Testimonios

Así empezó la primera Navidad

2013-12-20

¿Te imaginas la escena? Te invito a que cierres los ojos y te quedes un rato contemplando a...

Autor: Juan García Inza

La Anunciación del Ángel a la Virgen María

La Navidad es para meditarla. Y la meditación precisa de tiempo, silencio, y apertura al amor de Dios. Seguimos ofreciendo esta oportunidad partiendo del mismo Evangelio. Y nos remontamos al inicio de este gran acontecimiento para la humanidad. 

Habían transcurrido ya seis meses desde el anuncio del nacimiento de Juan el Bautista. En un pueblecito sencillo y humilde de Galilea una joven llamada María, que tenía fa­ma de santidad entre sus conocidos, está atareada en las co­sas de la casa, o tal vez está haciendo un rato de oración. María estaba comprometida con un varón llamado José, que era descendiente de David y de profesión carpintero. El Án­gel entró a donde estaba ella y dijo: "Salve, llena de gracia; el señor está contigo. Ella, con estas palabras se turbó, y se preguntaba qué significaba aquel saludo. El ángel le dijo: Deja de temer, María, porque has encontrado gra­cia ante Dios. He aquí que concebirás y parirás un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será lla­mado hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y reinará en la casa de Jacob por los si­glos y su reino no tendrá fin" {Lc. 1, 26-33).
                
¿Te imaginas la escena? Te invito a que cierres los ojos y te quedes un rato contemplando a María asombrada y feliz. Es el anuncio más grandioso que ha recibido la humanidad desde Adán y Eva. Dios, por medio de su Ángel, está comu­nicando al mundo a través de aquella sencilla mujer que el Mesías, el Redentor ya va a llegar. Aquel a quien el pueblo de Dios espera desde siglos ya iba a empezar a vivir entre los hombres. María estaría nerviosa, confusa, no acababa de entender. Su humildad no le permitía verse envuelta en tan­ta grandeza.

¿No te ha dejado a ti alguna vez casi paralizado una gran noticia inesperada? Es normal. Y María, aunque muy santa, era humana. Y pregunta al Ángel con timidez: ¿Cómo será esto, puesto que yo no conozco varón? De momento María no entendía nada, pues ella no convivía to­davía con José, y además, de mutuo acuerdo, habían decidi­do vivir una castidad perfecta, total, como Dios le pedía en ese momento, renunciando por tanto a la maternidad. Ahora Dios, por medio del Ángel, le dice que va a ser madre cuan­do ella pensaba que había hecho, junto con José, el propósi­to de vivir siempre como hermanos. María no duda de la Voluntad de Dios, pero le pide una explicación para saber cómo iba a ocurrir aquello. Es lo más prudente.

A nosotros nos puede ocurrir lo mismo. Proyectamos nuestra vida, y en el mejor de los casos pensamos que aque­llo es lo que a Dios le va a gustar más. Una vez planificado todo comenzamos a soñar y nos hacemos nuestra propia novela. Todo lo vemos muy claro, con un final feliz. Y, de pronto, Dios nos sale al paso sin esperarlo y cambia toda la organización. Empieza a sugerirnos metas nuevas, caminos distintos, propósitos diferentes... Dios nos ofrece un nuevo plan de vida, y esto nos suele poner nerviosos, nos desorien­ta un poco, tal vez nos entristece. Y nos tomamos nuestro berrinche. ¿Cómo voy yo ahora a cambiar los planes? Esto es un sueño. Dios no me puede pedir tanto. Los más descreí­dos llegan incluso a quejarse de Dios y a renegar de Él. Y Dios tiene paciencia y espera, y comprende, y nos da tiempo para pensar.

El Ángel respondió a la Virgen: El Espíritu Santo ven­drá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño que nazca será santo y llamado Hijo de Dios. He aquí que Isabel, tu parienta, ha conce­bido también un hijo en su ancianidad, y ella, que se lla­maba estéril, está ya en el sexto mes. Porque nada hay imposible para Dios. Dijo entonces María: He aquí la es­clava del señor; hágase en mí según tu palabra. Y el Ángel la dejó.
 
María dijo SÍ al plan de Dios. No podía ser menos. Es lo más lógico, lo más sobrenatural, lo más prudente, lo que más llena. Esto se llama Vocación divina y respuesta pronta a la misma según la Voluntad de Dios. Piensa en Dios y piensa en ti. ¿Qué te pide?... ¿Y tú qué dices? En María tienes el ejemplo perfecto. No importa que te turbes, que te llenes de pánico al conocer el plan de Dios sobre ti. Es normal. Te quiere santo, y eso es muy grande. Pero contamos con la ayuda de la Gracia de Dios y la compañía de la Virgen. Nunca fracasas si eres fiel a lo que Dios pensó para ti desde toda la eternidad. En este ambiente de oración felicita a María por su obediencia y pí­dele que te eche una mano para empezar o seguir tu camino.

Reflexiona:

— ¿Estás dispuesto a seguir la vocación que Dios te dé?

— ¿En qué puedes imitar a María?

— ¿Estás decidido a ser santo o santa?

— ¿Cuál ha de ser el fundamento de tu alegría?

Tú decides, con la ayuda de Dios.



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