Disparates y Desfiguros

La fallida defensa de los haberes de retiro de magistrados por un senador panista

2014-06-24

El señor senador, tan codiguero, tan conocedor de los intríngulis legales,...

Ortiz Tejeda, La Jornada

Ni perdón ni olvido. Simplemente, hartazgo, muina. De esas que mis abuelas reciclables aseguraban que repercutían en la salud del cuerpo (pos onde más). Muina: Expresiva palabrita para llamar al coraje entripado que acarrea una serie de quebrantos como bilis e ictericia y que afecta al hígado y la vesícula. Este coraje provoca también males como el bocio o buche, llamado igualmente calor subido. Otro día, o sobre pedido, pasaré gratuitamente, para estos males, algunas medicaciones que a mí me han servido desde tiempos inmemorables. (Me sé otras, para el susto y el mal de ojo). Bueno, pues éstas eran las razones, subjetivas, que me retiraban de la penosa empresa de continuar con la tomografía del H. tribunal electoral. Pero que de repente surge otra, totalmente objetiva que me entusiasma y recompensa: leo en La Jornada: El Congreso de la Unión derogó (jueves 20), la fracción 31 de la Ley Orgánica de Poder Judicial de la Federación. Estoy tan poco familiarizado con las noticias gratas que, cada cuando allá de vez en vez recibo una, no sé cómo reaccionar. Mi matutino Martini tuvo que duplicarse con el razonamiento de la Cámara de Diputados: "Se cometió un error político y de equidad con millones de mexicanos en pobreza y sin la posibilidad de un retiro digno en su vejez". Imaginaba las caras de los ex beneficiarios de esta infamia. Sus últimos y humillantes halagos al Congreso habían sido inútiles. A siete voces declararon: los probos, patriotas legisladores llevaron a cabo la más justa de las reformas, y votaron este multimillonario haber de retiro, que está sustentado en tales y tales normas internacionales. Es evidente que es nuestro derecho, que lo merecemos pero, como la infamia de "algunos medios de comunicación" (no todos, aclaran) han provocado una injustificada y equívoca reacción en la opinión pública, renunciamos a esa legítima prestación, ¡Ah, pero eso sí! Exigimos que se apruebe para nuestros sucesores. Sí chucha, si la aprueban ahorita, dentro de dos años, los heroicos renunciantes de hoy, tal como lo anotó la columneta en pasada edición, se acogen a ella ¿y? Pues claro que se las hacen efectiva. Por eso, honorable Congreso de la Unión, este gol sí que los redime. El marcador fue apabullante: con 438 legisladores presentes se registraron 438 votos contra la exacción ministerial. Horas más tarde, el Senado reconfirmó la decisión cuasi por unanimidad. La excepción, totalmente explicable, fue la de este modosito y untuoso joven campeón de todas las componendas políticas y personales, cristianamente avaladas. Permanente ave Fénix, pero en reversa. Breviario: según Heródoto, esta ave mitológica, llamada Fénix, tenía la manía de morirse a cada rato, pero siempre resurgía de sus cenizas a un nuevo esplendor. Nuestro Fénix autóctono vuela en reversa: por más que lo encumbren regresa con toda asiduidad a la ceniza: jamás ha ganado una justa electoral, pues las dos veces que ha obtenido un lugar en el Congreso, ha sido merced a los votos conseguidos por otros. Se dice que las lágrimas del ave Fénix son curativas, pero parece que no siempre: a la excelsa literata Josefina Vázquez Mota y al señor senador Ernesto Cordero, tutor académico de Thomas Piketty, no les han servido para mitigar las dolencias, insomnios, inapetencias varias, alergias y hasta carrerillas que aún padecen, después los resultados desastrosos a que los llevó la incompetencia del responsable de sus respectivas campañas. Breviario: Thomas Piketty es un joven economista (43 años), director de estudios de la École des Hautes Études en Sciencies Sociales. (No puedo precisar si de Saltillo o de París, pero tampoco hay mayor diferencia). Con su reciente libro: El capital en el siglo XXl ha causado verdadera conmoción en el mundo de la academia, la gobernanza, las finanzas, las iglesias, las grandes corporaciones trasnacionales, o séase los gobiernos de a de veras, el show business y, por supuesto, el Vaticano.

En beneficio de este joven senador digamos que puede ser torpe, inexperto y, por supuesto, soberbio al infinito, pero no mal intencionado: para no hacer menos a sus asesorados, también él perdió de manera muy lamentable su propia candidatura a la presidencia del PAN y, hace unas horas, su alegato en favor de la pensión de los magistrados del tribunal electoral, registró un marcador de cuatro votos a favor de su propuesta y 94 en contra.

Está claro que todo este panegírico se refiere al senador Gil Zuarth. Sí, fue este héroe de mil derrotas políticas, y de otras especies, que mi sentido de la estética jamás me permitiría cronicar, el único legislador que con una plena identificación en conducta, principios y espíritu de cuerpo, defendió la pensión de los magistrados del tribunal electoral, con los argumentos que lo describen, a sí mismo, tal como es. En la nota de Roberto Garduño, Víctor Ballinas, Andrea Becerril y Enrique Méndez, se lee: Gil Zuarth acusó a los senadores de "actuar con prejuicio" y de practicar el "populismo jurídico". El señor senador, tan codiguero, tan conocedor de los intríngulis legales, ¿sabrá que prejuicio significa: juicio aventurado, carente de conocimientos suficientes? ¿Qué un prejuicio se entiende como una distorsión en la percepción de la realidad? ¡Claro que no! Porque sus saberes son estrechos. Como diría el siempre presente Ricardo Garibay: el senador está lastimosamente carente de libros, como su patrón, don Felipe de Jesús. Todas las denuncias documentadas en las cámaras, los medios de comunicación, en la academia, en las redes sociales y, abrumadoramente, en "radio bemba", nada significan para "don Gil de las calzas blanquiazules". Breviario: en mi modesta escuela de gobierno aprendí: "Don Gil de las calzas verdes" es una excepcional obra del barroco español, dada a conocer por su autor, Tirso de Molina, en 1635. Por pura coincidencia se refiere a enredos matrimoniales de esos a los que todos estamos tan expuestos, sobre todo cuando somos tan mediáticamente devotos y, en la intimidad, tan poco cumplidores. ¿La repulsa abrumadora de todos los sectores sociales a las prebendas ministeriales y los datos precisos de las infamias presupuestales que, por otra parte, jamás merecieron una explicación racional de los interfectos, también son parte del prejuicio? Agregó el senador en su virulento, pero de conciencia alegato, que sus compañeros practican el "populismo legislativo". ¿En qué año de la Escuela Libre de derecha se estudia esa materia? Me parecería más lógico que cursaran la de "despotismo ilustrado legislativo". Para terminar, don Gil de las calzas de cualquier color agrega: "si se deroga la pensión a los magistrados, "se dan incentivos para que los jueces se corrompan". Al margen de esta equívoca forma de expresarse (pero normal en su hablar cotidiano), lo que deja claro es su íntima manera de pensar, evidentemente amoral. Más que complicidad con los magistrados fue la autojustificación de su conducta: " lo caido caido y haiga sido como haiga sido". El principio ético que enarbola contra la corrupción no tiene desperdicio: "pa'que luego no tomen de más, pos mejor démoselos desde endenantes". Está claro, es la concepción legalita y bendita de las corruptelas sublimadas. Tú sírvete con la cuchara que puedas, al fin que luego te confiesas. Eso sí: limosna vasta y penitencia pequeña.

La revista Proceso publicó, el 17 de junio de 2012: "Hace cuatro años, Gil Zuarth no tenía coche, poseía un modesto departamento de 100 metros cuadrados y era deudor de dos tarjetas de crédito, pero poco después de 2006 compró una camioneta Volvo de 650 mil pesos y una casa de 4 millones en el barrio de lujo de San Ángel Inn". ¿Infames calumnias? Imposible saberlo. Gil Zuarth, Martínez Cázares, Maximiliano Cortázar, Alejandra Sota, César Nava, Marianita Gómez del Campo o ningún otro miembro del calderoncártel, fue capaz de querellarse contra los pérfidos calumniadores.

Tengo una propuesta más para ayudar a que los magistrados, que van a decir la última palabra sobre las elecciones del año entrante (que comprenden diversas autoridades locales y la mitad del Congreso federal) se comporten, si no es mucho pedir, como gente de bien. Llamémosle, por ahora: "adopte a su magistrado del tribunal electoral". La explico el lunes 30.

 



EEM