Reportajes

La niñez ucraniana sufre por partida doble

2015-03-13

Por NATALIYA VASILYEVA

KHARTSYZK, Ucrania (AP) — El pequeño Seryozha colorea ensimismado el tanque que acaba de dibujar. Al igual que muchos niños de siete años en el este de Ucrania, tiene dificultades para recordar cómo era antes de la guerra. "Siempre ha habido disparos", dice, mientras colorea vigorosamente.

Yelena Nikulenko, directora del hogar de niños en la ciudad de Khartsyzk, controlada por los rebeldes, dice que niños como Seryozha han sido lastimados doblemente: En primer lugar huérfanos o abandonados por sus padres, fueron después abandonados por sus nuevas familias cuando el gobierno ucraniano dejó de pagar beneficios a las familias con hijos adoptivos en las áreas controladas por los separatistas.

"Y todavía encima está la guerra, los cañonazos, el temor", dice Nikulenko. "No hay duda de la herida les durará el resto de sus vidas".

El conflicto que estalló el año pasado en Ucrania entre las fuerzas del gobierno y los separatistas apoyados por Rusia ha cobrado por lo menos 6,000 vidas y ha desplazado a casi 1,800,000 personas. El Fondo de Naciones Unidas para la Niñez calcula que 1,700,000 niños en ambos lados del conflicto han sido afectados por la falta o precariedad de refugio, nutrición, medicinas o escolaridad.

Los niños se esfuerzan por comprender qué sucede a su alrededor y por qué. La lucha ha disminuido desde que entró en vigencia un cese de fuego el mes pasado, pero persisten el sufrimiento, la soledad y el terror.

En la ciudad de Popasna controlada por el gobierno, a 70 kilómetros (45 millas) al norte del hogar de niños, solo unas pocas personas caminan por las calles semidesiertas entre edificios de departamentos acribillados por disparos de mortero, un contraste sombrío con la era en que tenía 30,000 habitantes. Una de las viviendas destruidas pertenece a Tatyana Belash, que ahora se ha refugiado en un sótano con su hijita Zlata, de 3 años.

Mientras los adultos hablan de política, Zlata, una niñita tímida con trencitas rubias, camina por el sótano entre colchones maltrechos. Cuando se le pregunta sobre los cañoneos, Zlata se encoge y se consuela acariciando a su gato.

"Cuando llegamos aquí me decía '¡vámonos a casa!''', recuerda Belash. "No podía explicarle que no podíamos ir a casa porque estaban combatiendo".

Los niños en la ciudad de Chermalyk, en manos del gobierno, juegan a la guerra y se cuelan por los cráteres que han dejado los cohetes de los rebeldes pro rusos.

Tolik Tokar, de 11 años, asoma su cabeza de un orificio y simula disparar contra "los malos", los separatistas.

Los niños apuntan con armas improvisadas con palos y ramas, pero Tokar ha visto los disparos verdaderos.

"Cuando oímos el cañoneo salimos a ver y me dispararon a mí", relató el niño. "Las balas me atravesaron la ropa en el hombro".

A unas pocas decenas de kilómetros, en el sector rebelde, los niños juegan los mismos juegos, pero con los papeles a la inversa. Allí los enemigos son los soldados ucranianos, a quienes tildan de "nazis".

Los 22 niños a cargo de Nikulenko, en Khartsyzk, son algunos de los más vulnerables en la zona de guerra y pide que se les identifique solamente por su primer nombre. Antes del comienzo de la lucha el hogar servía como refugio para los niños rescatados de las calles o que buscaban un alivio a hogares irregulares. Otros han sido abandonados en los últimos meses.

Veronika, una pecosa de 6 años, sonríe y jala de su vestidito rojo mientras recuerda su vida antes de la guerra, cuando visitaba el parque de diversiones y el zoológico y su madre cocinaba. Incluso recuerda con cariño a su padre, que regresó a su casa después de un tiempo en la cárcel por haber herido a su esposa en el hombro con un cuchillo. Desde entonces el padre se alistó en el ejército rebelde y la madre la dejó en el hogar infantil. Veronika depende de su propia entereza para lidiar con el terror de la guerra.

 



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