Trascendental

El llamado de Dios

2012-02-09

Mi experiencia de Dios es la de un Padre que me ama tiernamente y que por su gran misericordia me...

Autor: Hermana Julia Moreno Capetillo, O.J.S.

Si queremos realizarnos en nuestra vida, si queremos darle pleno sentido a nuestro ser y a nuestro existir, debemos vivir intensamente y en plenitud la vocación a la que hemos sido llamados.
 
Para el cristiano que se ha iniciado en el crecimiento de la vida espiritual de un camino de santidad le queda muy clara la siguiente expresión: "Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen a conocer la verdad".

Pero esta salvación de Dios y este conocimiento de la verdad tienen un fin, un motor muy importante: el deseo de Dios de que el hombre alcance la plena felicidad en esta vida y en la futura y para lograr este fin es necesario que el hombre descubra su camino, su lugar en este mundo.

Dice el apóstol San Pablo que "el tiempo apremia y que la vida es corta", por eso tenemos que aprovechar todo, absolutamente todo lo que Dios nos ofrece para crecer en ese conocimiento y sobre todo para crecer en este Amor de Dios.

Recordemos que la vida es el tiempo que Dios nos concede para entrar en esa vivencia del Amor, para que podamos vivir en Él, que es nuestra felicidad. La felicidad es don, pero también es tarea. Es don, porque Dios nos la ofrece, nos la concede; es tarea porque cada uno de nosotros tenemos que luchar por conservarla y acrecentarla, depende también de nuestro esfuerzo y nuestro trabajo el que la felicidad sea plena. La felicidad es única para todos, porque es Dios mismo.

Si queremos realizarnos en nuestra vida, si queremos darle pleno sentido a nuestro ser y a nuestro existir, debemos vivir intensamente y en plenitud la vocación a la que hemos sido llamados. Hemos de mostrar al mundo que lo que hemos recibido de parte de nuestro buen Dios es algo muy especial. Yo te puedo decir que el llamado de Dios en verdad sacude el corazón, Jesús me abrió sus brazos y me invitó a seguirle.

Me ha ofrecido de comer y de beber, bebida y alimento que no he encontrado en ningún otro lugar, ni con nadie, es una persona íntegra de la que no se cuándo terminaré de aprender, pero su cercanía me da confianza, sus palabras son sencillas pero profundas, mi memoria a veces me traiciona, son demasiadas cosas que he experimentado a lo largo de 29 años, lo que sí se, es que amo a Jesús como a nadie he amado.

Mi experiencia de Dios es la de un Padre que me ama tiernamente y que por su gran misericordia me ha hecho participar de la vida de Jesús en la vida consagrada como "Oblata de Jesús Sacerdote".

Cada día renuevo mi consagración y trato de participar con María en los sentimientos sacerdotales del Corazón de Cristo y me llena de alegría el poder ayudar espiritual y materialmente a los sacerdotes y a quienes se preparan a continuar la obra de Jesús, Salvador de los hombres.

Este tiempo que vivo actualmente es un momento de gracia especial por encontrarme en mi tierra natal y que el Señor lo había pensando y preparado para mí desde toda la eternidad.

Aquí en el Seminario todo me habla de Dios, me deja entrever esa "Mirada del Padre" que está sobre mí y cuida hasta el más mínimo detalle.

Le doy gracias a Dios por todo y pido sinceramente por nuestro Seminario.

Todos y todas los que hemos sido llamados no nos cansemos en hacer partícipes a los demás de la gran alegría que experimenta el que lo ha dado todo por seguir a Jesús, el Buen Pastor, Dador de todo bien. Que Dios nos bendiga a todos y nos conceda abundantes vocaciones para nuestro Seminario de Yucatán.— Nuestra Señora del Rosario ruega por nosotros y por nuestro Seminario.



gilberto
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