Reportajes

Gastar mejor para producir más

2014-10-24

El informe de Fernández-Arias y Ernesto Stein, presentado en Casa de América, en...

CRISTINA DELGADO, El País

América Latina y el Caribe han realizado importantes avances en las últimas décadas. Sin embargo, los ingresos per cápita de su población son todavía un 80% más bajos a los de Estados Unidos. El principal escollo para cerrar la brecha con las economías avanzadas es la baja productividad, que lejos de estrecharse, sigue creciendo. ¿Por qué muchos países asiáticos como Taiwán o Corea del Sur, que partían de un desarrollo económico inferior, han conseguido mejores resultados? Tanto en Asia como en América Latina se han aplicado planes industriales y políticas de desarrollo productivo. Sin embargo, ni el diseño ni la ejecución han sido igual de eficientes.

"América Latina ha estado creciendo en los últimos años al 3% de media. Eso ha sido posible gracias a una mejora en su estabilidad. La región tiene ahora bancos centrales independientes, reglas fiscales, la inflación ya no es la principal característica de los países, se ha avanzado en educación... Pero la productividad no mejora, y eso tiene impacto en el crecimiento potencial", considera José Juan Ruiz, economista jefe del Banco Internacional de Desarrollo (BID).

En los setenta la región se lanzó de lleno a los planes industriales. Los resultados no fueron los esperados, y en muchos casos, los fondos acabaron en manos privadas o crearon grandes distorsiones en el mercado. En los noventa, la mayoría de países abandonaron la confianza en los planes de desarrollo productivo. Pero ninguna de las dos tendencias ha dado resultado para mejorar la productividad. ¿Existe una tercera vía? La clave, considera el BID, no es la cantidad de los planes, sino la efectividad de los mismos. Y es necesario aprender a aplicarlos bien para lograr que América Latina logre la convergencia con las economías avanzadas.

Dos países lanzaron medidas públicas para proteger el comercio de arroz, Costa Rica y Argentina. Costa Rica impuso aranceles muy altos (del 35%) y controla los precios de cada etapa de producción. Los subsidios del arroz equivalen al 45% de su precio interno. Cuando las cosechas de un año son malas se permite la importación, mediante cuotas que se asignan a empresas privadas. La productividad del arroz se ha reducido de forma imparable. Argentina, por su parte, tenía problemas con una variedad de arroz que cultivaba para exportar a Brasil, de baja calidad y baja productividad. También intervino con políticas públicas: introdujo un impuesto a los productores destinado a financiar actividades de investigación a través de una entidad estatal. Este organismo desarrolló una nueva variedad de arroz, que hizo aumentar la productividad.

Estas dos intervenciones públicas sobre el arroz son solo uno de los ejemplos que utilizan Eduardo Fernández-Arias y Ernesto Stein en el extenso informe Cómo repensar el desarrollo productivo, editado por el BID. Ambos economistas forman parte de su Departamento de Investigación. Y han realizado un profundo análisis, que más allá de un diagnóstico sobre la productividad en la región latinoamericana, ofrece claves concretas sobre cómo lograr que la inversión pública y los incentivos industriales no caigan en saco roto. "La agenda de políticas en este ámbito no trata sobre si adoptar o no políticas activas, sino cómo hacerlo. No necesariamente pasa por gastar más, pero sin duda alguna, sí por gastar bien". Ese es el punto de partida que toman.

El informe de Fernández-Arias y Ernesto Stein, presentado ayer con una mesa redonda celebrada en Casa de América, en Madrid, sostiene que la clave para que los planes industriales den resultado está en ser prácticos y realistas. Identificar qué falla, qué actuación concreta podría remediar esos fallos y saber si se cuenta con instituciones a la altura para aplicar esos planes. No es fácil, reconocen los economistas. Para empezar, porque no se pueden importar los éxitos de otros países. "No hay recetas únicas", advirtió Stein durante el debate, moderado por el exdirector de EL PAÍS, Joaquín Estefanía. Además, para identificar qué necesidades merecen el apoyo público y calcular su efecto la colaboración con el sector privado es necesaria, y no siempre es fácil, porque pueden crear distorsiones y acabar por ser las únicas beneficiadas por las ayudas públicas, señala Fernández Arias. Aún así, considera, la colaboración es posible, siempre que las Administraciones sepan calcular los riesgos.

Entre las recetas contra la falta de productividad que Fernández-Arias y Stein ofrecen a América Latina y el Caribe hay una que domina sobre todas: Investigación y desarrollo. Todos los países no pueden convertirse en Silicon Valley de la noche a la mañana, reconocen. "Pero siempre es necesario un nivel mínimo de I+D para buscar y adaptar tecnologías ya desarrolladas a las condiciones locales con el fin de converger", señalan. América Latina tiene una clara deficiencia en fondos destinados a la investigación. Mientras en Israel la suma del gasto (público y privado) en esta materia se acerca al 4,5% del PIB, y en EE UU supera el 3%, la media de la región latinoamericana no alcanza ni el 1%. Aun así, ni siquiera en investigación se trata de gastar más, sino de gastar mejor y asegurarse de que las ayudas públicas tienen el mayor impacto en la sociedad y el crecimiento económico.



LAL