Reportajes

El ascenso de Asia y los valores del confucianismo

2015-04-06

Xi cita, por ejemplo, este conciso dicho del antiguo maestro: "Cuando veáis a un hombre...

Por Robert D. Kaplan, The Wall Street Journal

Uno de los elementos más sorprendentes de La gobernación y administración de China, un libro del presidente Xi Jinping publicado el año pasado en varios idiomas, es su uso de las "brillantes ideas" de Confucio para explicar su propia filosofía política y social.

Xi cita, por ejemplo, este conciso dicho del antiguo maestro: "Cuando veáis a un hombre sabio, pensad en igualar sus virtudes. Cuando veáis a un hombre desprovisto de virtud, examinaos vosotros mismos".

Asimismo, Xi está claramente canalizando a Confucio cuando escribe que los chinos siempre han "desarrollado su país mediante el estudio de la naturaleza de las cosas, corrigiendo pensamientos con sinceridad, cultivando el ser moral, administrando la familia (...) y salvaguardando la paz bajo el Cielo".

Dejando de lado el interrogante sobre la sinceridad del propio Xi al invocar estas ideas antiguas e indudablemente no comunistas, no cabe duda de que los valores confucianos que resalta han sido la fundación de una de las grandes historias de éxito social, cultural y económico de las últimas décadas. Pese a las dificultades e imperfecciones de Asia (y los impresionantes logros durante el mismo período de lugares tan dispares como Canadá, Escandinavia e Israel), hemos estado viviendo, desde los últimos años de la Guerra Fría, en un momento confuciano. El ascenso de los "tigres" del Pacífico en los años 70 dio inicio a un proceso que ha transformado a Asia en el principio geográfico organizador de la economía mundial. Países como China y Vietnam no podrían haber desechado el comunismo para todos los efectos prácticos, adoptado una forma desordenada de capitalismo y permanecido tan estables como lo han estado sin la esencial tolerancia y respeto por la autoridad, la jerarquía y el orden social plasmadas en el confucianismo.

El confucianismo se describe mejor como una filosofía que una religión. Compite y a la vez complementa religiones asiáticas como el budismo y el taoísmo. Decir que Asia es confucionista es una simplificación excesiva, pero decir que una sensibilidad confuciana ayuda a definir a Asia Oriental no lo es.

El ascenso de Asia en nuestros tiempos tiene mucho que ver con cómo la estabilidad social fomentada por el confucianismo ha interactuado con el capitalismo moderno. Hemos presenciado el ascenso del autoritarismo dinámico y progresista en China, Corea del Sur, Taiwán y Singapur, los cuales, a excepción de China, han evolucionado a sistemas parlamentarios. El régimen chino aún podría verse obligado a cambiar, gracias al tipo de agitaciones democráticas relativamente pacíficas y moderadas que hemos visto en Hong Kong y, con el tiempo, podríamos observar en la China continental.

De hecho, los fundadores de muchos de los estados modernos más robustos de Asia —Park Chung-hee de Corea del Sur, Chiang Kai-shek de Taiwán, Lee Kuan Yew de Singapur— eran todos confucianos muy conscientes cuando enfrentaron los rigores de crear sociedades modernas. En el caso de China, su transición para dejar atrás la corrupción y las ineficiencias que se han acumulado en el último tercio de siglo de un crecimiento económico sin precedentes requerirá (entre otros factores) de un refuerzo de los valores confucianos.

¿Qué es exactamente el confucianismo? Confucio es la latinización de Kong fuzi ("el Maestro Kong"), quien vivió hace alrededor de 2,500 años en el estado vasallo chino de Lu, en el norte, durante los últimos días de la dinastía Zhou. Reflexionando sobre la época dorada de los primeros Zhou, Confucio presentó a sus discípulos lo que el académico y traductor Raymond Dawson llama las "expresiones seminales" de la civilización china.

Muchas de estas ideas aparecen en Las analectas, los fragmentos filosóficos puros escritos por los discípulos del Maestro Kong. Los dos conceptos más cruciales de la obra son la "humanidad" y la "virtud", que juntas deben moldear la psique de una persona y ayudar en todas las relaciones interpersonales.

No hay nada sentimental ni ingenuo en estos consejos: todos los demás deben estar sujetos a un estándar igual de alto, todo ello basado en el respecto por la experiencia de generaciones previas. Como dice el Maestro Kong, "al apreciar la verdad, soy un admirador de la antigüedad".

En el confucianismo, el pasado no es algo que se menosprecie como primitivo o retrógrado; constituye el registro de la experiencia humana y el presente depende de él. Particularmente en tiempos de profundo cambio tecnológico y social, los confucianos encuentran el mejor seguro contra el caos en la tradición, en especial en las virtudes de la lealtad y la piedad filial.

La vida occidental posmoderna, en cambio, es a veces descrita como decadente debido a su culto a la juventud. Para alguien como yo, quien ha observado ambas culturas, cuesta resistir el pensamiento de que Occidente podría beneficiarse en este momento de una dosis de confucianismo, al igual que la propia China, cuya política de un hijo por familia —relajada recién hace poco— ha resultado en una generación de hijos consentidos.

El confucianismo también promueve la tolerancia y desalienta la insubordinación, que, como el egoísmo, nunca es equivalente al coraje. Se trata de mantener el delicado equilibrio que existe en las personas en sí y entre aquellas dentro de organizaciones sociales y políticas. Como dice el Maestro Kong: "El caballero tiene compasiones universales y no toma partido. El hombre pequeño toma partido y no tiene compasiones universales". Los manifestantes en Hong Kong pueden haber pedido un cambio político, pero su disciplina, organización y cortesía general fueron muy confucianas.

Mucho de esto tal vez suene, a los oídos occidentales, como el clásico conservadurismo burkeano, con su aversión al cambio radical y aceptación de la mejoría paulatina. Edmund Burke, horrorizado por el espectáculo de la Revolución Francesa, creía en la evolución y el gradualismo. El autoritarismo progresista de Asia Oriental tiene que ser visto en esta óptica: como una etapa de transición económicamente productiva, no como un fin en sí.

El mundo atraviesa por una transición tumultuosa, a medida que las estructuras familiares tradicionales y las formas de vida se deshacen en todos los continentes. En este crisol, la supervivencia social y política será más fácil para las culturas que puedan preservar una fundación ética de comprobada eficacia como una defensa contra el cambio destructivo. Asia Oriental ha sido la historia de éxito innegable de las últimas cuatro décadas, aun cuando su impresionante fase de crecimiento parece haberse agotado. Apostaría a que el momento confuciano subsistirá por un tiempo más.



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