Reportajes

La normalización diplomática divide a dos generaciones de cubanos en Miami

2015-01-08

Por Reed Johnson, The Wall Street Journal

MIAMIĀ—El mes pasado, el presidente Barack Obama proclamó "un nuevo enfoque" en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. No obstante, Nilda Pedraza sólo ve el mismo arraigado régimen comunista que dice que mató a su hijo.

Como muchos exiliados cubano-estadounidenses en el sur de Florida, Pedraza, de 76 años, se sorprendió por el anuncio de la Casa Blanca el 17 de diciembre de que sus países, el de nacimiento y el adoptivo, restaurarían lazos diplomáticos después de medio siglo de distanciamiento.

Pedraza describió con amargura cómo su hijo, un trabajador fabril de 26 años, murió cuando guardias fronterizos cubanos le dispararon mientras intentaba alcanzar a nado la base naval estadounidense en la Bahía de Guantánamo el 19 de enero de 1994. El joven fue enterrado en una tumba sin nombre y nunca se divulgó su autopsia completa, dijo.

http://si.wsj.net/public/resources/images/OA-BC534_wsjamd_NS_20150107171612.jpg

"Lo único que quería era libertad", dice Pedraza sobre su hijo, Iskander Maleras Pedraza. "Lo enterraron en la tierra sin un nombre, como si fuera un perro".

Correos electrónicos y llamadas telefónicas a la Sección de Intereses Cubanos en Washington solicitando comentarios sobre este caso no fueron devueltos.

Los comentarios de Pedraza hablan sobre la profunda división cultural y generacional en la comunidad cubano-estadounidense de esta ciudad, la más grande de EE.UU.

El régimen castrista sigue siendo anatema entre los cubanos mayores, muchos de los cuales perdieron propiedades y visto sus familias desintegrarse después de que el gobierno rápidamente se declaró comunista tras su triunfo en 1959.

Sin embargo, la mayoría de los analistas señala que los cubanos que llegaron hace menos tiempo tienden a ser inmigrantes económicos, con fuertes lazos con parientes en Cuba que se beneficiarán de las menores restricciones de viajes y financieras. Aquellos que nacieron en Miami y que no experimentaron el trauma del exilio también tienden a ser menos apasionados sobre su anticastrismo.

Muchos de ellos expresaron un optimismo cauteloso de que la nueva política pueda gradualmente abrir el gobierno de Cuba al permitir el flujo más libre de información, ideas y comercio a lo largo de los 145 kilómetros del estrecho de Florida.

La distensión es "muy positiva", afirma Roberto Ramos, el fundador y presidente de Cuba Ocho, un centro de arte e investigación emblemático del distrito de la Pequeña Habana de esta ciudad. "Creo que el primer paso tenía que darse y Obama lo dio. Ningún presidente anterior lo hizo, y Fidel Castro nunca lo hizo", dice Ramos, quien migró a EE.UU. en 1992 en un bote a la deriva rescatado por la Guardia Costera de ese país.

Cuenta que la "esperanza ha regresado" a sus parientes en Cuba. "Este pequeño cambio les ha dado la oportunidad de soñar", expresa Ramos. "El gobierno cubano te prohíbe soñar".

Una encuesta a 400 cubano-estadounidenses realizada por la firma de investigación Bendixen & Amandi International, con sede en Miami, poco después del anuncio de Obama sobre el acercamiento a Cuba refleja la división. Los cubanos de mayor edad nacidos en la isla dominaron el 44% que se opone a las medidas de Obama. Los más jóvenes, nacidos en EE.UU., constituyen la gran mayoría de los partidarios, con 48%.

De hecho, la decisión de Obama generó poco rechazo público en Miami aparte de unos cuantos debates comunes afuera de Versailles, un icónico restaurante cubano de la ciudad, según los residentes.

El condado de Miami-Dade alberga a alrededor de 850.000 cubano-estadounidenses, casi la mitad de todos los que viven en EE.UU., según un informe de 2012 del Pew Hispanic Center. El distrito de la Pequeña Habana, por el que cruza la famosa "Calle Ocho", sigue siendo un centro de cultura cubana. Sin embargo, la evolución de la comunidad en el último medio siglo es un reflejo del cambiante perfil de sus residentes.

Hoy en día, la Pequeña Habana no sólo alberga monumentos de héroes cubanos y tiendas de puros y panaderías, sino también restaurantes colombianos y minimercados hondureños. La población cubano-estadounidense, en la actualidad dispersa a lo largo de la zona metropolitana de Miami, se ha asimilado completamente y no responde a un perfil monolítico.

La encuesta de Bendixen & Amandi International indicó grandes divisiones según el origen de las personas. Mostró que 53% de los cubano-estadounidenses nacidos en la isla se oponían al acercamiento diplomático de Washington y La Habana, con 38% a favor. Por el contrario, 64% de los cubano-estadounidenses nacidos en EE.UU. apoyaba la reconciliación, con sólo 33% en contra.

La edad es otro factor divisorio crucial. Los cubano-estadounidenses de 65 años o más se oponen a la normalización de las relaciones diplomáticas, con 67% en contra y sólo 25% a favor. No obstante, las mayorías de todos los otros grupos etarios favorecen la apertura de Obama al presidente Raúl Castro.

En los últimos años, cientos de miles de cubano-estadounidenses han regresado a Cuba a visitar a sus parientes, gracias a un relajamiento de las restricciones de viaje hace algunos años. Hoy en día, vuelos chárter salen con frecuencia de Miami hacia La Habana y sus ciudades provinciales, incluyendo Camagüey, Santiago y Holguín.

Andrés Conde, un artista cubano-estadounidense de 46 años de Miami, donde dirige una galería de arte con su esposa, Stacy, ha jurado que no regresará a su tierra natal hasta que exista una democracia. Dice que su padre fue prisionero político y que pasó tiempo en un campo de trabajo forzoso antes de que su familia escapara a España en 1977, para después emigrar a EE.UU.

De todos modos, Conde dice que él y otros cubano-estadounidenses están superando la posición de lo que llama "la guardia vieja" de negarse a tratar con el gobierno de los Castro. Señala que la Guerra Fría es historia antigua para sus tres hijos, y que cree que Cuba inevitablemente cambiará a medida que sus líderes guerrilleros envejecen y son reemplazados por nuevos líderes.

"Fidel y su hermano no van a estar por siempre", dice Conde.

Luis Sánchez, otro residente de la Pequeña Habana desde hace muchos años, recibía a clientes en su tienda de puros de alta gama, La Tradición Cubana Inc., en la misma calle donde se levanta un monumento a la fallida invasión de la Bahía de los Cochinos.

Sánchez, de 54 años y que cuelga tanto la bandera estadounidense como la cubana en una pared de su tienda, cuenta que su familia salió de la isla en 1970, después de que su padre pasó tres años y medio cortando caña de azúcar en un campo de trabajo forzoso y las autoridades del gobierno confiscaron todas las posesiones de su familia, incluyendo el anillo de bodas de su madre.

No cree que vaya a ocurrir un cambio por la nueva política diplomática, pero sí ve un aspecto positivo si EE.UU. levanta las restricciones comerciales.

"Le quitarían la única excusa que tiene Castro, si se la quitan", afirma.

De otro modo, dice Sánchez, la nueva política no tendrá mayor efecto aparte de permitir que más turistas estadounidenses regresen de Cuba con ron y puros cubanos.

"No me importan los puros", dice Sánchez, "¿Qué hay de la gente?".



EEM
Utilidades Para Usted de El Periódico de México