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El gordo problema de la gordura

2015-04-17

En nuestro país 72 por ciento de las mujeres mayores de 20 años (20.52 millones), 66...

René Drucker Colín, La Jornada

Yo siempre he sostenido que el grave problema de la obesidad se lo debemos al Tratado de Libre Comercio (TLC), que entró en vigor en 1994. A partir de entonces ingresaron al país una enorme cantidad de franquicias de alimentos chatarra. En segundo término, desde luego, ha sido la ausencia casi total de regulación respecto de la comida chatarra, y esa culpa se la podemos achacar a la clase política mexicana, cuyos intereses en el asunto se circunscriben a sus diversos contubernios. Como señalan varias asociaciones civiles, se han privilegiado los intereses comerciales por encima de la salud de la población. En pocas palabras, la clase política no muerde pero sí recibe mordidas. El tercer culpable, desde luego, es la población que sin recato alguno empezó a "gozar" de la comida chatarra. Para resumir, el TLC, la ausencia de una clase política capaz y responsable y una población con nulo autocontrol han generado unas estadísticas no sólo lamentables, sino también extremadamente preocupantes.

En nuestro país 72 por ciento de las mujeres mayores de 20 años (20.52 millones), 66 por ciento de los hombres mayores de 20 años (16.96 millones) y 26 por ciento de los niños en edad escolar (5.54 millones) padecen obesidad o sobrepeso, y todo esto a pesar de que 7 por ciento del presupuesto destinado a salud se usa para atender la obesidad. Aun así, México tiene el primer lugar en obesidad infantil (5 a 11 años), y segundo lugar, muy cerca de Estados Unidos, en la lista de países con obesidad poblacional.

Es importante señalar que hace unos cuantos años, una investigación de la doctora María Teresa Tusié Luna, del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM, describió la función de una variante del gen ABC, que aparentemente existe en la población indoamericana, que tiende a favorecer el aumento de peso. Este gen forma parte de los llamados genes ahorradores, que permiten enfrentar más adecuadamente los periodos de escasez de alimentos, como cuando atravesó el estrecho de Bering una migración de individuos que poblaron poco a poco gran parte de América. Bueno es tener genes ahorradores, pero éstos se vuelven engordadores cuando hay exceso de oferta calórica de mala calidad, como lo que se ha permitido que ingrese al país, sin ningún control. Ejemplo son 500 puntos de venta de McDonalds en 57 ciudades del país; el mercado regional más elevado de Yum Brand, dueña de KFC, Pizza Hut y Taco Bell. Wall Mart, que en 1993 tenía 114 tiendas en México, para 2013 tenía 2 mil 562 y controlaba 53 por ciento del mercado de menudeo, que es donde se encuentra la mayor parte de los productos chatarra, para señalar algunos.

Hace unos cuantos días los legisladores aprobaron una ley que prohíbe la publicidad de comida y bebida de bajo valor nutricional y alta densidad energética en los centros escolares, pero rechazarán el etiquetado de productos. Otra vez la clase política lleva a cabo acciones de medio pelo, no vaya a ser que la poderosa industria alimentaria se vaya a molestar. Si los esfuerzos de la clase política se limitan a tímidas acciones de control sobre el consumo de productos procesados, bebidas gaseosas y otros alimentos con elevados niveles de grasa y azúcar, el problema de la obesidad irá en aumento y le costará mucho presupuesto al Estado mexicano.

Esperemos que se tomen acciones fuertes aunque se molesten los grandes barones de la industria alimentaria, porque se estima que para 2030 vendrán del extranjero 80 por ciento de los alimentos, cuando hoy sólo representan 40 por ciento. Urge, pues, un cambio de estrategias, y se requiere la generación de controles estrictos para beneficio de la población mexicana.



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