Policrato Philodemos

La parodia como guión de gobierno

2014-12-04

Por el estilo y dramatismo, tal parece que la conducta y discurso de los políticos mexicanos...

Almirante Manuel Rodríguez Gordillo

"Simula… simula… simula…y
acabarás enredado y sin futuro
creyendo tus propias mentiras.

La decadencia como destino

Cualquier analista político o estratégico procedente de un país desarrollado que se asome al nuestro, quedaría sorprendido ante el abismo de incongruencia que existe entre las acciones de nuestros políticos y la realidad que se vive en México, ya sea que se trate de las declaraciones para explicar hechos relacionados con la desaparición múltiple de estudiantes (como ha sido el caso Ayotzinapa), de prometedores abaratamientos de la gasolina y la electricidad, o bien sobre la honestidad de algún político de alto nivel cuando se descubre su asociación con mafias, enriquecimiento inexplicable, y/o la posesión de mansiones de lujo, por citar lo más divulgado en los medios.

Por el estilo y dramatismo, tal parece que la conducta y discurso de los políticos mexicanos han sido extraídos del cartabón de una atelana o sainete del viejo teatro latino, mexicanizado a la manera de Cantinflas, con verborrea incoherente y mareadora, buscando crear una realidad virtual, aunque efímera, que podría ser válida solamente como un ejercicio de imaginación, útil para lo que podría calificarse como "mercadotecnia política" dirigida a mentes muy limitadas de entendimiento y raciocinio.

Desgraciadamente a los amanuenses y a los "Jilgueros" de los discursos descritos en los párrafos anteriores se les olvidó que las palabras, y especialmente las frases hechas, al igual que las herramientas y los objetos, se desgastan con el uso que se hace de ellas, y más rápidamente cuando éste es abusivo, en el caso de las palabras el deterioro consiste en que van perdiendo su significado, especialmente cuando se usan como muletillas verbales para seducir, desviar la atención, o para justificar abusos, rapacidades, o estupideces manifiestas, dado que a nadie engañan, convirtiendo el discurso en algo vacío y sin significado alguno, como está sucediendo actualmente.

Si escarbamos un poco en nuestra historia y anecdótica de la política, encontraremos que este comportamiento parece ser una herencia española, que llegó a estas tierras durante el periodo colonial, apenas posterior a la conquista, traída por los aventureros que vinieron a "hacer las Américas" como forma para trepar en la escala social, ya que en esos tiempos el prestigio, e importancia social o política de un individuo, descansaba más en la riqueza y el linaje (herencia de sangre, de estamento, o de casta), que tuviera o faroleara, que en sus verdaderos atributos personales, lo que al paso del tiempo dio lugar a la generalización y perfeccionamiento de la simulación, como práctica común para la sobrevivencia entre los holgazanes, y arribistas que convirtieron en un arte la usurpación de títulos y alcurnias, afectando también al lenguaje que volvieron cortesano y macarrónico, que a su vez se acompaña con actitudes estereotipadas y caravanas versallescas, mismas que persisten hasta nuestros días formando parte de la idiosincrasia de nuestra clase política y de la fauna de lambiscones que los acompaña, verdaderos actores en simular lo que no son, y en presumir grandezas que no tienen.

El resultado de de esta práctica, que es cotidiana en el juego de la política  y en el mundo de los negocios, es el haber contagiado a gran parte de la sociedad, que resignadamente ya ve con indiferencia el gatopardismo político y la corrupción en todos los órdenes, como parte del folclor nacional, que ha convertido a nuestro país en uno de simuladores, y paraíso de embaucadores, donde el engaño y la impuntualidad es práctica común en las relaciones sociales, lo que ha propiciado una pérdida de la credibilidad y valor de la palabra empeñada, así como en un aumento de la desconfianza, que en ocasiones alcanza niveles paranoides, socialmente hablando.

Ante tal escenario no es de extrañar que nuestra democracia sea más precaria que una tramoya en un teatro de carpa, en la cual los partidos políticos son negocios de vivales apátridas sin visión de estado, que se agrupan para vivir del erario sin representar a ningún sector de la sociedad, y cuyos principios doctrinarios son un pastiche de frases y lemas útiles solamente para el discurso, reproduciendo el estilo de lo que se ha dado en llamar "mercadotecnia política", que no es otra cosa que la degradación de la política, cuando en sus orígenes se entendía como un apostolado al servicio de la comunidad, pero que actualmente en nuestro país la han convertido en una actividad negociable, que obedece a la búsqueda del lucro utilizando el reclamo publicitario, mismo que descansa en procedimientos de naturaleza psicológica para seducir incautos.

Dentro de este ámbito de simulación no existen planes a largo plazo, sino decisiones de tipo coyuntural, que no van más allá de un ciclo de gobierno o de responsabilidad administrativa del funcionario de que se trate, sea esta la de diputados, de senadores, de presidentes municipales, de gobernadores, o de presidentes de la república, esto es, que en el ámbito actual de la política mexicana no existe visión de estado ni proyecto de nación, cuyo resultado natural ha sido un estancamiento y atraso ante las demás naciones, o sea, a una situación permanente de subdesarrollo que nos ha situado "de facto" en colonia tecnológica de los países desarrollados, que se desangra económicamente a través del pago de derecho de patentes, franquicias e insumos de alta tecnología, de abusivo valor agregado, por no ser capaces de producirlos, ya que nos hemos conformado con ser únicamente maquiladores dependientes.

La ausencia de un verdadero proyecto de nación en nuestro país nos ha llevado a deambular con desventaja por la historia, en nuestras relaciones con los demás países que sí lo tienen y que actúan en consecuencia, sobre todo cuando hay que negociar "quid pro quo" con nuestros pares internacionales en el ámbito de la tecnología, ya que poco tenemos que ofrecer en dicho campo de poder, debido a que quienes toman las decisiones políticas de apoyo al desarrollo tecnológico, son analfabetas funcionales de la ciencia y han pasado por alto la necesidad de aprobar presupuestos efectivos y la creación de las infraestructuras respectivas para su desarrollo. En nuestro país los políticos en el poder (de cualquier color que se escoja), solo reaccionan a necesidades inmediatas, y de preferencia solo aquellas que les reditúan capital político y/o económico particular, que generalmente son de tipo cosmético y sin continuidad en las administraciones de relevo, lo que siempre ha llevado a improvisaciones y en el peor de los casos a la realización de caprichos personales del poderoso en turno.

A todo lo anteriormente citado habría que añadirle la mezcla de este comportamiento con el de la corrupción, que nace del desvinculamiento del mandón con las necesidades de la comunidad, sumado al apego a legislaciones obsoletas y cómodas para él, ya que generalmente se privilegia el beneficio personal por encima del beneficio colectivo, desvirtuando las funciones y conductas del servidor público, y para desgracia del país y de la sociedad, también del comerciante o industrial en el ámbito de la iniciativa privada.

En este escenario y con estas gentes al frente de nuestro destino… ¿Será muy difícil predecir el futuro del país?... Ud. estimado lector(a), tiene la respuesta.



EEM

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