Valores Morales

Tener vida espiritual

2014-05-17

La vida espiritual es una conspiración de amor, en la que Dios y el hombre están...

Autor: Juan del Carmelo

Tener vida espiritualÂ…, es ser propietario de un maravilloso Don, que el Señor nos ha regalado, y que si somos capaces de desarrollar no todas, pero si al menos bastantes de las posibilidades que este don nos ofrece, seremos no ya en el cielo, sino también aquí abajo en este mundo, la persona más feliz  que pueda existir, porque este don tiene la facultad de elevarnos al reino de amor de Dios.  Si uno se quiere relacionar con Dios, tiene que pensar que es indispensable, desarrollar su vida espiritual. Y ello, sencillamente porque Dios es un Ser que es espíritu puro, y para relacionarse con nosotros, lo que busca es nuestra alma, nunca nuestro cuerpo que de nada le sirve y cuyo valor esencial es solamente, el de ser el soporte de nuestra alma.

Dios le habla a nuestra alma, no a nuestro cuerpo y las percepciones sensoriales que nosotros podemos llegar a tener para captar y relacionarnos con Dios, son las propias de nuestra alma, no las de nuestro cuerpo. Ni con los ojos de la cara, ni con los oídos de nuestra cabeza, podremos nunca llegar a ver, ni llegar a escuchar a Dios. Son los sentidos sensoriales de nuestra alma, unos sentidos que existen y todos los tenemos, aunque sea atrofiadamente, son los únicos que pueden captar sensorialmente a Dios. Y es por ello, la gran importancia que tiene, que el hombre se preocupe y ocupe de desarrollar su vida espiritual, porque sin la existencia de ella es imposible contactar con Dios. Y si uno no se ocupa de contactar con Dios, al final irremisiblemente terminará contactando con satanás, antes o cuando llegue el final de la vida,  no hay término medio en la elección y el final nunca avisa.

Nosotros necesitamos alcanzar una vida sobrenatural, y tenemos que adquirirla aquí en la tierra. El camino para adquirirla comienza en la vida espiritual íntima del alma humana. Morir sin haberla adquirido significa el eterno fracaso. La vida espiritual de un alma es un acercamiento al Señor, de tal forma que cuando se perdura y avanza en esta vida interior del alma con su Creador, ella comienza a percibir, el amor de Dios y su protección de una forma más profunda y distinta de lo que antes sentía. Es la vida de los que han renacido de lo alto, de los que han recibido el Espíritu de Dios, que viene a nosotros.  Esta vida nos permite salir de la prisión en que estamos enmarañados y nos hace libre para vivir en Dio. El Señor nos lo dice claramente: "Lo que nace de la naturaleza humana es humano, lo que nace del Espíritu es espíritu".

La vida espiritual es una conspiración de amor, en la que Dios y el hombre están unidos para destruir a nuestro "hombre viejo" para hacer todas las cosas nuevas en Cristo, para restablecer todas las cosas en Él; en una palabra, para volvernos a modelar según el deseo del corazón de Dios. Toda la vida espiritual de un alma, no es más, que un reemplazamiento gradual del ser propio por Dios, siempre naturalmente dejando nuestra propia identidad personal intacta. Jean Lafrance a este respecto escribe diciendo: "La verdadera identificación con Cristo es interior, es decir, se sitúa más allá de la vida moral, de la conciencia, de los sentimientos y de las facultades de conocimiento y voluntad. Es ante todo la invasión de nuestro ser por la persona de Jesús".

Según prospera este cambio, este reemplazar lo humano por lo divino, aumenta la fuerza a nuestra disposición, y las posibilidades de un avance mayor crecen a cada paso. Por eso todo lo que tenemos que hacer es concentrarnos en el primer paso y nunca considerar la dificultad del próximo. Nuestra vida espiritual es una vida interior, porque el Reino de Dios está dentro de nosotros: "20 Los fariseos le preguntaron cuándo llegará el Reino de Dios. Él les respondió: El Reino de Dios no viene ostensiblemente, 21 y no se podrá decir: Está aquí o Está allí. Porque el Reino de Dios está entre ustedes". (Lc 17,20-21). Nuestra espiritualización se lleva a cabo a base de interiorización, sobre la base de que vaya aumentando y controlándose por nuestra alma los deseos de nuestro cuerpo y también los propios de la misma alma cuando ellos ofenden a Dios o no son plenamente de su agrado. Con el paso del tiempo este proceso de dominio del alma sobre el cuerpo se va acentuando más San Pablo nos decía: Aunque externamente nos vamos desmoronando, interiormente vamos siendo renovados de día en día (2Cor 4, 16). Al transcurrir la propia vida hacia las sombras de la ancianidad, al decaer su éxito y al disminuir el esplendor de su vida, uno se hace más consciente de la inmensa belleza de la vida interior.

El avance en el desarrollo de la vida espiritual de un alma solo puede asentarse y crecer sobre las tres virtudes esenciales, sobre la fe, sobre la esperanza y sobre el amor. A este respecto, Carlo Carreto escribía: "Yo creo que no existe en el mundo un oficio tan difícil como el de vivir de fe, de esperanza, y de amor. Se trata en el fondo de dar un salto en la oscuridad, o para ser más precisos un salto en lo invisible. No resulta fácil. Yo hace tiempo que me he acostumbrado, y, sin embargo, he de deciros que tiemblo siempre ante la novedad de un nuevo salto, que me propone la presencia de Dios en mi conciencia".

Cierto es, que todas las energías necesarias para vivir sin pecado y obrar el bien debemos de esperarlas de la gracia de Jesucristo y no de nuestros esfuerzos únicamente; pero cierto también es que hemos de vigilar para no debilitarnos en la lucha. Tanto en los comienzos de una vida espiritual, además de la fe el amor y la esperanza, la humildad es imprescindible. La humildad es la madre de todas las virtudes y la más querida por Dios, ella es el reconocimiento mental de la grandeza de Dios y la insignificancia de nuestro ser. En nuestra vida espiritual, hay que comenzar con humildad, tomar consciencia de nuestra incapacidad y pobreza espiritual y sobre todo humildad, ante todo humildad, la humildad que es la reina de las virtudes y la que más provecho nos da en el desarrollo de nuestra vida espiritual. Si hay algo que más le repugne al Señor, es el orgullo de carácter espiritual. Acordémonos del fariseo orando en el Templo.

No nos preocupemos de nuestro futuro puesto en el cielo, pensemos más en los peligros reales que nos asechan para no lograr llegar al cielo. En el salmo 131, podemos leer: "Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad, sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre". (Sal 131) Nuestro mérito siempre consistirá en cumplimentar la voluntad del Señor y amarle, amarle, amarle con pasión con locura pasional, pues de la misma forma que nosotros le amemos a Él, así pero con mucho más, nos corresponderá Él.

Cuando se comienza, y se dan los primeros pasos de la vida espiritual de una persona, el secreto anhelo, que tienen casi todos los que dan estos primeros pasos en su vida espiritual, es soñar con alcanzar una gran gloria. Pensando en su llegada al cielo, lo cual no es malo en sí, pero nunca debemos de ponérnoslo como una meta a cumplimentar. San Josemaría Escrivá, ridiculizaba en sus charlas, aquellos que se proponen realizar grandes hazañas espirituales, desproporcionadas con la realidad. Ironizaba estos propósitos, que para él, eran semejantes a las hazañas de Tartarí de Tarascón queriendo cazar leones en los pasillos de su casa.

Es una táctica muy usada por el maligno, que cuando ve que queremos realizar de acuerdo con nuestras fuerzas, algo que le va a molestar mucho a él, nos propone enseguida realizar algo mucho mejor y superior, pues conoce nuestras fuerzas, y sabe que lo superior nunca lo vamos a llevar a buen término y así nos desvía de hacer algo más modesto pero efectivo.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.



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