Reportajes

Estoy en Irak para matar terroristas

2014-09-16

Por Antonio Pampliega (dpa)

KHALAR (IRAK) - "No soy una persona violenta. Jamás había empuñado un arma y, mucho menos, apuntado contra otra persona. No voy al frente a combatir por gusto, sino porque me han obligado. Los terroristas del Estado Islámico me han puesto el arma entre las manos. Son ellos o mi familia", afirma con rotundidad Saman Johwar Kahraman mientras comprueba que su rifle está cargado.

Se observa en el espejo de la habitación para colocarse el pañuelo ajedrezado en la cabeza. Suspira profundamente mientras termina de vestirse. La mirada de Saman está llena de tristeza. El joven piensa en la vida que dejó en la ciudad británica de Birmingham y siente nostalgia por el tiempo pasado. "Echo de menos volver a Inglaterra; aunque ahora mismo lo más importante es defender a los míos", comenta con el gesto torcido.

Saman no es un peshmerga al uso. Se alistó voluntariamente hace tres meses, cuando las hordas del Estado Islámico (EI) tomaron las ciudades de Jalawla y de Hosseini, a pocos kilómetros de donde residen su madre y sus hermanos. Hasta ese momento, este joven de 34 años estaba viviendo una plácida luna de miel con su recién estrenada esposa y planeaba como sería su vida en Inglaterra.

"No podía irme y dejar a toda mi familia a merced de estos terroristas. Nosotros somos Kakai (una minoría religiosa formada por 200.000 personas) y si el EI captura a mi madre o a mis hermanos los matarán. No tendrán piedad de nosotros porque nos ven como unos infieles. Y no permitiré que derramen la sangre de mi familia", sentencia categórico.

"Además, aquí se está librando una guerra contra el terror y el fanatismo, no sólo en Oriente Medio, sino a nivel mundial. Al otro lado, en las trincheras del EI hay británicos, como yo, que volverán a mi país a atentar. Y no permitiré que vuelva a producirse una cadena de atentados como la que hubo en Londres. Estoy defendiendo a mis conciudadanos y a mi país de acogida al que debo la vida", revela.

Y es que Saman, aunque nació en Irak en el seno de una familia kurda, emigró a Reino Unido en el año 2000 después de que su padre, un alto oficial de los peshmerga, fuese asesinado por los acólitos de Sadam Hussein. "Ataron una soga al cuello de mi padre. Lo ataron a la parte posterior de un coche y lo arrastraron por toda la ciudad de Khanaqin hasta que acabaron con su vida", rememora el británico sin poder contener la emoción al recordar la figura de su padre.

Esa misma noche, Saman junto con uno de sus mejores amigos de la infancia, empapeló la ciudad de Khanaqin con pasquines contra el dictador. "Al día siguiente, la policía detuvo a mi amigo y, tras interrogarlo, lo asesinó. Yo tuve que huir para salvar mi vida", relata.

Esa noche de hace 14 años, el joven Kakai cruzó ilegalmente hasta Turquía, donde encontró unos contrabandistas que, tras el pago de una cuantiosa suma de dinero -que reunió gracias a su tío y a las joyas que le dio su madre-, le montaron en un doble fondo de un camión. "No recuerdo los días que estuve allí metido. Había más gente de otros países. No hablábamos entre nosotros. Nos daban muy poca comida y agua. Parábamos cada dos o tres días. Fue muy duro", hace memoria.

Y cuando el camión se detuvo, el joven Saman, sin hablar una sola palabra de inglés, desembarcó en el puerto de Londres. Había recorrido miles de kilómetros, dejando atrás su país natal y la tierra de sus ancestros para acabar en un lugar desconocido. "Al principio trabajaba de cualquier cosa. Hasta que, poco a poco, fui aprendiendo el idioma y fui ascendiendo", señala.

Saman llegó a ser uno de los encargados de la oficina de correos en la ciudad de Birmingham. "La vida era perfecta. Tenía una novia. Muchos y muy buenos amigos. Recorría Europa. Me habían concedido la nacionalidad británica. Por primera vez en mi vida, la fortuna me sonreía", afirma.

Pero todo se fue acabó cuando su madre, con la que hablaba regularmente, le llamó para decirle que le había encontrado una esposa en Khalar, por lo que debía volver a Irak para casarse. "Así que 14 años después de haberme marchado de mi país, volvía para casarme con una mujer a la que no conocía. Estaba aterrado", recuerda.

Sus miedos se difuminaron cuando vio con sus propios ojos a Peruin, su prometida. La mujer, 13 años más joven que él e hija de un rico comerciante de la ciudad de Khalar, superaba sus expectativas, y volvió a sentirse muy afortunado. "Pero cuando planeábamos regresar a Europa para vivir allí, los terroristas de EI comenzaron a tomar ciudades y pueblos hasta llegar a las puertas de Khalar y de Khanaqin".

Es ahí cuando Sam desempolvó el uniforme de peshmerga de su padre y se convirtió en un soldado más en esta guerra contra el terror. "No entiendo que gente nacida y criada en Europa pueda dejarlo todo para unirse con el Estado Islámico y asesinar a personas inocentes. Yo amo Inglaterra. Y estoy aquí para dar mi vida, si es preciso, para que ninguno de esos terroristas lleguen jamás a pisar suelo británico", apunta.

Curtido en mil batallas, Saman recuerda historias de primera línea de combate y también a compañeros caídos junto a él. "Luchando en Jalawla, los terroristas salían de unos agujeros excavados en la tierra y se inmolaban delante de nosotros. Son fanáticos religiosos e ignorantes que no tienen respeto por nadie".

"Volveré a Inglaterra", afirma. "Y lo haré con la conciencia tranquila sabiendo que he defendido a mi familia y a mi país de la amenaza terrorista", finaliza este orgulloso peshmerga mientras, como cada día, se encamina hacia el frente batalla.



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