Policrato Philodemos

La política asumida como espectáculo bufo

2011-05-17

Así vemos los tristes y degradantes espectáculos que ofrecen algunos actores de la...

"Sumisión y responsabilidad ciudadanas
soslayadas con banalización y relajo"

Cada vez que observo la forma como ciertas capas de la sociedad festejan en chunga las ocurrencias ñoñas de los políticos en el poder, tal y como si estuvieran disfrutando el espectáculo de un payaso durante una función circense. Al ver esta reacción despreocupada y relajienta ante la poca o nula seriedad y responsabilidad de quienes nos gobiernan y llevan el rumbo de la república (además de tomar decisiones que van a tener efecto en la vida de todos nosotros), me invade el desánimo cuando pienso sobre el futuro de nuestro país, ya que pinta una triste imagen de nuestros políticos  como irresponsables y refleja la ausencia de una verdadera ciudadanía,  dejando una imagen de que a gobernantes y a gobernados no les preocupa el destino de México.

Si se analiza lo anteriormente citado se llega a la conclusión de que dicho dejo despreocupado y relajiento, tanto de la ciudadanía como de quienes la gobiernan, es consecuencia de que no se sienten, ni se quieren sentir comprometidos con las causas y necesidades de la sociedad a la que pertenecen ni a la que deben servir, respectivamente.

Tal parece que dicho comportamiento no solo invade el quehacer político, sino que forma parte de una idiosincrasia arraigada en nuestra sociedad, que asoma en la cotidianeidad del trato, y que fácilmente podemos observar en la conducta cotidiana a lo largo y ancho de nuestra geografía (salvo casos de excepción), como cuando por costumbre la mayoría de los individuos para eludir responsabilidades y tareas de algo que les corresponde hacer, las delegan hacia otros dichas obligaciones, de modo que puedan después echarles la culpa si las cosas no se desarrollan correctamente o si fracasan.

De la misma manera es bastante común en nuestra sociedad la impuntualidad y la improvisación, así como el no honrar la palabra empeñada o el mentir deliberadamente para salir del paso u obtener algún beneficio inmediato, especialmente entre la clase política cuando hace promesas de campaña.

¿Cuántas veces no hemos sido víctimas de esos "vampiros del tiempo"?... que hacen citas a una hora determinada y acostumbran llegar (si es que lo hacen), cuarenta o cincuenta minuto después, aduciendo pretextos infantiles que insultan a la inteligencia y denotan el desprecio hacia su víctima, robándonos el único bien que no se puede reponer como lo es el tiempo.

Otra característica, que ya forma parte de la idiosincrasia de nuestro pueblo, es el torcido concepto patrimonialista del poder político, que fortalece el pragmatismo utilitario y egoísta, así como el autoritarismo verticalista de quienes ejercen algún nivel de poder, de donde se desprende también, y explica, la facilidad con que muchos individuos se marean de poder cuando se suben a la altura del ladrillo de un puesto público.

Parece que este comportamiento (muy típico y ancestral del mexicano), es el resultado de un sistema educativo que desde sus inicios en la colonia, abandonó la enseñanza de los valores que hacen coherente y solidaria a una nacionalidad, especialmente el de la honestidad como principio fundamental para el ejercicio de una democracia, esta carencia de valores actualmente se ha potencializado y vuelto costumbre, debido al egoísmo inherente del sistema neoliberal (impuesto desde el exterior y debido a la globalización e interdependencia), en que nos encontramos inmersos, donde los evangelistas neoliberales buscan hacernos creer que el individualismo es una virtud y que el éxito del individuo descansa en el fracaso de otros, a los que debemos considerar como adversarios a vencer, lo que dicho de manera resumida pregona que "el éxito de alguien siempre descansará en el fracaso de otro, o de otros".

De lo anterior también nace la trampa llamada "mercadotecnia" (como el arte de inducir con engaños la compra de baratijas innecesarias), aplicada a la política, en la que a un candidato para elección popular (carente de atribuciones como líder, sin conocimientos ni carácter,  y sin programa de gobierno alguno), se le fabrica una imagen, como si fuera un producto de exhibición para el escaparate de una tienda, presentándolo de la misma manera que a la basura que se anuncia como productos milagrosos carentes de alguna utilidad, inopia que se busca compensar con estuches (vestuario y mítines multitudinarios de acarreados), y pintura (maquillaje y peinados), para hacerlos atrayentes a la vista de los ingenuos o de imbéciles.

La clase política que nos gobierna y servidores públicos en general no es ajena a estas taras sociales de nuestra triste idiosincrasia, ya que son secuela del mismo sistema educativo, que fue el crisol y molde en donde se malformaron y que desgraciadamente seguimos padeciendo en México, por lo que no debiera extrañarnos que los políticos reproduzcan en el ejercicio de sus funciones, el comportamiento gandaya y utilicen las técnicas mercadotécnicas citadas anteriormente, ya sea cuando fungen como diputados o senadores en el poder legislativo, como funcionarios de cualquiera de los niveles de gobierno, como magistrados, como jueces, policías, ministerios públicos, o como simples empleados de la burocracia.

A lo anterior habría que sumarle la desgracia, muy evidente en la actualidad, de que al parecer el escenario de la política se ha convertido en refugio de actores frustrados, quienes enfermos de histrionismo utilizan la tribuna legislativa, el podio callejero, o la entrevista mediática como plató de carpa arrabalera de ínfima categoría, sobreactuando de manera delirante y ridículamente (quizá para compensar su frustración), exhibiendo con total impudicia sus limitaciones escénicas e intelectuales, sobre todo en el manejo del diálogo y en la discusión de altura, ya que carentes de proyectos y de propuestas viables en beneficio del país o de la sociedad, solo utilizan el denuesto de taberna, la simulación, o el insulto, tratando siempre de empequeñecer al adversario político y suponer que de esa manera salen airosos de la liza, buscando el aplauso y la aceptación de sus iguales del lumpen político o social, pavoneándose ante ellos como toreros después de un lance o como matón perdonavidas de cantina.

Así vemos los tristes y degradantes espectáculos que ofrecen algunos actores de la política, como el diputado Gerardo Fernández Noroña cuando se exhibe insultando o mostrando pancartas en el recinto legislativo; el presidente del P.R.I. Humberto Moreira Valdez cuando exhibe su "complejo de enano" (cortarle las piernas a los más altos para reducirlos a su estatura), creyendo que denostando con ironías y difamando al adversario para complacer a sus iguales, consigue simpatías y aumenta de tamaño político; de la misma manera podemos ver al gobernador del Edo. De México, Peña Nieto, suspirante a la candidatura PRIísta para la presidencia en el 2012, como producto de la mercadotecnia política; al señor López Obrador, "Presidente Legítimo", como "fantoche" gesticulando cual actor de ópera bufa, haciendo discursos delirantes con promesas incumplibles; o al líder del SME (de la extinta Luz y Fuerza del Centro) Martín Esparza, como marioneta en busca de titiritero, agrediendo a la ciudadanía y exaltando a todos los resentidos sociales para recuperar las prebendas que tenía como parásito del presupuesto: de la misma manera y aunque se citaron actores políticos de la actualidad, vale incluir como homenaje a su histrionismo, y recordar a uno de los máximos actores (involuntario), que en un pasado cercano logró llenar el escenario carpero con sus ocurrencias y dislates desde la misma presidencia de la república, como fue el señor Fox Quesada, pazguato que a la menor provocación y ante cualquier micrófono u oportunidad que se le presentara, llenaba el espacio radioeléctrico de incoherencias, y que hizo famosas sus peroratas improvisadas tomando como referencia del mal a las "tepocatas" y a las "vívoras prietas".

Resumiendo y a la manera de conclusión de este escrito, podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que la mayoría de los actores políticos en México son analfabetos del oficio político, pues parecen ignorar que se trata de un ejercicio de tipo profesional, cuya finalidad es la de servir a la sociedad, presumiblemente debido a una supina ignorancia y a la falta de una formación cívica, presumiblemente originada por haber sido formados en un sistema educativo carente de valores, por lo que degradan el quehacer político hasta convertirlo en "grilla" de demagogos, corrompiéndolo en su esencia y fines hasta transformarlo  en un circo dentro de un estercolero, ya que lo utilizan venalmente y malversándolo para obtener beneficios personales, que tratan de disimular ofreciendo un espectáculo de carpa barata para entretener y ganar el aplauso de la plebe ignorante, sobre todo cuando se acercan los tiempos electorales, tal y como está sucediendo en estos días.



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