Ciencia y Tecnología

Reshma Saujani, la mujer que quiere cerrar la brecha de género en la tecnología

2014-11-19

Pero si sus agresoras buscaban intimidarla, consiguieron lo contrario. "Fue un momento de...

Por Christopher Ross, The Wall Street Journal

La motivación de Reshma Saujani para fundar Girls Who Code, la organización sin fines de lucro más destacada de Estados Unidos, dedicada a cerrar la brecha de género en tecnología, se remonta a su último día de clases de octavo grado.

Hija de padres indios que se habían escapado de la dictadura de Idi Amin en Uganda para radicarse en una zona suburbana de Illinois, Estados Unidos, en los años 70, estaba acostumbrada a que le recordaran que era distinta por el color de su piel y por el notorio acento de sus padres. Cuando iba de compras con su familia a una tienda de alimentos local, miraba el perchero con llaveros personalizados con nombres —Jennifer, Tom, Charlotte, Michael— pero sus esperanzas de encontrar Reshma nunca se volvían realidad. Entonces, el día anterior al comienzo de las vacaciones, una compañera la llamó hajji, un insulto contra descendientes de personas de Medio Oriente e India, y decidió luchar. Pero después de clases se encontró frente a dos niñas —una con una raqueta de tenis y otra con un tubo de crema batida— y tras ser golpeada y caer al suelo, Saujani caminó con dificultad un kilómetro y medio hasta su casa, donde la esperaba su madre, que la vio llegar ensangrentada y desaliñada.

Pero si sus agresoras buscaban intimidarla, consiguieron lo contrario. "Fue un momento de despertar de mi identidad", afirma Saujani, que ahora tiene 38 años. Cuando comenzó la secundaria unos meses más tarde, formó un club de diversidad para educar a sus compañeros sobre otras culturas. Fue el primer paso en un camino que la llevó a una educación de prestigio, a los ámbitos del derecho y la política, y, en última instancia, a lanzar Girls Who Code en 2012. La organización brinda una educación intensiva en ciencias de la computación a jóvenes de secundaria a través de programas de verano en nueve ciudades de Estados Unidos. Las jóvenes aprenden los fundamentos de escribir código, desarrollar sitios web y aplicaciones, y robótica. También tienen la oportunidad de reunirse con líderes de la industria como Jeff Bezos, de Amazon, y Sheryl Sandberg, de Facebook. En apenas dos años, Girls Who Code ha tenido un éxito explosivo y consiguió el auspicio de empresas como Twitter, Google y GE, además de expandirse desde un programa en su primer año a unos 40 en 2015.

Reshma Saujani, fundadora de Girls Who Code Pamela Hanson para WSJ Magazine

Las metas de Girls Who Code no sólo tienen que ver con nivelar el campo de juego, sino que también abordan una preocupación urgente en la industria tecnológica estadounidense. Habrá 1,4 millones de empleos en informática en EE.UU. para 2020, y si se mantienen los patrones actuales, los graduados universitarios podrán ocupar sólo un tercio de esos puestos. Y mientras las mujeres estadounidenses capturan 57% de todos los títulos de pregrado, representan sólo 14% de los graduados de ciencias de la computación. A pesar de la visibilidad de luminarias de Silicon Valley como Marissa Mayer de Yahoo y Danielle Feinberg de Pixar, las mujeres ocupan apenas cerca de 25% de los empleos en Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (o STEM, por sus siglas en inglés).

Saujani y otros que estudian la disparidad de géneros en este ámbito han descubierto que la raíz del problema suele encontrarse en las presiones sociales durante la adolescencia. Al hablar con estudiantes que participan del programa Girls Who Code, se escuchan las mismas historias una y otra vez: al llegar a la clase de código o el club de robótica, descubren que no hay otras mujeres, o les dicen que la ciencia de la computación es para muchachos, que es muy difícil.

Saujani intenta contrarrestar esta tendencia no sólo al fomentar una hermandad inclusiva, sino también al imbuir a las niñas con algo del espíritu combativo que ella misma demostró luego de su pelea escolar. Su lenguaje suele estar matizado por tonos revolucionarios: no es una organización sino un "movimiento" compuesto por "soldados de a pie" y "verdaderos creyentes". "Esto es lo que intento enseñarle a las niñas", dice Saujani. "Hubo gente que me dijo no, que dijo: ‘No va a funcionar'. Pero no tienes nada que perder". Su objetivo declarado es llegar a un millón de niñas en los próximos seis años.

A mediados de agosto en Nueva York, 20 de las soldados de a pie de Saujani trabajan a toda máquina para terminar sus proyectos finales, ya que la graduación estaba planeada para fines de esa semana. En una aireada ex cancha de básquetbol dentro de la sede central del gigante de la publicidad de tecnología AppNexus, las jóvenes se reúnen en grupos alrededor de computadoras en largas mesas y su conversación entusiasta sólo es interrumpida por risas ocasionales. Durante los últimos días, en general trabajando en grupos, han estado utilizando las destrezas de código que adquirieron en los meses previos —las clases se dictan cinco días a la semana en el verano estadounidense, de 9 de la mañana a 4 de la tarde— para diseñar una aplicación o sitio web original y funcional para presentarlas ante sus pares, padres, asesores y ejecutivos de varias empresas durante la ceremonia de graduación. Las 375 alumnas del programa en todo EE.UU. hacen lo mismo en tres otras ubicaciones de Girls Who Code en Nueva York (en Goldman Sachs, AT&T y InterActiveCorp de Barry Diller), en ocho lugares en California (incluidos los campus de Facebook y Twitter y el centro de Intel en Stanford) y en sitios en Boston, Miami y Seattle (donde Microsoft, Google y Amazon ofrecen programas).

Alex Kukoff, de 16 años, está dándole los toques finales a una aplicación llamada Breadwinner que permite calificar y conocer la calidad del pan gratuito en restaurantes como Olive Garden y The Cheesecake Factory, en EE.UU. "Aún no incorporé los enlaces de búsqueda", murmura. En el otro extremo del lugar, Francesca Arecy, de 17 años, Rose Archer, de 15, y Clare Lohrmann, de 17, están amontonadas alrededor de una computadora portátil, trabajando en una aplicación que utiliza un algoritmo basado en el que emplea el sitio de citas románticas en línea OkCupid, para conectar electores con candidatos locales que defienden las causas que más les importan. "La idea es que el proceso político sea más amigable para el usuario", dice Lohrmann, con una sonrisa tímida.

En otra pantalla cercana, imágenes de vestidos y pantalones desfilan por la pantalla, en la demostración de una aplicación inspirada en la película Clueless que les permite a los usuarios hacer un inventario de su guardarropa en el teléfono.

Las estudiantes no evocan el estereotipo del especialista en código, antisocial y escondido en un sótano oscuro. Luego de pasar seis semanas juntas, las jóvenes —que provienen de distintas partes del país— se retroalimentan con la energía y el entusiasmo de las demás. Proponen sus proyectos con la seriedad de potenciales emprendedoras de Silicon Valley. Este es uno de los principales atributos que busca Girls Who Code: quiere personas que ejerzan influencia, mujeres jóvenes que recluten a estudiantes de primer año y funden clubes de código locales. Saujani sabe que para conseguir un cambio real, deberán crear un mayor apoyo cultural, que depende de que cada escritora de código convierta a otros para que se sumen a la cruzada.

"Es un tema de oferta. Y Girls Who Code realmente está incrementando la oferta", dice Jack Dorsey, cofundador de Twitter y presidente ejecutivo de la empresa de pagos móviles Square, que financió personalmente a Girls Who Code este año. "Buscamos pasión y competencia para resolver problemas. Las chicas de este programa sin dudas tienen esa pasión. Y en las dos primeras semanas, escriben programas para controlar robots".

Otros en la industria han comenzado a acusar recibo y tomar medidas al respecto. En junio, luego de revelar que sólo 17% de sus empleadas de tecnología eran mujeres, Google lanzó Made With Code, una iniciativa de US$50 millones en sociedad con Girls Who Code para enseñarles a mujeres jóvenes los fundamentos del código. El gigante de búsqueda en la web creó un sitio que conecta a jóvenes interesadas con mentores y profesionales en campos que incluyen escribir código, una base de datos nacional de clubes de código en todo EE.UU. y más de una decena de proyectos de código que los principiantes pueden usar para practicar.

"Necesitamos tomar medidas desde el comienzo de la educación de las niñas si queremos enfrentar los estereotipos sobre mujeres y minorías en matemáticas y ciencia", escribe por email Sheryl Sandberg, la directora general de operaciones de Facebook y quien apoya Girls Who Code desde sus inicios. "Los programas que se centran explícitamente en lograr que las niñas escriban código son cruciales y el trabajo de Reshma a través de Girls Who Code lo hace al darles a más niñas modelos en el campo y la confianza y la experiencia práctica de destacarse en STEM. Para manipular números, debemos incrementar los números que canalizamos".

La propia Saujani le daba la espalda a los números cuando era una niña, aunque desde entonces comenzó a enseñarse a sí misma a escribir código junto con las niñas. Fue la primera en su familia en recibirse de abogada; sus padres son ingenieros y su hermana es doctora. Pero cree que la experiencia de haber evitado esto la ayudó a entender la mentalidad de las jóvenes que podrían tener un talento o interés en la computación pero terminan siendo desplazadas. "Yo era esa niña que cuando crecía tenía miedo de las matemáticas y las ciencias", confiesa. "Me hizo sentir incompetente en todos los trabajos".

Tras graduarse de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign con un título doble en ciencia política y comunicaciones, Saujani pulió su historial académico con títulos de posgrado en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy en Harvard y en la Escuela de Derecho de Yale. Mientras trabajaba como abogada de firmas de Wall Street a mediados de la década de 2000, comenzó a recaudar dinero para candidatos demócratas. En 2010 desafió a Carolyn Maloney en la primaria demócrata para obtener una banca en la Cámara de Representantes del Congreso de EE.UU. por Nueva York. Su campaña estuvo muy bien financiada y recurrió a la tecnología, empleando a Square y al servicio organizativo en línea NationBuilder y con el apoyo explícito de Dorsey y el cofundador de Facebook, Chris Hughes. Perdió la elección, pero una vez más el revés contenía las semillas de su próximo paso. Durante la campaña, había pasado mucho tiempo en escuelas y le llamó la atención la falta de educación en informática, en especial para las adolescentes. "Cuando perdí, sentí que decepcioné a mucha gente", reconoce Saujani, quien se casó con el emprendedor móvil Nihal Mehta en 2012. "Dije: ‘Ahora tengo una oportunidad de ser una defensora de un tema que no tiene defensores'. Y así se me ocurrió Girls Who Code".

Aplicando la influyente red social y la perspicacia organizativa que había adquirido como candidata política, Saujani se lanzó a hacer despegar la ONG. Redactó un plan de negocios, creó un equipo para comenzar a formar un currículum, se reunió con educadores y directores de colegios, y comenzó a tantear a potenciales inversionistas. El primer año, "realmente no tuve ayuda", dice. "No tenía dinero". Financió la iniciativa con sus tarjetas de créditos y pidió favores como usar salas de conferencia en la empresa de un amigo. Cuando una importante nota de prensa que había gestionado no fue publicada, se sintió abatida; a pesar de todo su trabajo, parecía que el proyecto apenas lograría alertar al público sobre el tema. Sólo tenían una promesa de Twitter de publicar una entrada en un blog el 26 de junio de 2012. Pero tan pronto como la entrada se publicó, las noticias sobre Girls Who Code se viralizaron. "A las seis, Sheryl Sandberg me envió un email —ni siquiera sé cómo consiguió mi dirección de email— y dijo: ‘Esto es genial; ¿cómo puedo ayudarte?'", recuerda. "Me estaba yendo a dormir esa noche y mi marido dijo: ‘¿Cómo puedes dormir? ¡Somos tendencia en Corea!'".

Entre las graduadas del programa y los clubes de código para principiantes que crearon, Saujani estima que Girls Who Code ha ayudado a que casi 4.000 niñas sepan sobre código. El 95% de las participantes en Girls Who Code planea obtener su título principal o secundario en ciencias de la computación. "Año tras año, de hecho subimos las cifras muy rápido", dice Saujani.

Se prevé que más de 100 personas asistan a la ceremonia de graduación de las 20 jóvenes en la sede de Girls Who Code en la oficina de AT&T en Tribeca, Nueva York, en agosto. Una hora antes de que llegue la audiencia, las chicas están nerviosas y entusiasmadas mientras acomodan los tableros con sus proyectos y practican sus discursos. A pesar del nerviosismo de último minuto, en general las graduadas, con atuendos elegantes y tacos, parecen estar a pasos de convertirse en adultas. Una chica se acerca a Saujani y le pregunta si se pueden tomar una selfie juntas más tarde. En palabras de Dorsey: "Lo que más enseña Girls Who Code es confianza".

A veces, los mentores y directores de programa de Girls Who Code parecen estar a merced de las enérgicas jóvenes que crearon, muchas de las cuales ya tienen cuentas de LinkedIn. Como recuerda en su discurso Marissa Shorenstein, presidente de la oficina de AT&T en Nueva York, luego de compartir su dirección de email con las jóvenes, la inundaron de pedidos de referencias y revisiones de currículums. Saujani se ríe. "Les enseñamos eso", dice. "Así son los niños. Les enseñamos a apurar (a los demás)".

Al final de la ceremonia, las chicas suben al escenario en grupos para explicar sus seis proyectos. Sus presentaciones están bien ensayadas y las jóvenes se desempeñan con solvencia. Un proyecto brinda un tablero para organizar todas las noticias de redes sociales mientras otro ayuda a los usuarios a navegar las diferencias de las tallas de ropa en distintas cadenas minoristas.

Luego, Tenzin Ukyab, una alumna de la Escuela Secundaria de Ciencias del Bronx de 15 años, lleva a su padre a ver el proyecto de su grupo, Alphabuddy. La familia de la joven es de Tibet y ella quería crear una aplicación de iPad para enseñarles a sus pequeñas hermanas gemelas el alfabeto tibetano; el producto final también les enseña a los usuarios los alfabetos en hebreo e inglés. Con las manos en los bolsillos, su padre escucha con paciencia mientras su hija brinda una rápida explicación de cómo escribieron el código del programa. Su rostro muestra una sonrisa cuando el dedo de su hija recorre la forma indicada para delinear la letra tibetana kha en la interfaz del iPad, lo que lleva al aparato a reproducir un audio en el que Ukyab pronuncia la letra. "Aprender código es aún más poderoso que aprender un idioma extranjero", afirma Ukyab, levantando la mirada de la pantalla. "Con el código, puedes cambiar el mundo".



EEM

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