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Brasil, ante el fantasma del 82

2014-06-12

Hay un sentimiento generalizado de que Julio César no ha hecho mejor temporada que...

LADISLAO J. MOÑINO, El País

Pese a la confianza que desprendieron ayer Luiz Felipe Scolari y Neymar en su comparecencia de prensa, sobre Brasil suelen sobrevolar tradicionalmente algunos de los peores fantasmas de su historia. No se duda del bloque rocoso que ha formado su seleccionador, tampoco de su capacidad para jugar a un ritmo elevado que pocos rivales podrán soportar, ni de la magia de Neymar y de su capacidad para generar contragolpes. Exitosa como ninguna selección, algunos de sus fracasos en los Mundiales han sido tan recordados como sus grandes victorias. A esta selección, que en unas horas debuta ante Croacia, se la emparenta con la del Mundial 82. No por el estilo, sino por las dudas que ofrece en la portería y en la cabeza del área. Las figuras del portero Julio César y del delantero Fred estarán muy fiscalizadas por la propia torcida brasileña. A uno se le emparenta con Waldir Peres, el meta alopécico y poco ortodoxo del 82; y al otro, con Serginho, aquel nueve espigado que no pudo concretar con goles el excelso juego de los Cerezo, Zico, Falcao, Eder y Paulo Isidoro. Sobre los dos aún recaen las culpas de la derrota contra Italia (3-2) en Sarrià, bautizada en un libro del exseleccionador José Saldanha como El trauma de la pelota.

Hay un sentimiento generalizado de que Julio César no ha hecho mejor temporada que Jefferson, el portero del Botafogo. Sobre este circunda la leyenda fatal que recae sobre los porteros negros desde la condena de Barbosa en el Maracanazo. A Julio César aún le pesa el recuerdo de su error en el gol que dejó fuera a Brasil ante Holanda en los cuartos de final del Mundial de Suráfrica 2010. Cedido por el Queen's Park Rangers al Toronto de la Major League Soccer, desde enero solo jugó siete partidos y encajó nueve goles. "Si ganamos la Copa, quiero honrar a Barbosa", proclama Julio César. Scolari confía en el meta de 34 años como uno de los líderes del grupo. Ha sido su portero desde que regresó al banquillo del pentacampeón en un amistoso contra Inglaterra hace ya casi dos años.

A Fred, más que su funcionalidad, se le discute su perfil bajo frente a la mística de los grandes jugadores de área con los que acudió Brasil a la mayoría de los Mundiales. "Sé cuál es mi responsabilidad dentro del campo. La principal función es marcar goles, si puedo voy a intentar hacerlos en todos los partidos, pero también tengo que hacer de referencia para mis compañeros y llevarme defensas con movimientos para abrirles espacios a Neymar y a Hulk", dice Fred. Tiene asumido el punta del Fluminense que su relación con el juego y con el balón será en situaciones muy específicas, o para rematar o para desahogar el juego y facilitar la llegada de la segunda línea. "A veces me paso la mayoría de los partidos sin tocar el balón, pero en los momentos en los que el ataque es complicado, con Neymar y Hulk bien marcados, es normal que me busquen a mí porque soy el más adelantado, pero creo que esto favorece mi juego", argumenta el ariete.

Fred también es víctima de la rivalidad Río-São Paulo. Hace una semana, durante el amistoso con Serbia, fue silbado a la vez que la hinchada paulista coreaba el nombre del exsevillista Luis Fabiano, descartado por Scolari, que optó por Fred y Jô como referencias en el ataque. "Estoy seguro que ante Croacia nos animarán a todos", apunta el seleccionador. Sin embargo, no sería la primera vez que São Paulo se pone en contra de la selección. En esta dualidad entre las dos grandes ciudades también aparece la alargada sombra del Mundial 50. Flavio Costa, el seleccionador, decidió cambiar el once e introdujo jugadores del São Paulo para el segundo partido de la primera fase ante Suiza. Quería complacer a un público que le acusaba de haber tenido preferencias por los jugadores de Río y con el que había tenido enfrentamientos en los años anteriores por este mismo motivo. Suiza empató a dos y Flavio Costa fue agredido e insultado por un centenar de personas al término del partido. Después de esto, la federación brasileña decidió que Brasil jugaría todos los partidos que restaban en Maracaná.

Esa tirante relación de São Paulo con su selección fue llevada al extremo por Dunga cuando, tras empatar en el estadio de Morumbi con Ecuador, dijo: "Tranquilos, este es el último partido que jugamos fuera de casa".



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