Punto de Vista

El neonato organismo electoral

2014-04-15

Ya se terminó el numerito y no conocí un argumento válido, para mí, que...

Ortiz Tejeda, La Jornada

Tengo opiniones que comentar del neonato organismo electoral y de algunos, los que conozco, consejeros, pero antes está la obligación de terminar de cronicar lo acontecido al final de la primera sesión del Consejo Universitario presidido por el rector Chávez, que dejé en suspenso. Nos quedamos en que ante mi moción de orden a la mitad del discurso del rector y después de que éste consultara con el licenciado Mantilla la veracidad de mi alegato jurídico, dijo: quiero agradecer la atingente moción del compañero consejero estudiante de la Facultad de Derecho, que ha evitado que por un descuido imperdonable incurriera en una falta de las que, reiteradamente, acabo de asegurar jamás llevaría a cabo ni por incuria, desidia o negligencia. Reitero mi reconocimiento. (Durante este rectoril alegato, el maestro Villoro se había acercado a la columna en la que yo a duras penas me sostenía, y desde la cual volví a interrumpir.) Con todo respeto, señor rector, pero son las 21:34 y el plazo para pedir la autorización para continuar la sesión se venció a las 21:30. Ignacio Chávez se irguió y se agigantó (como Elongated man, el mítico hombre de goma de los viejos cómics). Por primera vez me registró visualmente, su músculo buccinador (situado en la mejilla, delante del masetero, que sirve para conformar el rostro y jalona la comisura labial) se contrajo severamente, conformando un rictus de enojo inevitable. Desde esas alturas me espetó: con todo respeto, compañero, pero eso dirá su reloj de estudiante, pero el mío de rector señala que estamos justamente en el tiempo legalmente establecido. Ruego al señor secretario que consulte al honorable Consejo si autoriza que nuestra sesión pueda continuar. Risas y aplausos generalizados parecía que daban fin a la disputa, pero yo tenía un as por algún lado: que los consejeros maestros mostraran sus relojes a los estudiantes consejeros. Estoy seguro que al consejero número 10 que hubiera coincidido conmigo, el bilioso, irreductible, pero dignísimo rector Chávez, habría renunciado por tan absurdo y ridículo motivo. Pero Dios protege la inocencia: en mi oreja, alguien me musitó: aunque ganes, estoy seguro que nunca te vas a sentir satisfecho de haberlo conseguido del lado de los malquerientes de tu universidad (de nueva cuenta versión libre, pero auténtica). Ya no me levanté. Para mi fortuna, al girar a la izquierda, allí seguían las bellísimas extremidades de la niña Galindo, cuyo copyright, repito, pertenecía al ya, desde endenantes, célebre Gustavo Sáinz y, como el voyerismo light es apenas un pecado venial, persistí. El rector, para bien, salió airoso. Yo volví a aprender.

Ya se terminó el numerito y no conocí un argumento válido, para mí, que justificara el cambio de nombre de IFE a INE. Dicen: federal quería decir que sólo intervenía en las elecciones para presidente de la República y Congreso de la Unión. Entonces, pienso, debió llamarse Instituto de Elecciones Federales. Porque si se llamó: Instituto Federal Electoral, se hacía referencia, equivocamente, a todas las elecciones en la Federación, fueran cuales fueran éstas. Ahora que se apellida "Nacional", ¿cómo se explica que se meta en las elecciones que solamente competen a un pedacito del territorio, sea chiquito como Aguascalientes y Colima, o grandote como Sonora y Coahuila? Éstas son elecciones locales que sólo competen a un grupo de mexicanos oriundos de, o avecindados en, un determinado territorio. Los procesos que en ellos se realicen, mientras no contradigan las disposiciones inscritas en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, deben ser normados por la legislación de cada una de las entidades calificadas de soberanas. Pero en fin, a estas alturas un rasguñito más al federalismo no va a alterar el sueño eterno de mi paisano, el Chantre Ramos Arizpe. Lo que se buscaba es que la percepción del cambio fuera tan escenográfica que pareciera de a de veras, que todas las culpas del muerto se borraran con sus exequias. Qué surgiera de las límpidas aguas de su soberanía, la nueva Tetis (¡Fuera, mal pensados, me refiero a la diosa y titánide, hija de Urano y Gea, diosa de los mares!). Entiendo que la intención era que con el surgimiento del INE los cínicamente confesos delitos foxianos y la delincuencial participación de los Hildebrando Zavala se fueran, inevitablemente, evanesciendo. Durante las honras fúnebres del IFE se olvidó que la presidencia de este organismo fue el regalo de boda que la señora Gordillo le entregó, durante su ceremonia nupcial, a Carlos Ugalde, untuoso, gelatinoso y no muy consistente cónyuge, puesto que unos días después del enlace ya estaba pataleando de arrepentimiento por el pecado cometido. Todo esto jamás debería ser expuesto en esta columneta, pues compete al ámbito estrictamente privado, pero dicen que el IFE le entregó una prestación, remuneración o soldada con motivo de su enlace, y bien sabemos que donde hay dinero público todos tenemos derecho a ser ampliamente informados. A mí, por ejemplo, se me ocurre: ¿Dado que la intervención de la cónyuge era indispensable para la celebración del contrato matrimonial, origen del querendón apapacho del IFE a su núbil y también novel presidente, se aplicó el justísimo precepto del fifty and fifty? ¿Un miembro del IFE que se divorcia debe regresar el regalito matrimonial? Si el plazo mínimo del compromiso matrimonial fuera, ya no digamos siete años (el de la comezón), sino tan sólo uno: ¿se debería prorratear lo recibido entre 365 días para que, con justicia, fuera obligación reintegrar lo no devengado? Y una última cuestión: ¿el matrimonio es considerado por el IFE, en su modalidad de amplio espectro?

Durante las ceremonias fúnebres del IFE se dijeron panegíricos tan exultantes que me vino a la memoria un pueblerino acontecimiento: el señor gobernador de un estado que no quiero singularizar, pero que su bellísima ciudad capital sólo puede compararse con Barcelona, Ámsterdam o Viena, logró que su primo fuera candidato a presidente municipal de Saltillo (¡Uf! Se me salió). Dado su talante festivo y alborozado se le instruyó a guardar una rigurosa cuaresma de recato y privaciones. Lo consiguió el primer mes, pero después de un concurrido mitin (en el que no descubrió que los asistentes venían en su comitiva, pues era la hora de los tamales) convocó a sus más allegados y dijo: "creo que ya nos merecemos un poquito de jolgorio para eliminar la presión. Vámonos pa' Monterrey". Ya de madrugada sucedió la inevitable bronca con los meseros, otros habitués o tal vez con las señoritas que les habían acompañado durante su solaz esparcimiento. Lo cierto es que al fragor de la batalla salió el grito amenazador inevitable: "No saben con quién están tratando". De pronto unos fogonazos (flashes de magnesio de aquellos entonces) iluminaron la trifulca, pues el cumplido reportero del influyente rotativo El Norte captó lo sucedido y lo publicitó en la edición del día siguiente. Por la noche, en un mitin encabezado por los "jerarcos estatales" y el delegado nacional, éste recibió un telegrama urgente (jóvenes, el telegrama era el instrumento de comunicación más adelantado de la época, nuestro fax, correo electrónico, de voz, de texto, WhatsApp, videoconferencia). El texto era breve y contundente: con esta fecha se le ha retirado la candidatura a Fulano. El sustituto es Mengano. Sírvase proceder a los trámites legales. Informe de inmediato cumplimiento instrucciones. Demo y etc., Gral. Agustín Olachea. El delegado tomó un papel y garrapateó unos renglones para el orador que en esos momentos estaba en la cúspide de los ditirambos: Fulano ya no es el candidato, ahora es Zutano. A ver cómo lo arreglas. Pues ni en la antigua Grecia lo hubieran hecho mejor. Aprovecha el orador un merecido aplauso por la mención número 50 del Apóstol de la Democracia, para leer el recado y luego, echado pa' delante, dueño de la plaza, dice: "Pues lo que son las cosas, compañeros, recién les acabo de enumerar a ustedes las múltiples virtudes ciudadanas que distinguen a don Fulano: conocimiento de nuestra gente y sus problemas, espíritu de servicio, honradez, devoción al trabajo y, por encima de todo, su acendrada convicción revolucionaria...? bueno, pues aunque no lo crean, el partido, en el último momento, les ha encontrado un candidato todavía mejor: les presento a don Zutano, próximo alcalde de nuestra ciudad".? Los vítores y las matracas no se hicieron esperar: ¡El candidato ha muerto! ¡Viva el candidato!

¿Ya ven qué buen órgano electoral era el IFE? ¡Pues tenemos otro mejor! Y que retumban las matracas.



EEM