Para Reflexionar en Serio

No me resigno a un Medio Oriente sin cristianos

2013-12-06

«Para que nuestro testimonio sea creíble –explicó el Papa–, estamos llamados a...

Autor: Andrea Tornielli

Reunión de Papa Francisco con los patriarcas y los arzobispos mayores de las Iglesias católicas de ritos orientales
 
El 21 de Noviembre pasado, en el Vaticano, Papa Francisco se reunió con los patriarcas y los arzobispos mayores de las Iglesias católicas de ritos orientales, presentes en Roma en ocasión de la Congregación para las Iglesias Orientales dedicadas a la recepción del Concilio. Los presentes intervinieron para describir la situación de los cristianos en el Medio Oriente, en Europa Oriental, en India y en las respectivas comunidades de las diferentes diásporas.

Antes de escuchar lo que tenían que decir los líderes de las Iglesias orientales, Papa Francisco los saludó con un breve discurso. Habló sobre la exhortación post-sinodal "Ecclesia in Medio oriente" de Benedicto XVI: «ustedes son -cito- "los custodios vigilantes y servidores de la comunión y los servidores de la unidad de la Iglesia". Esta unidad, que están llamados a llevar a cabo en vuestras Iglesias, en respuesta al don del Espíritu, es la expresión natural y plena de la unión inquebrantable con el Obispo de Roma. Privilegiando siempre la concertación y una acción colegial y unitaria"».

«Para que nuestro testimonio sea creíble –explicó el Papa–, estamos llamados a buscar siempre "la justicia, la piedad, la fe, la caridad, la paciencia y la mansedumbre»; a un estilo de vida sobrio según la imagen de Cristo, que se despojó para enriquecernos con su pobreza; al celo infatigable y a esa caridad, fraterna y paciente, que los obispos, los presbíteros y los fieles (sobre todo si viven solos y marginados) esperan de nosotros. «Pienso, sobre todo, a nuestros sacerdotes que necesitan comprensión y apoyo, también a nivel personal. Tienen derecho de recibir nuestro buen ejemplo, en lo que concierne a Dios, como en cualquier otra actividad eclesial. Nos exigen transparencia en la gestión de los bienes y preocupación por toda debilidad y necesidad. Todo esto, en la más convencida aplicación de aquella auténtica praxis sinodal, que es distintiva de las Iglesias Orientales».

Hoy también, a las 12 del día, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano, el Santo Padre recibió en audiencia a todos los participantes de la Plenaria de la Congregación para las Iglesias Orientales. «Esta sesión –dijo Francisco– pretende volver a apropiarse de la gracia del Concilio Vaticano II y del sucesivo magisterio sobre el Oriente cristiano».

El Pontífice después recordó la historia del Medio Oriente, «tierra bendita en la que Cristo vivió, murió y resucitó. En ella (y lo advierto también hoy en la voz de los Patriarcas presentes) la luz de la fe no se ha apagado, es más resplandece con vivacidad. Cada católico, por ello, tiene una deuda de reconocimiento hacia las Iglesias que viven en aquella región. De ellas podemos, entre otras cosas, aprender la fatiga del ejercicio cotidiano de espíritu ecuménico y de diálogo interreligioso».

«Siria, Irak, Egipto y otras zonas de la Tierra Santa», prosiguió Bergoglio, sufren y derraman lágrimas. «El obispo de Roma no se dará tregua mientras haya hombres y mujeres, de cualquier religión, que vean afectada su dignidad, que se vean privados de lo necesario para la supervivencia, a quienes hayan robado el futuro y que se vean obligados a la condición de prófugos y refugiados. Hoy, en compañía de los pastores de las Iglesias de Oriente, hacemos un llamado para que se respete el derecho de todos a una vida digna y de profesar libremente su fe. No nos resignamos a pensar en un Oriente Medio sin los cristianos, que desde hace dos mil años confiesan el nombre de Jesús , insertados como ciudadanos de pleno derecho en la vida social, cultural y religiosa de las naciones a las que pertenecen».

Al final, el Papa pronunció la siguiente exhortación: «Me dirijo , por tanto, a toda la Iglesia para exhortar a la oración, que sabe conseguir del corazón misericordioso de Dios, la reconciliación y la paz. La oración desarma la necedad y genera un diálogo allí donde hay un conflicto abierto. Si es sincera y perseverante, hará a nuestra voz humilde y firme, capaz de ser escuchada incluso por los líderes de las naciones».



EEM

Notas Relacionadas

No hay notas relacionadas ...



Ver publicaciones anteriores de esta Columna