Cuentos

La Joya

2011-07-12

La imagen de Dios reflejada en cada una de las personas, da la oportunidad de reflexionar y desear...

Un monje andariego se encontró, en uno de sus viajes, una piedra preciosa y la guardó en su talega. Un día se encontró con un viajero y, al abrir su talega para compartir con él sus provisiones, el viajero vio la joya y se la pidió. El monje se la dio sin dudarle.

El viajero le dio las gracias y marchó lleno de gozo con aquel regalo inesperado de la piedra preciosa que bastaría para darle riqueza y seguridad para el resto de sus días. Sin embargo, pocos días después volvió en busca del monje mendicante, lo encontró, le devolvió la joya y le suplicó: "Ahora te ruego que me des algo de mucho más valor que esta joya. Dame, por favor, lo que te permitió dármela a mí".

La hechura de Dios, su imagen impresa en nuestra alma, es el máximo tesoro que poseemos. Las cosas en si mismas no tienen ningún valor eterno, es nuestra actitud hacia ellas la que lo tiene. Auténtica es la persona que sabe generosamente distribuir los bienes que adquiere con los demás. Mucho más auténtico es aquel busca reconocer el origen de la generosidad, llegar hasta su fuente, que es el mismo Dios. El primero se desprendió de algo, que sabía no necesitaba, el segundo a pesar de necesitarlo quiso desprenderse de él, pues deseó vivir la experiencia del primero. La exigencia de ambos es más profunda, el primero tendrá que darse a si mismo y el otro purificarse hasta que se descubra íntimamente.

Qué lindo sería que todos los hombres quisiéramos vivir a plenitud la experiencia del encuentro con nosotros mismos, y para eso necesitaremos de los demás. La imagen de Dios reflejada en cada una de las personas, da la oportunidad de reflexionar y desear ser lo que Dios quiere que seamos.



EEM

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