Vidas Ejemplares

Antonio de Padua, Santo

2011-06-13

De esta vasta formación cultural dio muestras en los últimos años de vida...

Autor: P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net

Antonio de Padua, Santo

Presbítero y Doctor de la Iglesia

San Francisco de Asís, que encontró al joven fraile Antonio con ocasión del Capitulo general inaugurado en Pentecostés de 1221, lo llamaba confidencialmente "mi obispo". Antonio, cuyo nombre anagráfico es Fernando de Bulloes y Taveira de Azevedo, nació en Lisboa hacia el 1195. A Los quince años entró al colegio de Los canónigos regulares de San Agustín, y en sólo nueve meses profundizó tanto el estudio de la Sagrada Escritura que más tarde fue llamado por el Papa Gregorio IX "arca del Testamento". A la cultura teológica añadió la filosófica y la científica, muy viva por la influencia de la filosofía árabe.

De esta vasta formación cultural dio muestras en los últimos años de vida predicando en la Italia septentrional y en Francia. Aquí recibió el titulo de "guardián del Limosino" por la abundante doctrina en la lucha contra la herejía. En 1946 Pio XII lo declaró doctor de la Iglesia con el apelativo de "Doctor evangelicus". Cinco franciscanos habían sido martirizados en Marruecos, a donde habían ido a evangelizar a los infieles. Fernando vio los cuerpos, que habían sido llevados a Portugal en 1220, y resolvió seguir sus huellas: entró al convento de los frailes mendicantes de Coimbra, con el nombre de Antonio Olivares.

Durante el viaje de regreso de Marruecos, en donde no pudo estar sino pocos días a causa de su hidropesía, una tempestad empujó la embarcación hacia Las costas sicilianas. Estuvo algunos meses en Mesina, en el convento franciscano, y el superior de este convento lo llevó a Asís para el Capitulo general. Aquí Antonio conoció a San Francisco de Asís.

Lo mandaron a la provincia franciscana de Romaña en donde llevó vida de ermitaño en un convento cerca de Forli. Lo nombraron para el humilde oficio de cocinero y así vivió en la sombra hasta cuando sus superiores, dándose cuenta de sus extraordinarias cualidades de predicador, lo sacaron del yermo y lo enviaron al norte de Italia y a Francia a predicar en donde más se había difundido la herejía de Los albigenses.

Finalmente, Antonio fijó su residencia en el convento de la Arcella, a un kilómetro de Padua. De aquí iba a donde lo llamaban a predicar. En 1231, cuando su predicación tocó la cima de intensidad y se caracterizó por los contenidos sociales, Antonio se agravó y del convento de Camposampiero lo llevaron a Padua sobre un furgón lleno de heno. Murió en Arcella el 13 de junio de 1231. "El Santo" por antonomasia, como lo llaman en Padua, fue canonizado en Pentecostés de 1232, es decir, al año siguiente de su muerte, por la gran popularidad que se había ampliado con el correr de los tiempos.

Fandila, Santo

Mártir

San Fandila fue un sacerdote natural de Guadix y gran catequista en Córdoba.

Lo degollaron por su actividad apostólica entre los cristianos el día 13 de junio. Es uno de los mártires cordobeses martirizados por el Califa en su intento de suprimir a toda persona significativa y calificada que pudiera mantener en los demás la fe de Cristo.

Esta fue la manera de «evangelizar» de nuevo el califato, muy propia de los fundamentalismos de todas las épocas y nada respetuosa con la libertad de las conciencias, ni con el respeto a la dignidad de las personas.

Sus cenizas fueron arrojadas al Guadalquivir.

Gerardo, Santo

Hermano de Bernardo de Claraval (Clairvaux)

Etimológicamente significa "lanza atrevida". Viene de la lengua alemana.

San Bernardo de Claraval, el gran reformador de la espiritualidad de todo el Medioevo, logró que toda su familia abrazara el estado de la vida religiosa.

Gerardo era un joven aguerrido y soñaba con irse a combatir en la guerra. En una de las batallas cayó mal herido.

Esa situación, nueva en su existencia ardorosa y llena de ilusiones, le hizo cambiar mucho. Y dándole vueltas a su cabeza y a los deseos de su corazón, pensó que lo mejor era dedicarse a amar a Dios y al prójimo. Pidió permiso para entrar en Claraval.

Su gran dificultad radicaba en que no sabía leer ni escribir. Pero como en la vida todos hacemos falta, el abad le concedió lo que anhelaba.

Era un buen hombre al que le iban bien los negocios y la actividad en el trabajo.

San Bernardo, con su atinada inteligencia y su gran virtud, le confió el cuidado material del monasterio, la administración de las cosas temporales, la organización de la comunidad y todo el inmenso trabajo de las viñas y de la bodega.

Aunque no sabía nada de letras, sin embargo, Dios le había dado dones naturales y un sentido común extraordinario para todo lo que le ordenasen.

Por lo demás, era un hombre honesto a carta cabal en el trato con todo el mundo. Se fiaban de sus palabras y no andaba con adulaciones estúpidas que no conducen a ninguna parte.

Se puede decir que se reveló grande en las cosas pequeñas. Y no hay que pedirle más peras al olmo. Cada uno es quien es. Murió antes de cumplir los 50 años.

San Bernardo lloró amargamente la muerte de su hermano. Era el año 1138.



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