Nacional - Economía

Brasil y México abren un nuevo eje americano

2015-05-26

México, aunque mucho más estable, tampoco atraviesa su mejor momento. Con un...

JAN MARTÍNEZ AHRENS, El País

No hay foto fija para América. En los últimos meses, los equilibrios de poder en la región no han dejado de moverse. Cuando Estados Unidos y Cuba aún no han culminado su histórico deshielo, ahora los dos gigantes latinoamericanos, México y Brasil, han decidido acabar con su tradicional lejanía y abrir una etapa de acercamiento y colaboración. Ese es el objetivo de la visita de Estado iniciada el lunes por la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, la primera que efectúa al país norteamericano desde que llegó al poder. El paso es incipiente y aún carece de masa crítica suficiente para hacer girar los goznes continentales, pero sitúa en el mismo carril a dos naciones que suman el 62% del PIB de la zona, el 58% de sus exportaciones y el 55% de su población. Un potencial estratégico pocas veces visto en el área.

El giro acordado por Rousseff y el mandatario mexicano, Enrique Peña Nieto, pone término, al menos en el terreno declarativo, al extraño espectáculo de dos colosos que vivían en un mismo continente, pero de espaldas: México mirando constantemente a su vecino del norte; Brasil ensimismada en su inmensidad. La superación de esta distancia, heredera de antiguos recelos, ha sido tomada como bandera por la presidenta brasileña: "Mi viaje abre un nuevo capítulo en nuestras relaciones. Para Brasil es fundamental aproximarse a México. Y para México es fundamental aproximarse a Brasil. Y también lo es para toda nuestra región".

Detonante de este cambio ha sido la mala salud de la economía brasileña. Con la inflación desbocada, en plena recesión y sometida al estrés de un ajuste duro, Brasilia busca socios para aliviar sus penurias. Para ello, ha fortalecido su alianza con China, ahora visita México y el próximo mes acude a Estados Unidos. En esta búsqueda no es difícil ver también la necesidad de Rousseff de restañar en el exterior las heridas que los abrumadores casos de corrupción nacionales le han infligido.

México, aunque mucho más estable, tampoco atraviesa su mejor momento. Con un presidente en horas bajas, la crisis del petróleo ha aletargado su economía y postergado al menos dos años sus previsiones de crecimiento fuerte. A la euforia de las profundas reformas estructurales que inauguraron el mandato de Peña Nieto ha seguido el desencanto de los ajustes y los escándalos inmobiliarios. El resultado es un país que, hoy en día, respira triste.

En este escenario de fatiga, ambos líderes, procedentes de dos universos políticos distantes, con orígenes y trayectorias bien disímiles, han visto una misma oportunidad. Y no han dudado en hacerla suya. "Hay personas que consideran que las economías de Brasil y México compiten entre sí, creo que esa es una visión equivocada, nuestras economías son complementarias y representan los dos mayores mercados de América Latina", ha declarado la mandataria brasileña en una entrevista al diario La Jornada, en la que, medio en broma, denominó la nueva alianza como el eje tequila-caipirinha.

Desde esa necesidad compartida, el encuentro de los dos líderes ofrece poco riesgo y mucha ganancia. El flujo comercial entre ambos países, de 9,200 millones de dólares, es mínimo en comparación con su potencial. Y los pleitos están lejos de ser insalvables. El principal punto de fricción se sitúa desde hace años en el sector automovilístico, un campo de batalla que en ambas latitudes toca la fibra del orgullo nacional. Durante lustros, Brasil encabezó las exportaciones de coches y arrasó en los mercados latinoamericanos. Pero México, con una salvaje estructura salarial forjada en la competencia con la mismísima China, ha superado recientemente a su vecino del sur desnivelando a su favor la balanza comercial.

Este capítulo, que en otras épocas habría bastado para oscurecer la cita con fatigosas negociaciones sobre cuotas de exportación, ha quedado desdibujado frente a la apertura de campo inaugurada en este viaje. No se trata únicamente de ajustar al alza las magnitudes comunes (Brasil es sólo el octavo socio comercial de México, y éste el décimo de la potencia sureña), sino de establecer, como señalan fuentes diplomáticas mexicanas, un puente sólido e incluso adentrase en la senda de la identidad cultural americana. La visita de Rousseff ha sido diseñado para dar realce a este enfoque. Aparte de reunirse con el presidente y la élite empresarial, acude el miércoles al foro político más importante, el Senado, y sobre todo, termina su recorrido en uno de los centros neurálgicos de la cultura mexicana: el Museo Nacional de Antropología, un lugar donde el país norteamericano, en una espectacular exhibición de arquitectura y arqueología, ofrece la más destilada visión de sí mismo y de su caleidoscópica historia. La propia Rousseff se ha encargado de subrayar este aspecto, cargado de simbolismo, en los prolegómenos de su llegada con una apelación a su "compromiso con la identidad cultural de América Latina". Una base que, desde distintos idiomas pero sobre una misma tierra, ambas naciones comparten. En el horizonte latinoamericano se atisba un nuevo escenario.

La economías más grandes América Latina

Hace una década pocos productos mexicanos se vendían en Brasil. Las dos economías más grandes de América Latina han trabajado en los últimos 10 años para duplicar su intercambio comercial. Aunque también han sufrido los altibajos del panorama económico mundial, juntos reúnen en 62% del PIB de la región, según datos del Banco Mundial.

Brasil es el octavo socio comercial de México y el quinto destino de las exportaciones. Grandes compañías mexicanas como FEMSA, Bimbo, Cinépolis y Claro han logrado establecerse en tierras brasileñas y afianzar la posición de sus productos en el mercado. En 2014, el comercio entre ambos países se situó en 9,000 millones de dólares, el más cuantioso de la región. Las empresas mexicanas miran hacia Brasil como el primer sitio para invertir en América Latina, sin embargo el país sudamericano tiene a México en el quinto lugar de sus inversiones. Con el Acuerdo de Cooperación y Facilitación de Inversiones ambos países buscan balancear su relación económica.



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