Vuelta al Mundo

La ‘primavera yihadista'

2014-06-21

Pero asegura que, en ningún caso, volverán los soldados estadounidenses a luchar en...

FRANCISCO G. BASTERRA, El País

La historia se repite y los presidentes de Estados Unidos pueden cometer los mismos errores tropezando en similares piedras. Le ocurrió a Eisenhower y después a Kennedy, quienes comenzaron por enviar asesores militares a Vietnam del Sur para tratar de contener la caída de las fichas del dominó en el Sureste asiático. No les sirvió la lección de la derrota francesa en Dien Bien Phu en la primera guerra de Indochina. Fue insuficiente y Johnson lanzó al país a un conflicto abierto escalando la intervención militar norteamericana. Para salir derrotados en 1975 tras perder la vida 58.159 soldados estadounidenses.

Barack Obama, tras cerrar dos guerras en falso, la primera, la de Irak, heredada de su predecesor, George W. Bush, y la segunda suya, en Afganistán, presionado por el avance de los nuevos bárbaros yihadistas hasta las puertas de Bagdad tras controlar ya algunas explotaciones petrolíferas, envía también 300 asesores militares. Pero asegura que, en ningún caso, volverán los soldados estadounidenses a luchar en Mesopotamia. La misión en Irak no estaba cumplida, tras la invasión EE UU vació el Estado, como tampoco lo está la de Afganistán.

Presionado por la sangría económica originada por los dos conflictos y una opinión pública que ya no soporta las intervenciones exteriores, Washington se repliega, convencido de que la reconstrucción doméstica es ahora su primera misión. Obama, el reflexivo, sigue dudando sobre el papel de EE UU en un mundo multipolar en el que nadie busca asumir las cargas mundiales que hasta ahora recaían en exclusiva sobre Washington. Europa, aquí también, está fuera de juego.

Dicen que un problema que no tiene solución deja de ser un problema. No es el caso de esta primavera yihadista que sigue a la enterrada primavera árabe. El intento de crear un califato islámico suní, una de las ramas del islam minoritaria en Irak en el continuo que forman Siria e Irak, amenaza con la desintegración de Oriente Próximo, la fragmentación de las actuales fronteras, el fortalecimiento del Irán teocrático chií como gran poder regional, y un peligro de incendio para la gasolinera mundial del Golfo Pérsico.

El pretendido califato no busca construir una nueva Alhambra, su ADN es terrorista y su amenaza no se circunscribe a Irak. El eventual nuevo Sunistán exporta terroristas suicidas contra objetivos civiles, decapita a los chiíes y a otras minorías, y amenaza a Europa y Estados Unidos. Cientos de europeos, también españoles, luchan en sus filas. Aunque desde España solo alcancemos a fijarnos en nuestro campanario, también nos atañe, a nosotros y a la Europa que defendemos.

La democracia y el mundo árabe y musulmán no son incompatibles, pero el pluralismo no se ha instalado aún en estas sociedades. Los europeos, siglos atrás, también superamos largas guerras religiosas. No hay solución buena en Irak. Implicarse en una guerra civil en unas sociedades tribales y multisectarias es sin duda la peor opción. La de Obama, si no es arrastrado a un nuevo Vietnam, por prudente, es la menos mala.



ROW