Reportajes

La enrevesada ciencia del sueño

2012-08-12

Sin embargo, hoy en día el consumidor es bombardeado por ofertas de bebidas energizantes...

Por DAVID K. RANDALL, WSJ

Zlatko Glusica era el piloto de un avión de Air India Express que transportaba 166 pasajeros de Dubai a Mangalore, una vibrante ciudad portuaria en India. Poco antes del aterrizaje, Glusica despertó de su siesta y asumió el control del Boeing 737. Su copiloto le advirtió una y otra vez que estaba acercándose a la pista en un mal ángulo y que debía levantar vuelo y volverlo a intentar. Lo último que se escucha en la grabación de la cabina son los gritos del copiloto porque el avión se había salido de la pista de aterrizaje. Luego se prendió en llamas. Sólo ocho personas sobrevivieron. La investigación determinó que el capitán había sufrido de "inercia del sueño".

El accidente fue un recordatorio fatal del poder de algo prosaico en lo cual casi nunca reparamos: el sueño. Desde el vuelo de Air India en 2010, los pilotos somnolientos han protagonizado varios casi accidentes. Pero el fenómeno no se limita a los aviones. El sueño también influye en los choques de autos y los incidentes de soldados heridos o muertos por disparos provenientes de su propio bando.

En los primeros años del siglo XXI, el sueño no era causa de preocupación. La tecnología achicaba el mundo, la globalización cerraba la brecha entre un día y el siguiente y factores como tiempo y lugar se volvían cada vez menos importantes en las empresas que funcionaban sin cesar. Dormir se ubica más o menos en el mismo lugar que el uso del hilo dental: es algo que deberíamos usar con mayor frecuencia, pero que no lo hacemos.

Sin embargo, hoy en día el consumidor es bombardeado por ofertas de bebidas energizantes dudosas, colchones que prometen un descanso placentero y medicinas para conciliar el sueño. Al parecer, la falta de descanso se ha convertido en uno de los achaques de la era moderna.

¿Pero por qué el sueño, que parece ser algo tan sencillo, se está volviendo tan problemático? La razón podría tener mucho que ver con lo que tiene colgando ahora mismo sobre su cabeza: el foco. Antes de la era de la iluminación eléctrica, nuestros antepasados dormían en dos tiempos cada noche. El primer sueño empezaba poco después de la puesta del sol y duraba hasta no mucho después de la medianoche. Luego, la persona se despertaba por más o menos una hora y se volvía a acostar para el llamado segundo sueño.

Era algo tan cotidiano como el desayuno y que habría quedado en el olvido a no ser por el trabajo del profesor de historia A. Roger Ekirch, de la Universidad Politécnica de Virginia, que pasó casi 20 años en la década de los 80 y 90 investigando la historia de la noche.

El tiempo entre los dos períodos de sueño era un espacio natural y previsto de la noche y, dependiendo de las circunstancias, era utilizado para rezar, leer, meditar o tener sexo.

Los estudios muestran que este tipo de sueño está tan arraigado en nuestra naturaleza que lo retomaríamos si pudiéramos. Participantes de experimentos a los que se les priva de la luz artificial tienden a caer en este ritmo. De hecho, integrantes de culturas que no usan la luz eléctrica duermen de esa manera.

El ciclo natural del sueño cambió para siempre con Thomas Edison. La puesta del sol dejó de marcar el fin de la vida social para convertirse en el punto de partida. La noche pasó a ser el tiempo en que todo lo bueno pasaba. La oscuridad dejó de interferir en la producción de las empresas.

Por supuesto, nadie quiere volver a la época en que no había luz eléctrica. Sin embargo, los intentos de fusionar nuestros ritmos de sueño naturales con el mundo moderno parecen estar fallando, especialmente luego de que la luz artificial pasó de nuestros techos a nuestras manos, de donde raramente se apartan los teléfonos inteligentes y otros aparatos.

Las consecuencias de este cambio en nuestro estilo de vida son mucho más funestas que una simple pérdida de conexión con el mundo natural. Los investigadores encuentran cada vez más evidencia de que la falta de sueño es terrible para nuestra salud. La falta de descanso ha sido ligada a tasas más altas de enfermedades cardíacas, obesidad, derrames cerebrales y hasta ciertos tipos de cáncer. Las razones exactas de estos efectos son aún bastante desconocidas, pero apoyan la teoría de que el sueño es el tiempo en que nuestros cuerpos se recuperan de manera natural a un nivel celular.

Nuevos estudios también apuntan a la importancia del reposo para nuestro rendimiento mental. Ahora, el sueño, o la falta de él, es considerado un proceso complejo que afecta desde nuestra capacidad para aprender una nueva habilidad hasta nuestra capacidad para encontrar una solución original a un problema. También es considerado una parte vital de la felicidad y una de las mejores clases de medicina preventiva.

Muchos de nosotros intenta mitigar la falta de sueño con café o pastillas para dormir, pero eso sencillamente no funciona. La cafeína puede funcionar en el corto plazo, pero no es una solución duradera para la persona promedio, porque el cuerpo empieza a crear una tolerancia a ella. Aumentar la dosis de cafeína tiende a alterar el cuerpo y cuando deja de hacer efecto, usualmente la persona queda exhausta. En cuanto a las pastillas para dormir, estudios muestran que las medicinas no ofrecen una mejora significativa en la calidad del sueño del paciente.

Entonces, ¿por qué no nos esforzamos más para solucionar nuestros problemas de sueño?

Hay pasos que podemos seguir para adaptar la manera en la que lidiamos con el sueño para hacerlo más efectivo para la vida moderna. Mucho tiene que ver con nuestro comportamiento. Una cosa que ayuda es acostarse a la misma hora todas las noches. Estudios también han concluido que las personas deben evitar la luz azuleja de las pantallas de la computadora, los televisores y los teléfonos inteligentes —que nuestro cerebro interpreta como luz natural— al menos una hora antes de acostarse. El yoga u otras técnicas de relajación también mejoran la calidad y el tiempo del sueño. El secreto de un buen dormir bien podría ser reconocer que necesita esfuerzo, y que ese esfuerzo vale la pena. La salud, la habilidad mental, el sexo, las relaciones, la creatividad, los recuerdos, todo lo que nos define, depende de las horas que pasamos cada noche con los ojos cerrados.

—Randall es reportero senior de Reuters y autor de "Dreamland:

Adventures in the Strange Science of Sleep", publicado el 13 de agosto por W.W. Norton, en Estados Unidos.




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