Reportajes

Cuando las pistolas de los niños no son de juguete

2014-09-01

En numerosos lugares de Estados Unidos, la posesión de armas y su exhibición en...

SILVIA AYUSO, El País

"Mi primer rifle". Así se promociona Crickett, una empresa estadounidense especializada en armas para "la juventud de América". Entre los modelos más populares, un rifle de culata de un rosa brillante, quizás para ir a juego con la bicicleta o la muñeca de su joven dueña. Si ésta vive en Arizona, las próximas navidades podría acudir con sus padres al club de tiro de Scottsdale, en las afueras de Phoenix, que en los últimos años ha venido ofreciendo el tradicional posado familiar navideño junto con un Santa Claus y un detalle extra: un auténtico arsenal de armas automáticas bajo el lema "hazte tu foto con Santa y sus ametralladoras".

La niña también podría limitarse a disparar un par de rondas, incluso con un arma automática, mientras sus padres filman la escena. Eso es lo que ocurrió la semana pasada en otro rancho de tiro en Arizona, Bullets & Burgers (balas y hamburguesas), donde una niña de nueve años mató por accidente a su instructor de tiro cuando perdió el control de la Uzi, un subfusil de fabricación israelí, y le disparó en la cabeza, una escena que los padres de la pequeña registraron con su teléfono móvil.

No es un caso único. En 2008, un niño de ocho años asistido por un instructor en una feria en Massachusetts se mató de un tiro en la cabeza cuando perdió el control de la Uzi con la que quería disparar contra una calabaza.

En numerosos lugares de Estados Unidos, la posesión de armas y su exhibición en lugares públicos como supermercados o restaurantes se considera algo normal. Según encuestas privadas, entre el 37 y el 43% de los estadounidenses posee al menos un arma. Aunque generalmente es más de una. Datos oficiales indican que hasta 2009 había en el país unos 310 millones de armas, lo que significa que hay casi igual número de armas que de habitantes.

La Segunda Enmienda de la Constitución consagra el derecho a portar armas y cientos de miles, si no millones, de estadounidenses se encargan de hacer valer ese derecho siempre que pueden, apoyados por el poderoso lobby de la Asociación Nacional del Rifle, la famosa NRA. Consecuentemente, innumerables niños viven —o conviven— con las armas como un elemento más de su día a día.

A nivel federal, en Estados Unidos no hay una edad mínima legal para poseer un arma de cañón largo como un rifle. Y sólo una veintena de Estados han impuesto un límite de edad. Pero según el Centro Legal para Prevenir la Violencia de las Armas, incluso en esos Estados muchas de las leyes delimitadoras "contienen excepciones que permiten a niños poseer armas de cañón largo si uno de sus padres o guardián está presente, o si el menor participa en una actividad de caza o en tiro al blanco".

Además, "restricciones en cuanto al uso de ciertas armas de asalto o automáticas no se aplican necesariamente cuando se trata de campos de tiro", añade la abogada del centro, Lindsey Zwicker.

Según un estudio de la organización Everytown for Gun Safety, el número de muertes infantiles por arma de fuego es hasta un 61% más alto que las cifras oficiales. Tan sólo entre diciembre de 2012 y 2013, "al menos cien niños murieron en tiroteos no intencionales", o casi dos muertes por semana.

Alrededor de dos tercios de esas muertes tuvieron lugar "en el hogar o un vehículo que pertenecía a la familia de la víctima, a menudo con armas que poseían legalmente pero que no estaban puestas en un lugar seguro".

"Por lo menos podríamos expandir las leyes de protección de niños y de prevención de acceso" a armas, plantea Zwicker.

"Las armas no van a desaparecer en EE UU. Así que, ¿es mejor no hablarle nunca a tus hijos sobre las armas y hacer como que no existen, y que cuando se topen con una la manejen de manera incorrecta y se produzca un accidente, o es mejor mantener una discusión con ellos, explicarles que no es un juguete, que es un instrumento peligroso como cualquier herramienta peligrosa, como una sierra o un taladro?", pregunta Brian Jeffs.

Este geólogo de Michigan y padre de una adolescente es el coautor de My Parents open carry (Mis padres llevan armas a la vista), un libro para niños dedicado a "normalizar" la idea de que portar armas en público es un derecho y hasta una necesidad.

"Únete a Brenna Strong, de 13 años, y a su madre, Bea, y su padre, Richard, mientras pasan un típico sábado haciendo recados y pasándolo bien juntos. Lo que no es tan típico es que los padres de Brenna portan legalmente un arma a la vista para su autodefensa", reza la presentación del libro.

Casualmente, el "sábado típico" de los Strong (fuerte, en inglés) acaba en un campo de tiro, donde "Brenna y sus padres pasan un buen rato en familia". Poco después del accidente en Arizona, la NRA tuiteaba un enlace —aunque luego lo borró— a un artículo sobre "siete maneras en que los niños pueden divertirse en un campo de tiro", escrito por Mia Anstine, que mantiene junto a su hija una columna semanal con sus "aventuras" al aire libre en las que el rifle parece ser el compañero indispensable.

"Los accidentes de coche matan más niños, o los accidentes de natación", incide Jeffs. "Tenemos que enseñarle a nuestros hijos a nadar, a ponerse el cinturón de seguridad en el coche, así que ¿por qué no discutir sobre cómo manejar de forma segura las armas y qué son?", argumenta.

A raíz del accidente en Arizona, el debate sobre el control de armas ha vuelto a abrirse, aunque tímidamente. Zwicker reconoce no ser muy optimista respecto a que vaya a rendir algún fruto en materia de control de armas. Al fin y al cabo, tampoco la matanza de 20 niños en una escuela de Connecticut en 2012 logró, pese al trauma nacional y los esfuerzos personales del presidente Barack Obama, cambiar la posición proarmas del país.



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