Reportajes

Salman bin Abdelaziz, un rey que enfrenta importantes desafíos

2015-01-23

Salman pertenece a la poderosa facción de la familia real conocida como los

Por Jan Kuhlmann

Riad, 23 ene (dpa) - Nada hace sospechar que el nuevo rey de Arabia Saudí vaya a introducir grandes cambios políticos en el país. Salman bin Abdelaziz, de 79 años, es, al igual que sus antecesores, hijo de Abdelaziz bin Saud, el fundador del reino.

La transición se produjo sin estridencias ni dudas de ningún tipo, para evitar cualquier asomo de vacío de poder. No se trata de algo sin importancia, porque Arabia Saudí enfrenta tiempos turbulentos que incluso podrían poner en peligro la existencia del reino fundado en 1932.

Mientras la televisión mostraba las imágenes del funeral se despejaron además todas las dudas sobre los puestos que quedaban vacantes y quién los ocupará: el príncipe Mukrin pasa a ser heredero del trono y por primera vez un nieto de Abdelaziz, Mohammed bin Naif, avanza a convertirse en el segundo en la sucesión, en el primer salto generacional en el acceso al poder.

Salman pertenece a la poderosa facción de la familia real conocida como los "Siete Sudairi", es decir los siete hijos que Abdelaziz tuvo con su esposa favorita, Hassa al Sudairi. Tanto ella como sus hijos crearon una red muy influyente en la casa real.

En 2012, Abdullah lo nombró príncipe heredero. Salman era hasta ahora además viceprimer ministro y ministro de Defensa. Posee gran experiencia de gobierno, pues fue gobernador de la importante provincia de Riad durante 50 años. Durante su gobierno la capital creció de unos 300,000 habitantes a casi siete millones.

De Salman se dice que tiene una visión social y política similar a la de su antecesor y estaría dispuesto a hacer algunas reformas, pero limitadas. La plataforma de filtraciones WikiLeaks publicó en 2007 un documento de la embajada estadounidense en Riad en la que se lo cita afirmando que el ritmo y alcance de las reformas dependen de los factores culturales y sociales, por lo que se debe ser cauteloso.

Sin embargo, muchos observadores subrayan que el estado de salud de Salman no es óptimo y dudan de que sea él quien realmente mueve los hilos. Hay rumores desde hace tiempo de que sufre demencia senil.

Los desafíos que enfrenta son grandes. Al sur del país, el avance de los rebeldes chiitas está haciendo caer en el caos a su vecino Yemen. Los houthi acaban de hacerse con el poder, para preocupación de los saudíes, que son sunitas. Pero el mayor peligro está en el norte, donde la milicia Estado Islámico (EI) ha avanzado en Irak hasta la frontera con Arabia Saudí.

Con sus petrodólares, Riad publicita en el mundo el wahabismo, su estricta y conservadora interpretación del islam. Pero esa misma política se ha vuelto en su contra. El EI es, de hecho, un producto del wahabismo que hace tiempo que ignora al reino y a sus lugares sagrados de La Meca y Medina.

Guido Steinberg, de la Fundación Ciencia y Política de Berlín, cree que de hecho el gobierno actúa en algunos aspectos bajo la presión del EI. La pena de latigazos aplicada al bloquero Raif Badawi "es un intento por mostrar a los conservadores que Arabia Saudí es el auténtico Estado islámico", opina Steinberg.

No es de esperar que con Salman haya cambios en la política de derechos humanos del reino, criticada en todo el mundo. Una vez más el bloguero Badawi es buen ejemplo: condenado a 10 años de prisión y mil latizagos por criticar el islam en Internet.

Otros problemas internos son la minoría chiita que denuncia su discriminación y la caída de los precios del petróleo, que hace que disminuyan los ingresos presupuestarios. Riad necesita muchos millones para ofrecer una sociedad de bienestar a las jóvenes generaciones, muy numerosas, para que no haya revueltas.

Los ingresos por el petróleo le sirven también para sus objetivos diplomáticos regionales, como el apoyo al presidente egipcio, Abdel Fattah al Sisi. En Egipto logró frenar la revolución, en cambio en Siria no ha podido derrocar al presidente Bashar al Assad.

Las tareas pendientes de Salman son grandes y sus capacidades, inciertas. En su primer discurso hoy en la televisión habló a tanta velocidad que casi no se le entendía.

Por eso resalta la figura del príncipe heredero Mukrin, quien era un cercano asesor del fallecido Abdullah y mantiene al igual que éste buenas relaciones con Estados Unidos.

El cambio personal más interesante es el nombramiento del príncipe Mohammed bin Naif como segundo en la sucesión al trono. También él tiene buenos vínculos con Washington, donde es considerado un administrador competente, asegura Steinberg.

De seguir su curso la actual sucesión, el príncipe sería el primer gobernante de la nueva generación, la de los nietos de Abdelaziz. Durante años hubo debates sobre quién debía ser esta persona y se espera una encarnizada lucha de poder, aunque no por el momento. "Eso es una señal de que el sistema político funciona", opina Steinberg.



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