Educación

Peña Nieto plantea un pulso a los sindicatos de educación

2015-07-24

El golpe de autoridad ha dado oxígeno a Peña Nieto. Los buenos resultados de las...

JAN MARTÍNEZ AHRENS, El País

Grandes proyectos del presidente Enrique Peña Nieto, ha llegado esta semana a su punto crítico. El Gobierno mexicano ha arremetido contra el principal foco de resistencia, la radical Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE). Le ha retirado el control de las instituciones bajo su poder, ha congelado sus cuentas bancarias y ha desplegado al Ejército y la policía. Aunque se prevé una escalada de tensión, el camino para implantar la histórica reforma parece haber quedado despejado.

El golpe de autoridad ha dado oxígeno a Peña Nieto. Los buenos resultados de las elecciones de junio, que el PRI ganó sin excesivo desgaste, habían quedado ya en el olvido, y sobre el escenario político solo había espacio para los cataclismos. La fuga de El Chapo, el fracaso del primer concurso petrolífero y el declive del peso, en mínimos históricos frente al dólar, tenían al Gobierno contra las cuerdas. En este horizonte, el sorpresivo movimiento contra la CNTE le ha permitido al presidente, en un gesto que trae a la memoria su espectacular arranque de mandato, recuperar la iniciativa política en un terreno en el que goza de amplio respaldo.

En un país con 55 millones de pobres (46% de la población) y unos resultados educativos a la cola de la OCDE, la reforma es una necesidad nacional. Nacida del consenso, el Parlamento le dio un abrumador apoyo y las encuestas le otorgan un fuerte respaldo. Pero su implantación ha chocado con uno de los tradicionales poderes fácticos mexicanos.

La coordinadora, de extrema izquierda, surgió a finales de los setenta como escisión del sindicato mayoritario de profesores. Se asentó en los empobrecidos Estados del sur: Michoacán, Guerrero, Chiapas y Oaxaca. Amparado durante años por el PRI, a quien aseguraba la paz social, su fuerza creció hasta el punto de que en 1992 el Gobierno priísta de Oaxaca les cedió el control del Instituto Estatal de Educación Pública.

Al mando de la maquinaria administrativa, la coordinadora, con 110,000 afiliados, agigantó su influencia. Decidía los puestos y manejaba los pagos y la información sobre ausencias docentes, clave para un colectivo obligado a participar en las continuas manifestaciones de la coordinadora. El instituto estatal, convertido en la médula del sindicato, creció hasta contar con 4,000 empleados, la mitad afiliados, frente a los 500 que tiene en Estados similares.

En un universo mísero y clientelar, donde las plazas de maestros se compran y heredan, la coordinadora ejerció el control indirecto sobre los programas sociales. De su venia, según fuentes gubernamentales, dependía la acreditación de la asistencia escolar de los alumnos, un requisito indispensable para que las familias más pobres puedan acceder a las ayudas.

La reforma educativa desbarató este entramado. La nueva normativa, al imponer el concurso obligatorio, acaba con la compraventa de puestos y su heredad. También abre las puertas a opositores de otros Estados e impide la concesión automática de plaza a los maestros procedentes de las llamadas escuelas normales, el vivero del sindicato. En una segunda vuelta de tuerca, la normativa establece la evaluación obligatoria del profesorado y la pérdida de plaza docente en caso de que suspendan tres veces.

La reacción de la coordinadora y de la conocida Sección 22, su brazo ejecutor en Oaxaca, fue fulminante. Durante los comicios de junio movilizó a decenas de miles de maestros y lanzó sus huestes contra oficinas electorales, carreteras y aeropuertos. La ofensiva alcanzó tal grado de violencia que el Gobierno suspendió temporalmente los exámenes de evaluación a profesores. Pasadas las elecciones los restableció y aguardó al inicio de las vacaciones escolares, en la segunda quincena de julio, para dar el golpe definitivo.

Golpe de mano

En un plan milimétricamente diseñado, la mañana del martes desplegó al Ejército, la Marina y la Policía Federal, y anunció a través del gobernador de Oaxaca el desmantelamiento del baluarte del Instituto Estatal de Educación Pública. La purga, que implica la creación de un nuevo organismo del que quedan excluidos aquellos que hayan tenido cargos sindicales, se ha combinado con la congelación de cuentas bancarias de la Sección 22, la apertura de investigaciones patrimoniales y la preparación de órdenes de detención para los líderes que presenten resistencia.

El polémico líder de la Sección 22, Rubén Núñez, ha evitado de momento las habituales tomas de edificios y bloqueos de carreteras, y ha puesto la estrategia de respuesta en manos de una asamblea que se celebrará este fin de semana. En este compás de espera, el Gobierno ha dejado claro que las medidas adoptadas son una "decisión de Estado" y que no hay vuelta atrás. En el pulso, Peña Nieto se juega uno de sus últimos cartuchos.

Medidas conciliadoras con padres y maestros para equilibrar

En un movimiento habitual en sus grandes apuestas, Peña Nieto ha combinado la dureza del despliegue policial con un paquete de medidas blandas encaminadas a atraer a los afectados por la reforma.

Su primer objetivo han sido los maestros. Para desactivar el principal detonante de la protesta, ha insistido en que las evaluaciones docentes que han sembrado el pánico no implican el despido para quien las suspenda tres veces, sino su desplazamiento a labores administrativas. Y a los padres de alumnos les ha eximido durante un año de la acreditación de asistencia escolar que se les exigía para recibir ayuda social, un requisito que estaba supeditado al control de los maestros y, por ende, del sindicato. Como remate, ha lanzado un plan de inversión educativa para Oaxaca de 60 millones de dólares.

Esta estrategia ha dejado en fuera de juego a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación y explica su momentánea falta de respuesta tras la contundencia que había demostrado en los últimos meses.



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