Internacional - Población

Los niños del Tungurahua juegan pelota sin apartar la vista del volcán

2010-12-07

Algunos de estos niños nacieron junto a la

Fernando Arroyo León/EFE

Quito.- Tania, Ernesto "El Gato", Juana y Pancho juegan a la pelota en el pueblo de Bilbao, pero nunca le quitan la mirada y atención al volcán Tungurahua, en el centro de los Andes de Ecuador, que se yergue imponente sobre sus casas.

Entre risas y carreras, estos niños corretean la pelota por la cancha de fútbol que Bilbao tiene como plaza central, atentos también a la presencia de periodistas y militares que les visitan cuando el Tungurahua incrementa su actividad.

Algunos de estos niños nacieron junto a la "Mama Tungurahua", uno de los volcanes más activos de Ecuador, que en 1999 inició su actual proceso eruptivo y que intercala periodos de gran actividad y lapos de aparente quietud.

El pasado 23 de noviembre el volcán presentó otro pulso alto de actividad y el sábado pasado desencadenó una erupción "importante", con la exhalación constante de ceniza y la caída de piroclastos, o rocas candentes, por varias quebradas.

En esa zona, al pie del coloso, se asienta Bilbao, terruño de unas cuantas familias de campesinos que salen de ahí cuando el volcán les amenaza, pero que vuelven cuando pasa el riesgo, para cultivar las tierras heredadas.

Y no es que no le tengan miedo al Tungurahua, sobre todo cuando la candela que vomita baja por las quebradas cercanas al pueblo, sino que, según dicen, ya se han acostumbrado a "convivir con el volcán".

A Tamia, de ocho años, no le gusta cuando la montaña empieza con sus "rabietas", pero sólo a veces le causa pánico, cuando sus padres y el Instituto Geofísico (IG) de la Escuela Politécnica Nacional advierten de algún incremento peligroso en la actividad.

Cuando esto pasa, "baja candela y bota piedras", dice la niña que se toma con inquietud la presencia de periodistas, que "sólo vienen" cuando el volcán enciende las alertas.

Pero expresa un rotundo "¡no!" cuando responde si a ella, como a cientos de curiosos que se apuestan en zonas seguras, le gusta observar el espectáculo pirotécnico que la montaña ofrece las noches en las que no se esconde tras las nubes.

Ernesto, otro de los niños, recuerda que, a sus diez años, ha visto muchas explosiones del volcán que, a menudo, le ha impedido dormir bien, por los constantes truenos que emite.

Además, esta montaña, a la que niños y adultos llaman "Mama" (madre en quichua), a veces "revienta" y "lanza tierra (ceniza gruesa) por el aire", comenta Ernesto, que dice no temer al fuego del Tungurahua, porque ya está acostumbrado.

Los niños prefieren jugar a responder preguntas pero, a veces, regresan a ver a sus padres y a la montaña. "Ahora está nublada" y no se le ve, advierte Juana, aunque la montaña les avisa de su presencia con los bramidos que saca de sus entrañas, cada vez que exhala las bocanadas de ceniza.

Su padre y madre, más tímidos, prefieren mantenerse a una distancia prudente de la prensa, porque los periodistas les preguntan las razones por las que no salen de ese sitio de peligro.

Jorge Aguilar, uno de los vecinos de Bilbao, responde sin alterarse: "Aquí vivimos, esta fue la tierra de nuestros padres" y, si bien el Gobierno les ha ofrecido casas en zonas lejanas y seguras, "de qué vamos a vivir, aquí tenemos nuestros terrenitos, aquí nos ganamos la vida".

"Claro, si el Instituto (Geofísico) dice que salgamos, entonces salimos, porque tenemos que cuidarnos, pero luego volvemos", cuando la actividad del Tungurahua desciende, refiere.

Por eso, niños y adultos en Bilbao, hacen frecuentes "mingas" (trabajo voluntario en quichua), para reconstruir la carretera, los servicios que el volcán ha dañado durante las fuertes erupciones.

El Instituto Geofísico estima que la actividad moderada que ha permanecido en el volcán, desde la violenta erupción del pasado 4 de diciembre, se mantendrá por algunos días más, si no se presenta algún fenómeno que altere esa condición.

Mientras, hasta que no se emita otra alerta, los niños de Bilbao seguirán jugando en el pueblo, sin dejar de echar, de vez en cuando, una mirada al volcán.



TRO

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