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Veinte años después, los balseros cubanos siguen llegando a EU

2014-10-29

Ni las reformas económicas de mercado, ni el aumento de turistas ni la mayor cantidad de...

Por Daniel García Marco

MIAMI (dpa) - Un mes tardaron en ser identificados los cadáveres de cuatro balseros cubanos recogidos en las aguas del Estrecho de la Florida. Los tatuajes, las cicatrices y el ADN de algunos familiares ayudaron a ponerles nombre a final de septiembre.

Ni las reformas económicas de mercado, ni el aumento de turistas ni la mayor cantidad de dinero que entra en Cuba por las remesas están evitando que aumente el número de balseros hacia Estados Unidos.

En el pasado año fiscal, que acabó el 30 de septiembre, la Guardia Costera de Estados Unidos cifró en 3.722 los cubanos que intentaron salir de la isla, número muy superior a los 2.129 del año anterior. Según el gobierno de Washington, 25.000 cubanos llegaron por tierra o mar en el mismo periodo.

Los guardacostas los recogen en altamar, los repatrian y buscan a los desaparecidos, que partieron de Cuba pero no llegaron a Florida, como los 17 de una balsa de 32 que no vieron la costa mexicana en agosto.

"Me ha llamado una señora desde Cuba que tiene a un yerno en una balsa de 23 que salió el día 20 de Mariel. Están perdidos en el mar y no han aparecido en ningún lado", cuenta a dpa Ramón Saúl Sánchez, líder del Movimiento Democracia, con sede en Miami y que ayuda a familias de balseros. Sánchez teme lo peor porque el trayecto, si todo va bien, no demora más de cuatro días.

Veinte años después de la crisis de 1994, por la que llegaron a las costas de Estados Unidos unos 34.000 balseros en un solo mes, los cubanos siguen asumiendo el riesgo de atravesar las 90 millas (unos 140 kilómetros) que les separan del país vecino.

"Uno no se echa al agua para morirse. Los balseros son los que decidieron sobrevivir y parte de eso es salir en una balsa. El balsero es el que se prepara, calcula sus riesgos, el que quiere sobrevivir", afirma a dpa Jorge del Río, de 50 años y que hace 20 fue uno de los que en agosto de 1994 decidió intentarlo aprovechando la falta de control del gobierno cubano.

Del Río y sus compañeros de aventura, superados por la desesperanza, recurrieron al ingenio para construir una balsa con materiales elementales. "Había que 'camuflajear' todo, hasta los clavos. Si por casualidad entraba alguien a la casa y la veía, era un peligro. Había que sacar las sábanas de la cama y ponerlas tendidas para que desde los balcones los vecinos no vieran que en el patio se estaba construyendo una balsa".

Tras muchos cálculos y esfuerzos para conseguir los materiales y evitar ser vistos, Del Río se lanzó al mar con otros cuatro compañeros el 19 de agosto de 1994. Su hermano iba en otra balsa para "minimizar riesgos". Después de tres días y tres noches y una tormenta, los avistó la Guardia Costera a 25 millas de Cayo Hueso, en Estados Unidos. "Ya estaba fuera, yo ya me sentía un hombre libre", dice.

El presidente Bill Clinton había anunciado el mismo día 19 que todos los balseros serían llevados a la base de Guantánamo "por tiempo indefinido". "De Guantánamo se sale, de donde no se sale es de Cuba. Sabíamos que de ahí íbamos a salir", recuerda Del Río. Otros compañeros de travesía decidieron no emprender el viaje porque no querían terminar en la base estadounidense.

A partir de esa crisis se promulgó la ley actual de "pies secos, pies mojados", en virtud de la cual, Estados Unidos repatria a todos los cubanos que intercepta en el mar ("pies mojados") intentando entrar de forma irregular al país.

Sólo los que alcanzan a pisar suelo norteamericano ("pies secos") pueden tramitar un permiso de residencia como refugiados que se les concede después de un año y un día, según la Ley de Ajuste Cubano estadounidense, que sigue siendo un incentivo para asumir el riesgo.

Del Río y sus más de 30.000 compañeros pasaron en Guantánamo un año. Washington les otorgó una visa para entrar en territorio continental. Así llegó a Miami, donde moderniza actualmente la casa que compró gracias a su trabajo en una pequeña empresa de consultoría ambiental de la que es propietario. Su madre, a la que sacó de Cuba junto a toda su familia en los años sucesivos, juega al "Candy Crash" con un iPad cerca de donde charla su hijo.

La historia de Del Río es la que comparten 20 años después los miles de balseros que no han encontrado su espacio en Cuba pese a las reformas de mercado que ha ido aplicando en los últimos años el gobierno comunista de Raúl Castro tras décadas de monopolio estatal.

"El cubano está en un punto de desesperanza. Se pensó que las reformas 'raulistas' por un lado iban a suponer una mejoría, pero no es así. Se sienten asfixiados", afirma a dpa Ramón Saúl Sánchez.

"La mayoría es gente joven, muchos de ellos están preparados y no parecen dispuestos a esperar a que haya una mejoría. Es extremadamente común entre los jóvenes que no ven un futuro muy cierto en su desarrollo personal y profesional en Cuba dadas las dificultades económicas", analiza Jorge Duany, director del Cuban Research Institute de la Florida International University (FIU).

"La mayoría concuerda en que las reformas han ido en la dirección correcta al abrir más oportunidades de empleo en el sector privado, pero no han tenido aún resultados concretos para la mayoría de la población", explica Duany a dpa las posibles causas del repunte de balseros.

Según datos publicados por el gobierno cubano en julio, más de 467.000 personas se han acogido al trabajo por cuenta propia.

"Sigue siendo muy difícil la vida diaria hoy en día en Cuba, la libreta de racionamiento no da para cubrir las necesidades de la población. Parece que es muy lento ese proceso de reformas y también que no ha tenido los resultados esperados", explica.

Emilio Morales, presidente de la firma de asesoría The Havana Consulting Group de Miami, considera también que las reformas llegaron "a un punto de saturación".

"Los espacios que se podían cubrir ya están cubiertos, no hay espacio para crecer en las modalidades que han abierto y como no abren otras, han generado una decepción en muchos que no han podido tener oportunidades. Entonces lo que hacen es emigrar", afirma Morales.

"No todos tienen una casa para convertirla en restaurante, en una barbería, en una peluquería o en un hostal. No todos tienen un auto que puedan alquilar. Esos son los negocios más prósperos del cuentapropismo", explica el consultor.

La población con recursos ha podido salir con más facilidad gracias a la mayor libertad que existe para viajar, lo que permite llegar a un tercer país para tratar luego de pisar Estados Unidos a través de la frontera con México.

La gente con menor capacidad no puede pagar a una mafia, por lo que sigue recurriendo a la balsa artesanal.

"Los picos migratorios más altos son una respuesta muy fuerte de la sociedad", asegura Morales, que ve en el éxodo el reflejo de la situación en Cuba.

En un momento en el que hay un clima de opinión a favor de que Washington levante el embargo comercial y financiero impuesto a Cuba desde comienzos de los 60 por la nacionalización de empresas estadounidenses, Morales afirma que el levantamiento de restricciones de viajes y de envío de remesas acordado por el gobierno de Barack Obama los últimos años fue "un escudo antimigratorio" para evitar una crisis como la de 1994. Ahora podría ya no ser suficiente.



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