensables en nombre de la decencia.
Considero que José Antonio Meade es un hombre decente. Un hombre decente que, todo indica, está dispuesto a hacer indecencias impensables en nombre de la decencia.
Con las elecciones presidenciales que Nicolás Maduro ha organizado a su medida para hoy se culmina el desmantelamiento de la institucionalidad democrática venezolana.
Como si no tuviera ya suficientes problemas, el 20 de mayo Venezuela celebrará unas elecciones que no deberían suceder y que no detendrán la crisis económica catastrófica que ha empujado a la población al límite.
El país vive una emergencia humanitaria que empuja a miles de venezolanos a emigrar cada día huyendo del hambre y las enfermedades; la hiperinflación pulveriza el salario en cuestión de días, la oposición está fracturada y cualquier protesta es brutalmente reprimida.
En las dos semanas pasadas, el tema de la sociedad civil ha ocupado un lugar simbólico importante, puesto que el relativo prestigio de este concepto ha sido utilizado en los combates políticos propios de la coyuntura.
Hace 20 años los políticos en campaña interpelaban a la Nación y prometían coadyuvar a la sociedad para convertirnos en ciudadanos del primer mundo. Hoy nos prometen visibilizar los problemas, apelar a la resiliencia de la sociedad y pensar soluciones para reinventarnos como país.
Un documental sobre el populismo en América Latina, donde se equipara a figuras como Hugo Chávez, Juan Domingo Perón y Luis Inazio Lula da Silva con el favorito para las presidenciales del 1 de julio, Andrés López Obrador, agudiza la polarización en México.
El candidato del PRI, José Antonio Meade, fue más Pepe y Toño que nunca. Empezó y terminó su intervención diciendo su nombre pero no su partido. Un hombre que lleva más de una década ocupando puestos de importancia en la Administración necesitó presentarse ante el electorado antes de hablar.
Este domingo 22, a las ocho de la noche y desde el Palacio de Minería, se realizará el primer debate de esta elección presidencial y, como ya vemos desde ahora, Andrés Manuel López Obrador, candidato de la coalición Juntos Haremos Historia, será el blanco de los ataques de los otros.
Una primera lectura básica es la que está en la mayoría de los medios de comunicación: el ingeniero Carlos Slim, el empresario más acaudalado del país, salió a defender el proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM) en los terrenos del viejo Lago de Texcoco.
En esta mesa no se habla ni de política ni de religión, decía siempre alguien con la autoridad para hacerlo. Y hoy estamos a unos días de que se celebre el primer debate de 2018 entre candidatos a la presidencia de México. Entonces, ¿qué pasó?
A medida que se calienta la campaña electoral en México, las encuestas y los expertos coinciden en que el tema central para muchos votantes es la corrupción. Cada candidato acusa a los otros de haber estado involucrados en algún acto de corrupción, de ser cómplice de uno o de haberlo permitido.
La decisión del Tribunal Electoral de validar la candidatura independiente de El Bronco, gobernador de Nuevo León, con más de un millón de firmas falsas, socava la credibilidad de otra institución en México y ya van ., en este caso, de la que deberá validar el resultado del 1 de julio.
En su naturaleza autoritaria, el PRI desoye todo aquello que pretenda una auténtica democratización de México. Se resiste a enterrar en definitiva al ya inoperante presidencialismo que le permitió el control del poder durante el siglo pasado.
Lamento informar que el arranque oficial de las campañas electorales en México me provocó un pesadísimo tedio; más bien, una somnolencia insoportable y envuelto en un letargo de neblinas que oscilaban sobre mis párpados al son de la Marcha de Zacatecas, versión chill-out.
Tampoco es que los mexicanos tengamos la exclusiva de la trampa o del chanchullo, ¿eh? Sería un poco arrogante atribuirnos tal jerarquía. Porque así como tramposos tramposos pues los hay en cada rincón del mundo, eso que ni qué.
Así nació el PRI, como un pacto en el que cualquier aspirante renunciaba a las armas a cambio de la posibilidad de llegar a la presidencia, por la sola elección del presidente saliente. Era una monarquía absoluta con ropajes republicanos, con un nuevo rey cada seis años.
Conocemos el nombre del finalista para el 1 de julio, día de las elecciones presidenciales en México: Andrés Manuel López Obrador, líder actual en las encuestas, será el hombre a vencer. Pero, ¿por quién? Esa es justamente la pregunta que todo el país se hace.
El chavismo mantuvo su guión clásico en tiempos de crisis y de sanciones desde Estados Unidos: exhibir su músculo militar, engordado en la última década con las compras realizadas Rusia. "La unión cívico-militar es profunda porque se siente en el alma del pueblo y también en la de los soldados.
Una de las generalizaciones más extrañas que escribió JSH en su intervención es la cláusula con que la cierra: "Ha fundado [AMLO] un partido para que la política no castigue a nadie" (de plano a ¿nadie?). Con la fundación del partido, por AMLO, "la política" (¿?), no castigará a nadie. Extraño.