Reportajes

Sale a la luz el opresivo diario de un preso de Guantánamo

2015-01-20

Sólo las disputas jurídicas por el

Por Johannes Schmitt-Tegge y Teresa Dapp

Washington/Londres, 20 ene (dpa) - Al segundo o tercer día de su llegada a la prisión de Guantánamo, Mohamedou Ould Shlahi se vino abajo en su celda: "Continuamente tenía que vomitar y por eso estaba totalmente deshidratado", escribe el preso número 760.

Antes había sido interrogado durante nueve meses, primero en Jordania y después en la base aérea estadounidense en Bagram, Afganistán, antes de ser atado, aturdido, vestido con una capucha sobre la cabeza y enviado al campo de internamiento de Guantánamo en Cuba.

El mauritano de 44 años, que estudió técnica electrónica en Duisburgo, en Alemania, donde vivió durante muchos años, cuenta sus experiencias en un diario que sale hoy a la venta. Mientras tanto continúa preso en la misma celda en la que escribió sus memorias.

Sólo las disputas jurídicas por el "Diario de Guantánamo" de Slahi prueba lo explosivas que pueden ser las 466 páginas escritas a mano. Durante más de seis años sus abogados lucharon para conseguir que se publicara el manuscrito, siempre bajo los estrictos protocolos del Ejército estadounidense: el texto se guardó en un lugar seguro cerca de la capital Washington, permitiéndose sólo su acceso a quienes disponían de las máximas competencias de seguridad en el país. Además, antes de la publicación se tacharon y censuraron páginas enteras.

Ahora sale a la luz una visión detallada y tímida de uno de los capítulos más oscuros de la historia del Ejército estadounidense, sólo unos meses después de que un informe del Senado describiera como tortura algunos de los métodos de interrogatorio empleados por la CIA tras los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001.

La historia de Slahi se une a esos desvelamientos con su perturbadora imagen de las cámaras de tortura de Guantánamo: fue intimidado, humillado, desmoralizado y así forzado a la confesión mediante la privación de sueño, interrogatorios sin fin, encierros en una cámara de frío a unos 10 grados Celsius, golpes, insultos y humillaciones.

"De repente entró un equipo de comando integrado por tres soldados y un perro pastor en nuestra sala de interrogatorio", escribe Slahi, que cuenta cómo dos hombres totalmente encapuchados le golpearon brutalmente en la cara y las costillas. "Vendad los ojos al hijoputa si mira", gritó uno y entonces alguien le pegó con fuerza en la cara y después le tapó los ojos, los oídos, le colocó una bolsa sobre la cabeza y lo ató.

"Yo no dije nada, estaba totalmente superado por la sopresa y convencido de que en ese momento me iban a ejecutar", escribe Slahi, que fue después arrastrado al exterior y lanzado a un camión, a lo que siguió un viaje en barco por el Caribe en el que continuaron las torturas.

"El comando de tortura continuó tres o cuatro horas más y después me entregaron a otro equipo, que trabajaba con otros métodos de tortura", cuenta Slahi. Le obligaron a beber agua salada, le llenaron la ropa con cubitos de hielo desde el cuello hasta los tobillos para hacerlo sufrir y al mismo tiempo borrar las huellas de los golpes anteriores.

El comando actuaba siguiendo órdenes de las más altas instancias: Donald Rumsfeld, secretario de Defensa bajo la presidencia de George W. Bush, esaba familiarizado con las actas y ordenó aumentar la presión contra los supuestos conspiradores de Al Qaeda con interrogatorios más intensos.

Slahi fue retenido durante un año en un lugar secreto de Camp Echo donde ni siquiera los representantes de la Cruz Roja, que solían tener acceso a los presos de Guantánamo y luchaban por mejores condiciones de internamiento, pudieron entrar alegando "necesidades militares".

"No mostréis piedad. Aumentad la presión. Llevadlo a la locura", cita Slahi a uno de los vigilantes. El mismo preso desarrolló su propia estrategia en prisión: "Me mostraba cada vez con más miedo, como era en realidad". Porque si no le habrían tratado aún peor, asegura.

Continuamente pensaba en su familia. Tras años de aislamiento, se le permitió finalmente reanudar el contacto.

Hoy, con motivo de la presentación del libro en Londres, su hermano Yahdih Ould Slahi aseguró que es inocente y que por eso pudo resistir. "Si tuviera que hablar sobre todo lo que ha sufrido mi familia estaría aquí hasta mañana".

Yahdih, que vive en Alemania, se enteró de que su hemano estaba en Guantánamo por los medios de comunicación. Al principio la familia en Mauritania no quería creerlo, pero entonces llegó la primera carta de prisión. "La primera carta fue muy, muy dura para nosotros". Cuando Mohamedou Slahi pudo hablar por primera con la familia por Skype, todos lloraron.

El libro es la última salvación para la familia, que está orgullosa de él. "Nuestras mujeres y niños han dejado de llorar".

La verdad de la historia que cuenta Mohamedou Ould Slahi no puede comprobarse, pero suena auténtica si se consideran los detalles filtrados en el informe de la CIA y otros documentos de Guantánamo. La sospecha de su implicación en la planificación de un atentado contra aeropuertos de Los Ángeles o del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York no se ha podido probar. Hasta hoy, después de 13 años en prisión, a Slahi no se le ha imputado ningún delito.

 



EEM

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