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Tailandia entrega en secreto refugiados de Myanmar a redes de traficantes

2014-04-18

Los rohingyas son luego transportados a través del sur de Tailandia y mantenidos como...

Por Jason Szep y Andrew R. C. Marshall

* El siguiente reporte especial fue publicado por
Reuters el 5 de diciembre del 2013 y es reeditado
por el servicio en español en ocasión de haber ganado
el premio Pulitzer y a solicitud de clientes

RANONG, Tailandia (Reuters) - Una tarde de octubre, en el territorio acuoso despoblado entre Tailandia y Myanmar, Muhammad Ismail desapareció.

Funcionarios de inmigración tailandeses dijeron que sería deportado a Myanmar. Pero, en realidad, vendieron a Ismail, de 23 años, y a cientos de otros musulmanes rohingyas a traficantes de personas, quienes luego los trasladaron a atroces campamentos en la selva.

Mientras miles de rohingyas huían de Myanmar para escapar de la persecución religiosa, una investigación de Reuters en tres países descubrió una política clandestina para sacar a refugiados de ese grupo étnico de los centros inmigratorios de detención en Tailandia y entregarlos a traficantes de personas que esperaban en barcos en el mar.

Los rohingyas son luego transportados a través del sur de Tailandia y mantenidos como rehenes en una serie de campos, escondidos cerca de la frontera con Malasia, hasta que sus familiares pagan miles de dólares por su liberación.

Periodistas localizaron tres de esos campos, dos por el testimonio de personas retenidas y un tercero caminando hasta el sitio, fuertemente custodiado, cerca de una localidad llamada Baan Klong Tor.

Miles de rohingyas han pasado por este gulag tropical. Un número incalculable ha muerto en esos lugares. Algunos fueron asesinados por guardias o fallecieron por deshidratación o enfermedades, dijeron sobrevivientes en entrevistas.

Las autoridades tailandesas sostienen que el movimiento de los rohingyas a través del país no significa que se esté haciendo trata de personas.

Pero en entrevistas para esta historia, la Policía Real Tailandesa reconoció, por primera vez, una política encubierta llamada "opción dos" que apela a redes establecidas de traficantes de personas para deshacerse de detenidos rohingyas.

Ismail fue uno de los cinco rohingyas que dijeron que funcionarios de inmigración tailandeses lo vendieron o ayudaron en su venta a traficantes de personas.

"Parecía tan oficial al principio", dijo Ismail, un enjuto agricultor con un rostro fino y largo y cabello enrulado. "Nos tomaron fotografías. Nos tomaron las huellas. Y cuando estábamos en los botes, unos 20 minutos ya en el mar, nos dijeron que nos estaban vendiendo", agregó.

Ismail dijo que terminó en un campo en el sur de Tailandia. Lo mismo le ocurrió a Bozor Mohamed, un rohingya cuya fragilidad le hace parecer más joven que sus 21 años. El campamento estaba custodiado por hombres con armas y porras, dijo Mohamed, y al menos una persona moría cada día por deshidratación o enfermedad.

"Solía ser un hombre fuerte", dijo el ex campesino arrocero en una entrevista, mientras masajeaba sus atrofiadas piernas.

Mohamed y otros cuentan que soportaron hambre, suciedad y múltiples golpizas.

El codo y la espalda de Mohamed tienen cicatrices de golpes que le dieron sus captores en Tailandia mientras telefoneaba a su cuñado en Malasia, rogándole que pagara el rescate de 2.000 dólares que pedían.

Algunos no podían hallar un benefactor en Malasia que pagara su rescate. El campamento se convertía en su hogar. "Tenían barbas largas y su cabello era tan largo, pasando hasta más de la mitad de la espalda, que parecían mujeres", describió Mohamed.

"BAHIAS DE CONTENCION"

Lo que finalmente ocurre con los rohingyas que no pueden comprar su libertad no está claro. Un contrabandista de Tailandia dijo que algunos son vendidos a compañías navieras y a granjas como fuerza de trabajo por entre 5.000 a 50.000 bahts cada uno, ó 155 a 1.550 dólares.

"Los precios varían de acuerdo a sus habilidades", dijo el contrabandista, quien habló bajo condición de anonimato.

El Proyecto Arakan, un grupo de defensa de los rohingyas con sede en Tailandia, dice que ha entrevistado a decenas de miembros de esta etnia que han estado en los campamentos tailandeses y dentro de Malasia. Muchos rohingyas que no pueden pagar terminan trabajando como cocineros o guardias en los campamentos, dijo Chris Lewa, director del Proyecto Arakan.

Cuando se le presentaron los hallazgos de este reporte, el oficial de policía de segundo mayor rango de Tailandia reconoció algunas cosas sorprendentes.

Agentes tailandeses podrían haber lucrado con el contrabando de rohingyas en el pasado, dijo el mayor general de la policía Chatchawal Suksomjit, subcomisario de la Policía Real de Tailandia. También confirmó la existencia de campamentos ilegales en el sur de Tailandia, a los cuales llamó "bahías de contención".

Tarit Pengdith, jefe del Departamento de Investigaciones Especiales, el equivalente de Tailandia al FBI de Estados Unidos, también fue consultado sobre los campamentos que descubrió Reuters. "Nosotros hemos escuchado sobre esos campamentos en el sur de Tailandia", dijo. "Pero no estamos investigando este tema".

En medio de una crisis política y violentas protestas callejeras esta semana, Tailandia enfrenta difíciles preguntas sobre su futuro y su estatus mundial. Una de ellas es si se suma a Corea del Norte, la República Centroafricana e Irán entre los países de peor desempeño en el combate a la trata de personas.

Las señales no son buenas.

El reporte anual del Departamento de Estado de Estados Unidos sobre Tráfico de Personas (TIP) cataloga a los países según sus antecedentes en la lucha contra el delito. En los últimos cuatro años, Tailandia ha estado en la lista de segundo nivel de observación del TIP -Tier 2-.

El país será automáticamente degradado a la lista de tercer nivel -Tier 3- el próximo año a menos que ejecute lo que el Departamento de Estado llama "esfuerzos significativos" para eliminar el tráfico humano.

Pasar a la lista de tercer nivel, en teoría, implica la amenaza de sanciones de Estados Unidos. En la práctica, es poco probable que Washington sancione a Tailandia, uno de los aliados más antiguos en Asia.

Pero una rebaja como esa sería una gran vergüenza para Tailandia, que ahora está presionando por un puesto no permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

EL EXODO ROHINGYA

Los rohingyas son musulmanes de Myanmar y Bangladés, donde por lo general son apátridas despreciados como inmigrantes ilegales. En 2012, dos brotes de violencia entre los rohingyas y la mayoría budista en el estado de Rakhine, en el oeste de Myanmar, dejó al menos 192 muertos y a 140.000 personas sin hogar.

La mayoría era rohingyas que viven en campamentos miserables o bajo una segregación similar al apartheid, con poco acceso a la salud, la educación o el empleo.

Por eso han huido de Myanmar por mar en cantidades sin precedentes durante el último año. Ismail y Mohamed se sumaron a decenas de miles de rohingyas en uno de los mayores movimientos de personas en botes desde el fin de la Guerra de Vietnam.

Los prejuicios generalizados contra los rohingyas en la región, sin embargo, les dificultan hallar un refugio y eso facilita que caigan en manos de traficantes. "No hay nadie que hable por ellos", lamentó Phil Robertson, subdirector para Asia de Human Rights Watch. "Son un pueblo perdido".

Los hombres, mujeres y niños rohingyas viajan en botes de pesca y barcos de carga atestados para cruzar la Bahía de Bengala. El destino anhelado es Malasia, un país de mayoría musulmana donde ya viven al menos 31.000 rohingyas.

Como Reuters reportó en julio, muchos de esos refugiados eran acechados en Tailandia, donde la Armada y la policía marítima tailandesas trabajaban con traficantes para quitarles el dinero que tenían para continuar su viaje rumbo a Malasia.

Cientos de rohingyas fueron arrestados en dos allanamientos de las autoridades tailandesas el 9 de enero en los pueblos de Padang Besar y Sadao, ambos cerca de la frontera con Malasia. En ese entonces, el coronel Krissakorn Paleetunyawong, subcomandante de la policía en la zona, declaró que los rohingyas serían deportados a Myanmar. Eso nunca ocurrió.

Ismail y Mohamed estaban entre los 393 rohingyas que la policía tailandesa dijo que fueron arrestados ese día en Padang Besar. Al igual que Ediris, de 22 años y amigo de Ismail. Los tres jóvenes son de Buthedaung, un empobrecido poblado en el norteño estado de Rakhine.

Su historia revela cómo Tailandia, un país de rápido desarrollo en el corazón del sudeste de Asia, pasó de combatir a los campamentos de trata de personas a facilitarlos.

UNA POLITICA SECRETA

Tras su arresto, Ediris e Ismail fueron llevados a un centro de detención de inmigrantes (IDC, por su sigla en inglés) en Sadao, donde se reunieron con otros 300 rohingyas que habían sido encontrados en una casa cercana de un contrabandista.

El edificio del IDC de dos pisos, diseñado para pocas decenas de reos, estaba sobrepoblado. Mujeres y niños fueron trasladados a casas de refugio, mientras que algunos hombres fueron enviados a otros IDC en Tailandia.

Con cerca de 1.700 rohingyas presos en todo el país, el Gobierno tailandés fijó el mes de julio como plazo para deportarlos e inició conversaciones con Myanmar sobre cómo proceder. Los diálogos no dieron fruto debido a que el Gobierno birmano se negó a asumir la responsabilidad por lo que consideró eran inmigrantes ilegales de Bangladés.

Hombres y adolescentes pasaron meses en celdas estrechas, a menudo en un espacio que apenas les permitía sentarse o estar de pie, ni siquiera caminar.

En junio, periodistas de Reuters visitaron un IDC en Phang Nga, cerca de la turística Meca de Phuket. Allí había 269 hombres y niños recluidos en un espacio diseñado para no más de 100 personas. Apestaba a orina y sudor. Algunos detenidos usaban muletas porque sus músculos se habían atrofiado.

Un doctor que inspeccionó el IDC de Sadao en julio dijo que encontró a cinco rohingyas demacrados aferrándose a la vida. Dos murieron camino al hospital, comentó el doctor Anatachai Thaipratan, asesor de la Asociación Médica Islámica Tailandesa.

A medida que el sufrimiento de los detenidos rohingyas llegaba a los titulares de la prensa mundial, crecía la presión sobre Tailandia. Pero ni Myanmar ni Malasia los aceptarían. Con miles más llegando, la agencia de refugiados de Naciones Unidas emitió un llamado urgente a darles viviendas alternativas.

El Gobierno propuso construir un "mega campamento" en Nakhon Sri Thammarat, otra provincia en el sur de Tailandia. La idea fue rechazada tras protestas de la población local.

A inicios de agosto, 270 rohingyas se amotinaron en el IDC de Phang Nga. Los hombres arrancaron las puertas que separaban las celdas y exigieron que se les permitiera salir a rezar al cierre del mes sagrado musulmán de Ramadán. Durante las últimas tres semanas de agosto, más de 300 rohingyas huyeron de cinco centros de detención.

Para ese entonces, Mohamed, el refugiado de 21 años, no podía caminar y mucho menos escapar. Los músculos de sus piernas se habían atrofiado tras meses detenido en una celda que compartía con 95 hombres rohingyas.

Ismail y Ediris habían sido trasladados entre varios IDC y terminaron en Nong Khai, una ciudad en la frontera norte de Tailandia con Laos.

Un funcionario de alto cargo dijo bajo condición de anonimato que Tailandia se quedaba rápidamente sin opciones. El Gobierno no podía protestar ante el de Myanmar para mejorar las vidas de los rohingyas y detener el éxodo, explicó.

Ello podría generar tensiones diplomáticas e incluso poner en peligro el acceso de compañías tailandesas deseosas de invertir en Myanmar, uno de los mercados vecinos de mayor crecimiento.

Tailandia tampoco podía arrestar, enjuiciar y encarcelar a los rohingyas por romper las leyes de inmigración del país porque simplemente eran demasiados. "No habría lugar en nuestras celdas carcelarias", dijo el policía Chatchawal.

El creciente problema derivó en la creación de la "opción dos" en octubre, una política secreta para deportar a los refugiados a Myanmar que terminó en la venta de los rohingyas a redes de traficantes de personas.

El cambio de política se vislumbró semanas antes, el 13 de septiembre, cuando el teniente general de policía Panu Kerdlarppol, jefe de la Oficina de Inmigración, se reunió con funcionarios de otras agencias en la isla vacacional de Koh Samui para decidir el destino de los rohingyas.

Poco después, Kerdlarppol anunció que las autoridades migratorias tomarían declaraciones de los rohingyas "para arreglar su deportación" y ver si querían volver a casa. Se harían los arreglos para quienes quisieran regresar.

A inicios de octubre, 2.058 rohingyas permanecían retenidos en 14 IDC de todo Tailandia, según el Comando de Operaciones de Seguridad Interna, una agencia de seguridad nacional dirigida por la fuerza armada tailandesa.

Un mes después, el número llegaba a unos 600, según organizaciones no gubernamentales y trabajadores de ayuda musulmanes. Para la primera semana de diciembre, eran sólo 154, dijo el departamento de inmigración de Tailandia.

Los rohingyas desaparecían rápidamente de los IDC de Tailandia y nadie conocía su paradero.

"AHORA LES PERTENECEMOS"

La policía se ha enfocado mayormente en Ranong, una provincia escasamente poblada de Tailandia cuya geografía la ha convertido en un paraíso para los contrabandistas.

Ranong comparte una extensa y poco custodiada frontera con Myanmar. Su costa está plagada por densos manglares y está llena de pequeñas islas a menudo deshabitadas.

La capital provincial, llamada también Ranong, se estableció para la extracción de estaño pero ahora vive de la pesca y el turismo.

Embarcaciones medio oxidadas de Tailandia y Myanmar normalmente comparten las aguas con otros botes y yates. También lo hacen los barcos de madera de "cola larga" que transportan a trabajadores inmigrantes birmanos al puerto de Kawthaung, a sólo media hora de camino.

A fines de octubre, cientos de musulmanes rohingyas fueron subidos a camiones y llevados a Ranong para iniciar un proceso de deportación. Entre ellos estaban Ismail y Ediris, quienes arribaron a la ciudad portuaria luego de un extenuante viaje de 1.200 kilómetros desde Nong Khai.

En el IDC de Ranong, funcionarios de inmigración tailandeses los fotografiaron y les dijeron que serían enviados de vuelta a Myanmar. "Dijeron que ningún otro país estaba aceptando a los rohingyas y que Myanmar se había convertido en un lugar pacífico", sostuvo Ismail.

Fueron llevados hasta un embarcadero de Ranong y subidos en masa en cuatro barcos de cola larga, cada uno con una tripulación de tres hombres tailandeses o birmanos.

Una vez en el mar, los rohingyas le pidieron al conductor del barco que los ayudara, pero él sacudió su cabeza y les dijo que habían sido vendidos por los funcionarios tailandeses de inmigración por 11.000 bahts (350 dólares) cada uno.

"Nos dijeron que ahora les pertenecíamos", contó Ismail.

Luego de 30 minutos en el mar, las embarcaciones se detuvieron. Era la mañana del 23 de octubre y los botes tuvieron que esperar hasta cerca de las 18.00 horas, cuando arribó un enorme barco pesquero.

Los rohingyas fueron obligados a abordar el barco que navegó durante toda la noche hasta llegar a una isla en medio de la selva, separada del territorio más cercano por un estrecho río. Eran cerca de las 04.00 horas.

Ismail recordó que en ese campo vio a otros 200 rohingyas que en su mayoría dormían y eran custodiados por hombres armados. Los guardias llevaron a Ismail y a los otros hombres hasta un claro lodoso donde no se les ofreció agua ni alimentos.

Le dijeron que debía pagar 60.000 bahts tailandeses (cerca de 1.850 dólares) y le preguntaron si tenía familiares que pudieran enviar el dinero. Si ese era el caso, entonces podría ir al lugar que quisiera.

"Si no los tienes, usaremos esto", afirmó uno de los guardias, mostrando una vara de hierro, según Ismail.

El tenía algo de dinero pero la suma no era suficiente. "Tenemos que escapar", le dijo a Ediris. Después de una hora en el campamento, justo antes del amanecer, los dos hombres intentaron huir.

Un guardia disparó al aire mientras ellos corrían por la selva y sorteaban el río hasta alcanzar la orilla. En las siguientes 24 horas, lograron sobrevivir bebiendo el agua de los arroyos y comiendo corteza de árboles de bananos.

Llegaron hasta una plantación de árboles de caucho con sus pies lacerados por la larga caminata en la selva y se encontraron con un hombre birmano que les prometió hacerlos ingresar a Malasia por 8.000 bahts (250 dólares) cada uno.

Ambos accedieron y fueron conducidos hasta una casa en el sur de Tailandia, donde Reuters los entrevistó durante horas antes de que iniciaran su viaje en una camioneta para ingresar ilegalmente por la frontera malasia.

LOS CAMPAMENTOS EN LA SELVA

Bozor Mohamed, el tercer joven rohingya de Buthedaung, relató que estuvo cautivo por 10 días en un campamento selvático en Padang Besar. Además, dijo que fue entregado por autoridades tailandesas a traficantes en la frontera marítima con Myanmar.

Posteriormente, bajo una lluvia torrencial, mucha oscuridad y junto a quizás otros 200 rohingyas, Mohamed contó que fue trasladado en barco a través del estrecho hacia Tailandia, donde comenzó una nueva experiencia.

Los hombres fueron llevados en un viaje de dos días en camioneta, motocicleta y a pie, hasta llegar a un campamento de contrabando en la frontera con Malasia. Al final de la caminata, hombres con bastones golpearon al joven rohingya y a los otros, varios de ellos cojeando luego de meses de detención. Caían y se arrastraban a través de colinas boscosas.

En la misma travesía se encontraba Mohamed Hassan, un cuarto rohingya que escapó de la red de tráfico de Tailandia. Hassan, con 19 años y facciones de niño, es oriundo de Sittwe, la capital del estado de Rakhine.

El narró que llegó al campamento en septiembre tras viajar en una camioneta y caminar por dos horas en las montañas con decenas de otros rohingyas. Sus captores les ordenaron llevar suministros. Mareado por la fatiga y el hambre tras ocho días en el mar, cargó un saco de arroz sobre sus hombros. "Si nos deteníamos, los hombres nos golpeaban con varas".

El campamento estaba parcialmente rodeado por una reja con alambre de púas, recordó, y era custodiado por unos 25 hombres con armas de fuego, cuchillos y garrotes.

Hassan estima que había unos 300 rohingyas. Dormían envueltos en láminas de plástico, sin protección del sol ni la lluvia, y se les permitía sólo una comida diaria de arroz y pescado seco. Recuerda que estaba constantemente hambriento.

Una noche, dos rohingyas intentaron escapar. Los guardias los rastrearon, ataron sus manos y los arrastraron de vuelta al campamento. Luego, los golpearon con garrotes, varas de metal y cuerdas de goma. "Todos miraron", dijo Hassan. "No dijimos nada. Algunos lloraban".

La golpiza duró unos 30 minutos, agregó. Después, un guardia sacó un pequeño cuchillo y degolló a uno de los fugitivos.

Les ordenaron a los prisioneros deshacerse del cadáver en el bosque. Otra víctima fue lanzada al río. Tras la escena, Hassan vomitó de temor y cansancio, pero intentó no llorar. "Cuando lloraba me golpeaban. Ya había decidido que moriría allí".

Su única esperanza de ser liberado era su hermano mayor, de 42 años, quien es residente de Tailandia hace mucho tiempo. Hassan dijo que tenía el número telefónico de su hermano consigo, pero que en un inicio sus captores no le dejaron llamarlo.

Los traficantes son renuentes a lidiar con familiares en Tailandia, por temor a que tengan contacto con las autoridades y puedan peligrar sus operaciones.

Finalmente, Hassan logró contactar a su hermano, quien dijo que vendió su moto para juntar el equivalente a casi 3.000 dólares para asegurar su libertad tras 20 días en el campamento.

Reporteros pudieron rastrear la ubicación de tres campamentos, basados en los testimonios de rohingyas.

Tres periodistas viajaron en motocicletas y luego escalaron plantaciones de árboles de caucho y densas selvas para confirmar directamente la existencia de un importante campamento cerca de Baan Klong Tor.

Ocultos bajo un toldo azul, los rohingyas estaban divididos en grupos de hombres y mujeres. Algunos rezaban. El campamento era patrullado por guardias armados y protegido por pobladores y policías.

Los reporteros no intentaron ingresar. Los pobladores que han visitado el campamento dicen que el número de personas retenidas allí va desde unos 500 hasta 1.000 o más, dependiendo de la cantidad de gente que llega, sale o escapa.

Las entrevistas con una decena de pobladores también confirmaron la existencia de otros dos campamentos grandes: uno a casi un kilómetro y medio de distancia y otro en Padang Besar, cerca de la frontera con Malasia.

"ESA LINEA ROJA EN EL MAR"

Chatchawal, de la Policía Real de Tailandia en Bangkok, admitió que existe una política no oficial de deportar a los rohingyas a Myanmar. Dijo que se trata de "una alternativa natural o de la opción dos", pero que los miembros del grupo étnico se iban voluntariamente.

"Algunos rohingyas en nuestros IDC no pueden soportar estar en un limbo y piden regresar al lugar de donde vinieron", dijo Chatchawal. "Esto significa volver a Myanmar".

Los rohingyas en los IDC, por ejemplo, firman declaraciones en presencia de un líder local islamista en las que indican que desean volver a Myanmar. Pero estas declaraciones a veces son hechas en ausencia de un traductor de la lengua rohingya.

Cuando los periodistas visitaron al IDC de Sadao para este reportaje, el traductor era un musulmán de Myanmar que sólo hablaba tailandés y birmano y que, por lo tanto, no podía explicarles a los detenidos lo que estaban firmando.

Chatchawal también estuvo presente en el reciente testimonio de un rohingya que negó que hubieran sido trasladados a Myanmar. En lugar de ello, aseguró que funcionarios de inmigración tailandeses los subieron en barcos, se les dijo que habían sido vendidos y los llevaron bajo coerción a campos en Tailandia.

Reporteros entrevistaron a cuatro rohingyas que denunciaron haber sido víctimas de la red de trata de personas en complicidad con funcionarios.

En la casa donde Ediris e Ismail fueron entrevistados había otros dos sobrevivientes de los campamentos de tráfico humano: Abdul Basser, de 24 años, y Fir Mohamed, de 28. Ambos contaron historias similares. Fueron arrestados tras llegar a Tailandia un 25 de enero y retenidos en un atestado IDC de Phang Nga por unos ochos meses.

El 17 de octubre, ambos, junto con decenas de otros rohingyas, fueron llevados durante la madrugada hasta Ranong. "Nos dijeron que podríamos volver a Myanmar", sostuvo Mohamed.

Ese día, 48 rohingyas y cinco budistas birmanos fueron subidos a camiones y conducidos hasta un muelle. Los cinco birmanos fueron colocados en un bote y los rohingyas en otro. Después de estar una hora en el mar, el capitán detuvo el motor.

"Pensamos que el motor se había malogrado o roto", dijo Basser. "El capitán nos dijo que no podíamos volver a Myanmar, que habíamos sido vendidos por los oficiales de inmigración y de la policía", agregó.

Mohamed y Basser también lograron escapar después de ser llevados hasta una isla cerca de la costa de Tailandia.

Hasta ahora, el Gobierno tailandés ha negado las acusaciones de complicidad en el tráfico o contrabando de rohingyas, pero en una declaración que rompe con la postura oficial, Chatchawal dijo que funcionarios tailandeses pueden haber recibido dinero a cambio de estas personas aunque ya no lo hacen.

"En el pasado, y destaco que esto fue en el pasado, podrían haberse dado casos de funcionarios que recibieron pagos por entregar inmigrantes a barcos", admitió. "No lo estoy descartando, pero no he sabido de ningún caso específico recientemente".

También dijo que era posible que los rohingyas fueran interceptados por comerciantes y que nunca llegaran a Myanmar. "Una vez que ellos cruzan la frontera, esa línea roja en el mar, son responsabilidad de Myanmar", aseveró.

Por otra parte, reconoció que los campos descubiertos por Reuters existen al margen de la ley tailandesa. Se refirió a ellos como "refugios temporales" para personas que desean llegar hasta Malasia.

Los traficantes que gestionan estos campos "extorsionan a los rohingyas para sacarles dinero", pero la policía no acepta sobornos en su nombre, sostuvo.

En cuanto a las estaciones de mediación para el tráfico de personas en Padang Besar y Sadao, Chatchawal dijo: "Creo que podría haber más campos como esos. Podrían estar ocultos en lo profundo de la selva".

* Lea esta historia en un documento PDF:

link.reuters.com/ruk68v

* Mapa que muestra el éxodo de rohingyas:

link.reuters.com/tuk68v



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