Internacional - Política

"La desigualdad dificulta la cohesión y la gobernabilidad"

2014-03-16

Apenas unas horas después, en su primera actividad oficial como líder de la...

ROCÍO MONTES, El País

Ha sido una semana emotiva para la senadora socialista Isabel Allende Bussi (Santiago, 1945), la menor de las tres hijas del presidente derrocado en 1973. La mañana del martes se convirtió en la primera mujer en asumir la presidencia del Senado chileno en sus 200 años de historia y sus primeras palabras fueron para su padre: "Sé que él estaría orgulloso de ver a su hija en esta testera [mesa presidencial]". Apenas unas horas después, en su primera actividad oficial como líder de la Cámara alta, tuvo la misión de investir a presidenta a Michelle Bachelet (Santiago, 1951), que comenzaba así su segundo mandato.

La toma de posesión en el Congreso de Valparaíso, a unos 120 kilómetros de la capital, Santiago, estuvo cargada de simbolismo: dos mujeres de edad similar, socialistas, que perdieron a sus respectivos padres a causa del golpe de Estado de Augusto Pinochet, 40 años después de la interrupción de la democracia protagonizaban este cambio de poderes que simboliza la historia republicana chilena. Estaban emocionadas y, cuando la banda presidencial estaba instalada en el pecho de Bachelet, se fundieron en un abrazo con algunas palabras imperceptibles para los cientos de invitados y millones de televidentes. "Finalmente, nuestros padres están con nosotras", dijo Allende. Bachelet, cuyo progenitor, militar, murió en marzo 1974 después de ser torturado por sus compañeros, asintió. Días después, Isabel Allende conversa en el comedor de su casa de la calle Guardia Vieja, en el barrio de Providencia de Santiago, donde su familia vivió entre 1953 y 1970. La senadora se ha esmerado en mantener casi intacta la residencia donde ella pasó gran parte de su niñez y adolescencia, como intentado detener el tiempo.

Pregunta. La escena de usted invistiendo a Bachelet ha dado la vuelta al mundo.

Respuesta. Fue una escena inédita y llena de emociones. He recibido una cantidad de mensajes impresionante tanto de Chile como del resto de otros países como Bélgica, Holanda, España, Suecia, Brasil, Ecuador... La vida no es unilineal, parece ser un círculo.

P. Lo dice también porque su padre fue líder del Senado entre 1966 y 1969, antes de convertirse en presidente en su cuatro intento.

R. Terminó con un alto reconocimiento porque la gente consideró que ejerció el cargo con plena dignidad y entregó garantías a todos los sectores políticos. Por esa razón, para muchas personas fue una especie de recompensa ver a una Allende en la mesa presidencial de la Cámara alta chilena. Además, nunca lo había asumido una mujer.

P. La ceremonia de traspaso del derechista Sebastián Piñera a Bachelet fue destacada como reflejo de la madurez democrática de Chile. ¿Piensa que se ha alcanzado ese umbral?

R. Dimos un ejemplo de un acto tremendamente republicano que me dejó llena de orgullo. Es importante que un presidente saliente, de otro signo, reciba el aplauso que recibió en el salón de honor del Congreso. Eso habla bien de nosotros en un sentido profundo.

P. ¿Usted se imagina en el palacio presidencial de La Moneda?

R. En política es difícil decir ‘de esta agua no beberé', pero en lo personal nunca me he planteado llegar a la presidencia. Estoy bien como estoy y hay que darle paso a las nuevas generaciones.

P. ¿Cómo fue presidir la primera sesión? De los 37 senadores, solamente seis son mujeres.

R. Fue bonito e impactante. Le cuento una anécdota. Hubo un senador que, cada vez que terminaba su intervención, se refería a mí como ‘señor presidente'. Lo dijo dos veces y, cuando terminó de hablar, le señalé: ‘Entiendo que es un tema nuevo y cultural, que cuesta después de tantos años, pero quiero rogarle que en el futuro, cuando se dirija a mí, diga señora presidenta'. Se excusó, dijo que no se había dado cuenta y pidió que se borre esta frase del acta.

P. La visibilidad de su cargo y el de Bachelet no se corresponde con la representación de las mujeres en el poder político. En ambas cámaras del Congreso, por ejemplo, apenas hay 15,9% de parlamentarias.

R. Es simbólico que los dos principales cargos del país estén en manos de mujeres, la presidencia de la República y el Senado. Sin embargo, estamos totalmente subrepresentadas. Cuesta mucho. En el Gobierno, por ejemplo, la presidenta Bachelet tampoco logró la paridad. Es difícil para una mujer ejercer política.

P. ¿También es complejo ejercer en su partido, el socialista, siendo hija de uno de los iconos de la izquierda chilena?

R. Dentro del partido el machismo se ejerce.

P. ¿Va a ostentar su nuevo cargo haciendo valer la mayoría que el oficialismo tiene en el Senado?

R. Pasar la aplanadora siempre es una mala política. El Parlamento es por excelencia el lugar donde se articulan los acuerdos, el diálogo y la discusión democrática. Pero tenemos un compromiso y vamos a sacar adelante los proyectos que están escritos en el programa de Gobierno de Michelle Bachelet. Si nos pueden acompañar parlamentarios que no forman parte de nuestra coalición, bienvenidos.

P. ¿Cuál es su diagnóstico del mapa político de la región?

R. Cada país tiene sus propias realidades y es difícil generalizar. Pero claramente ha habido cambios potentes y no solamente por la presencia de mujeres en Costa Rica, Brasil, Argentina y Chile. Sobre todo, porque en la región ha habido un proceso de crecimiento que ha permitido a los Gobiernos progresistas hacer políticas sociales y combatir la desigualdad.

P. ¿Cree que sigue vigente la figura de su padre en la izquierda latinoamericana?

R. El legado de Salvador Allende está vivo en Latinoamérica. En algunos sectores más que nunca. Hoy en día nadie puede ignorar que la desigualdad no genera cohesión ni gobernabilidad. Han pasado 40 años y la gente lo sigue recordando con mucha fuerza.

P. La primera fisura del oficialismo, que incluye desde la Democracia Cristiana al Partido Comunista, se ha dado respecto de la crisis en Venezuela. ¿Qué piensa usted del Gobierno de Maduro?

R. Lo sustantivo es que a la Nueva Mayoría lo une un programa de Gobierno cuya columna vertebral —educación de calidad y gradualmente gratuita, reforma tributaria y nueva Constitución— puede cambiar para siempre nuestra sociedad. La política exterior la lleva la presidenta de la República.

P. Pero ¿cuál es su propia posición?

R. Lo central, como lo dijo Bachelet, es que es un tema que van a resolver los venezolanos y que no es necesario apelar a una intervención. Deben encontrar su propio camino, porque tienen un gobernante elegido democráticamente. En Chile tuvimos en 2011 a miles de estudiantes en las calles, pero exigían una educación gratuita y de calidad, no como en Venezuela, que quieren que se vaya el Gobierno.

P. ¿Y cómo ve Cuba?

R. Está en un proceso de cambio, pero creo que ha sido muy tímido. Preferiría ver a Cuba más abierta, que no solo tenga un único partido, sino distintas expresiones. Un Gobierno que ejerza sus funciones, evidentemente, pero también una oposición que tenga derecho a manifestarse.

P. Usted ha vivido momentos complejos [su padre murió en La Moneda en 1973 y su hermana y su hijo se quitaron la vida en 1977 y 2010, respectivamente]. ¿Cómo se ha repuesto a esos golpes?

R. Uno no solo aprende de las derrotas, sino también, de los dolores.



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