Internacional - Seguridad y Justicia

El horror del atentado de Boston marca el arranque del juicio

2015-03-08

En ese punto fue donde Dzhokar Tsarnaev colocó una de las ollas a presión llenas de...

Jairo Mejía

Washington, 7 mar (EFE).- Han pasado cerca de dos años, pero esta semana algunas de las víctimas del atentado de la maratón de Boston de 2013 tuvieron que revivir frente al principal acusado, el menor de los hermanos Tsarnaev, el horror vivido en esa tragedia.

Dzhokar Tsarnaev, de 21 años, asistió impasible en el tribunal de Boston (EU) que puede condenarlo a la pena de muerte a un desfile de testigos que detallaron cómo vivieron los minutos posteriores a las dos detonaciones que acabaron con la vida de tres personas en la línea de meta de la competición e hirieron a otras 260.

En el juicio, que empezó el pasado miércoles, el padre de la víctima mortal más joven, Martin Richard, de 8 años, describió que, "sin razón aparente", su mujer y sus tres hijos decidieron disfrutar un poco más de la maratón del 15 de abril de 2013 pero en una zona menos concurrida.

En ese punto fue donde Dzhokar Tsarnaev colocó una de las ollas a presión llenas de metralla que montó con su hermano mayor, el fallecido Tamerlán, a quien la estrategia de la defensa quiere presentar como el cerebro del ataque.

Bill Richard vio tras el ataque a su hija Jane, de 7 años, intentando ponerse de pie instintivamente, pese a haber sufrido la amputación instantánea de una pierna, mientras que su mujer malherida le pedía ayuda para socorrer a su hijo, muerto en el acto.

Este fue uno de los durísimos testimonios que se escucharon en la segunda jornada del juicio contra Dzhokar Tsarnaev, acusado de 30 cargos a nivel federal, 17 de los cuales pueden conllevar la pena de muerte, por el mayor atentado terrorista en territorio estadounidense desde los ataques del 11 de septiembre de 2001.

La defensa de Tsarnaev, de origen checheno, como su hermano, pero educado en Estados Unidos, criticó que el jurado haya tenido que escuchar estos testimonios al comienzo del proceso y no en una fase más avanzada, como es habitual cuando la pena capital está en juego.

El juez rechazó ese argumento y permitió que subieran al estrado supervivientes y las primeras personas que acudieron a ayudar a los heridos, afectados por lesiones en las extremidades propias de una escena de guerra.

"Sonó como el disparo de un cañón. Inmediatamente después se hizo el silencio, y los gritos comenzaron", explicó el agente de policía de Boston Frank Chiola.

Chiola intentó dar un masaje cardiorrespiratorio a Krystle Campbell, de 29 años, quien falleció en el lugar de la primera explosión, sobre la línea de meta.

Con las compresiones, Chiola solo consiguió que Campbell expulsara humo por la boca. Sus amputaciones de cintura para abajo eran tan ser graves, que nada pudo hacer por su vida.

Lauren Woods, quien se encontraba cerca del lugar de la segunda explosión para investigar un robo menor en una tienda, fue también de los primeros en asistir a los heridos, entre ellos la estudiante china Lu Lingzi, de 23 años.

Lu estaba agonizando, con convulsiones y espasmos, cuando llegaron a ayudarla.

Woods intentó reanimarla, hablarle para darle fuerzas, hasta que un médico de emergencias le dijo: "No lo va a conseguir".

La estudiante china de la universidad de Boston quedó tendida en la acera con medio cuerpo cercenado, cubierta con una sábana blanca y con Woods como única compañía en medio del caos desatado. "Pensé en su familia", explicó Woods en el juicio.

Cuando la familia de Lu se desplazó desde China, Woods los llevó al lugar donde su única hija había muerto e intentó reconfortarlos: "No estaba sola cuando murió", rememoró.

Alan Hern, otro padre que llevó a su familia para pasar un día de celebración deportiva, no logró aguantar las lágrimas al contemplar las fotos en las que podía verse junto a Dzhokar Tsarnaev, quien disimuladamente colocó el explosivo en medio de ellos.

La brutalidad de la explosión provocó profundas heridas en ambas piernas de su hijo de 11 años, al que los médicos le encontraron fragmentos de huesos de otras personas incrustados.

Otro de los que se encontró de frente con uno de los terroristas fue Jeff Bauman, cuya foto con las dos piernas destrozadas siendo cargado por Carlos Arredondo, un costarricense, dio la vuelta al mundo.

Bauman explicó este jueves cómo se fijó en Tamerlán, muerto tras el ataque en una persecución de la Policía en la que falleció el agente Sean Collier, y le pareció sospechoso.

"A lo mejor deberíamos irnos", le llegó a comentar Bauman a un amigo, pero pensó: "En Boston, estas cosas no pasan".



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