Nacional - Política

La batalla en la derecha mexicana ahonda la inestabilidad política

2015-01-14

Zavala, respaldada por la excandidata presidencial Josefina Vázquez Mota, pugnó por...

JAN MARTÍNEZ AHRENS, El País

La inestabilidad política que zarandea México cobra cada día más fuerza. En un escenario donde el presidente Enrique Peña Nieto (PRI) atraviesa sus horas más bajas y la izquierda se desgarra desde hace meses entre el PRD y Morena, que lidera el dos veces excandidato Andrés Manuel López Obrador, le ha llegado el turno a la derecha de saltar al cuadrilátero. En un paso tan esperado como explosivo para su formación, Margarita Zavala, de 47 años, esposa del expresidente Felipe Calderón (2006-2012), ha anunciado su intención de disputar la dirigencia del Partido Acción Nacional (PAN), la fuerza que en 2000 acabó con 70 años de hegemonía del PRI y dio dos presidentes a la República.

La decisión supone un desafío a la actual dirección, controlada desde la sombra por Gustavo Madero, el político que en mayo pasado desbarató en unas concurridas primarias la resistencia calderonista y ganó la presidencia del partido con un 57% de los votos. Desde entonces, la purga interna ha proseguido inexorablemente hasta llegar esta semana a la confección de listas para las elecciones parciales del 7 de junio (Cámara de Diputados, ayuntamientos y nueve gobernadores).

Zavala, respaldada por la excandidata presidencial Josefina Vázquez Mota, pugnó por figurar en el grupo de diputados federales elegidos mediante el cupo proporcional. Pero la dirección, a la que los calderonistas reprochan su política de pactos con el PRI, le dio un portazo público y la excluyó. Veinticuatro horas después de la humillación, Zavala dispuso el zafarrancho de combate y proclamó que pugnará por la presidencia del partido. Un objetivo lejano y difícil dada la fuerza que posee Madero, pero que puede materializarse si el PAN se estrella en las elecciones y se abre una crisis en la formación. Sería entonces una puerta abierta a un paso mayor: la candidatura presidencial.

El arrastre electoral de Zavala, que en los últimos meses ha tallado su imagen pública con apariciones en revistas ligeras, es desconocido. Su presencia en la política es anterior a su matrimonio con Calderón. Y ya había lidiado como diputada federal cuando pasó a ser primera dama. Incluso sus adversarios la consideran una política seria y honesta. Pero la sombra de su marido es larga y dolorosa. No sólo levanta ampollas en el sector más proclive al juego de alianzas con el PRI, encarnado en Madero y que dio su apoyo al plan de reformas del presidente Enrique Peña Nieto, sino que fuera, entre la ciudadanía, es recordado por la furibunda guerra que libró contra el crimen organizado y que acabó con más de 70,000 muertos y un reguero de acusaciones de malos tratos y torturas.

En su anuncio, Zavala tomó distancia de este pasado, al que no hizo referencia, y en un tono tranquilo enarboló la bandera de la lucha contra la corrupción, una lacra que esta legislatura ha afectado con especial dureza al PAN. Su discurso, leído, adoptó un aire regeneracionista, con continuos guiños al desánimo que cunde en el país.

"México no puede esperar: los ciudadanos enfrentan una gran incertidumbre sobre los temas que más les preocupan, la clase política está siendo fuertemente cuestionada y los partidos políticos están en una profunda crisis de credibilidad, con uno de los niveles de desconfianza en la política más altos de la historia", afirmó.

En su alocución no olvidó apuntar contra sus enemigos internos. Ante ellos puso las cartas bocarriba: "Ahora lo que prevalecen son los intereses de grupo por encima de la ciudadanía, la exclusión en vez de la integración, la división en vez de la unidad, la cerrazón y no la apertura. Se trata de un problema de identidad y de rumbo, y debe corregirse de raíz".

Esta entrada en el campo de batalla, después de meses de titubeos, hace presagiar un año agitado en el PAN. Aunque Zavala insistió en que apoyará a todos los candidatos a las elecciones de junio, su enfrentamiento de partida con la dirección avivará el fuego de la discordia en un momento en que las expectativas del voto de la formación hegemónica de la derecha son ralas y vienen precedidas de un historial declinante. Desde la victoria de Vicente Fox en 2000, con el 42,5% de los votos, el respaldo ciudadano ha descendido hasta quedar en un 35,8% con Calderón y en un 25% en las pasadas presidenciales, cuando el PAN quedó en un lacerante tercer puesto.



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