Cuentas Claras

La consumación de la dependencia y el pasivo laboral

2014-08-05

Veamos además lo que escribió sobre el tema el secretario de Hacienda en reciente...

Javier Jiménez Espriú

Mientras escribo estas palabras, en las cámaras de Senadores y Diputados se afinan los últimos detalles para el acta de la consumación de la dependencia de México. Hecho histórico, sí, aunque no de los que en el futuro nos podamos enorgullecer.

Se inicia una nueva etapa de nuestro acontecer con la apertura del sector energético del país, sin su etiqueta de estratégico, lograda por la situación de la mayoría automática en las cámaras y la unánime dependencia y subordinación de esa mayoría automática al Presidente y, por tanto, a sus intereses y compromisos.

Los engaños para tratar de convencer a la ciudadanía de las bondades de la apertura no tienen fin: mejores precios de la energía, la creación de cientos de miles de empleos bien remunerados, el aseguramiento del total de la renta petrolera para la nación, la propiedad absoluta de los hidrocarburos para los mexicanos, el fortalecimiento de las ahora empresas productivas del Estado: Pemex y CFE, la preservación de la rectoría del Estado sobre el sector, la seguridad energética, la transparencia, la creación de órganos reguladores eficientes y rigurosos para evitar que nos coman vivos las empresas –como nos advirtió el gobernador de California–, la eliminación de la corrupción, etcétera, los más, se han ido diluyendo en el camino de las aprobaciones y la manipulación de los supuestos debates y las que aún no enseñan su color de cobre, lo harán en el transcurso de los días o los meses o años por venir, ya que, con los votos en la mano, nos han ido retrasando el momento de los grandes logros: "en dos años o tres veremos…", esto lo percibiremos en las próximas décadas, esto otro a mediano y largo plazos.

Como es el caso ahora del respeto irrestricto a los derechos de los trabajadores del sector, oferta presidencial repetida en todos los foros, que hoy que se esfuma y se trastoca con la propuesta, claro, no del Presidente, sino de los diputados –¡que son absolutamente independientes del Ejecutivo!–, de condicionar la asunción de los pasivos laborales de Pemex y CFE por el Estado al ajuste de los contratos colectivos de ambas empresas. Esto desde luego, e independientemente de la aberración que significa la intervención de los legisladores en un asunto de contratación laboral, después de una campaña mediática de satanización de los trabajadores como responsables del deterioro de las empresas, así como de la solución de los pasivos laborales como asunto sine qua non para una posible incursión de Pemex y la CFE en la lista magnífica de empresas competitivas de clase mundial, y con posibilidad de asociarse con las que vendrán a rescatarnos de nuestras incapacidades nacionales.

Primero, resulta irresponsable considerar la posible solución de los pasivos laborales una vez consumada la reforma en su totalidad y no como debiera haber sucedido, empezar por el arreglo y fortalecimiento de nuestras empresas nacionales integralmente, pasivos incluidos, antes de proponer la apertura, para someterlas a la competencia sin los grilletes y las cargas que hoy padece. Esto no se puede explicar sino a partir de dos supuestos: o una incapacidad total o un dolo diabólico. O mejor dicho tres: la tercera reúne a las dos anteriores y es la más probable, porque lo hicieron con engaños y mal.

Por otra parte, en lo referente a los pasivos laborales, la magnitud e importancia de los mismos las esclarece Gerardo Esquivel en El Universal el pasado viernes 1º de agosto, quien habla de la pequeña proporción de los pasivos en relación con la renta petrolera y señala que parece que toda esta discusión es como si hubiéramos matado a la gallina de los huevos de oro y ahora nos pusiéramos a discutir sobre lo costoso que está resultando el funeral. Sí, pero el costo del funeral, agrego yo, no será el de los pasivos laborales, sino el que tendremos que pagar los nacionales pasivos si no somos capaces de detener este atraco.

Pero además, ¿dónde quedaron las reservas que debieron haberse hecho para garantizar estos pasivos? O están, como debieran, en la contabilidad de las empresas, o no se pudieron hacer porque el gobierno extrajo de ellas hasta el último centavo para completar el gasto público, y su inexistencia es responsabilidad de los directivos de las empresas –muchos de los cuales ya están colocados en las que vendrán por la renta petrolera– o de los funcionarios responsables de la Secretaría de Hacienda, otros de los cuales están en el mismo camino que aquellos.

Veamos además lo que escribió sobre el tema el secretario de Hacienda en reciente artículo: Ahora bien, la mayor crítica a esta propuesta se ha centrado en el impacto que tendría en las finanzas públicas. Se ha dicho y escrito que se pretende favorecer a Pemex a costa del erario. La realidad es que el impacto neto sobre las finanzas públicas nacionales sería positivo. En primer lugar debemos tener en mente que Pemex ya es, y seguirá siendo, parte del sector público federal. Todos los gastos que hace Pemex, incluyendo los pagos de pensiones y jubilaciones, ya son parte del Presupuesto de Egresos de la Federación. Por tanto, trasladar un peso de pago de pensiones de Pemex al gobierno federal no modificaría el gasto público, simplemente sería un cambio en el lugar en que se registra en el presupuesto federal. De igual manera, trasladar un peso de deuda pensionaria de Pemex al gobierno no incrementaría la deuda pública total, pues la deuda de la empresa pública ya es hoy deuda pública. La posición financiera de la administración pública federal consolidada no se vería alterada y para el gobierno federal cada peso de deuda pensionaria que asumiera se vería compensado por un incremento de un peso en el valor de uno de sus principales activos de Pemex.

¿Por qué se trata entonces de aprovechar la coyuntura política y el impacto mediático de las pensiones exorbitantes para afectar los derechos de los trabajadores –no hablo de las transas de los líderes, que son harina de otro costal y que de ninguna manera serán tocados ni con el pétalo de una rosa–, cuando lo que se debiera aclarar es la responsabilidad de quienes no cumplieron su obligación de administrar adecuadamente las empresas y fincar las responsabilidades?

Y seguirán apareciendo las promesas incumplidas, las verdades a medias y las mentiras dolosas en esta lamentable historia de la reforma energética. Finalmente, la ciudadanía terminará por darse cuenta de la verdad. Ojalá no sea demasiado tarde.

 



EEM

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