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La clase media brasileña se aprieta el cinturón

2015-07-30

Alba Santandreu

Sao Paulo, 30 jul (EFE).- Un dólar con la misma cotización que en 2003, la inflación disparada y una tasa de interés en su mayor nivel en nueve años son algunas de las cifras, cada vez más rojas, que los brasileños tienen que sortear cada día para cerrar sus cuentas a fin de mes.

Rosana Anunciada es madre de familia y, para ella, como para millones de brasileños, "las cuentas no paran de subir".

"El poder de compra de los brasileños disminuyó mucho, veníamos de un crecimiento muy grande y ahora está parado", relata esta gerente comercial.

Y es que la clase media brasileña, uno de los principales motores de la economía de los últimos años, ha echado el freno, pues las restricciones en el acceso al crédito, la subida de los intereses a niveles históricos (372 % para tarjetas de crédito y 241 % para sobregiros) y el creciente endeudamiento han obligado a las familias a apretarse el cinturón.

En los pasillos del supermercado tan sólo se habla de lo caras que se están poniendo de nuevo las cosas y la tasa de inflación aumenta sin pausa, hasta llagar al 8,89 % el pasado junio y, según las proyecciones oficiales, rozará los dos dígitos este año, cuando alcanzará su mayor nivel desde 2003.

"Los precios están aumentando mucho. Antes se sentía en algunos productos pero ahora se nota en todos, sobre todo en las verduras", comenta Mauricio Moreira, que desde hace algunos meses está desempleado y lleva las cuentas de la casa.

Al aumento del precio de los productos también ha contribuido el encarecimiento del dólar, que esta semana llegó a sobrepasar los 3,43 reales a media sesión, el mayor valor desde 2003, y acumula una subida de alrededor del 25 % en lo que va de año.

Pero no sólo los alimentos han sido impulsores de la inflación y la subida del billete verde, pues los pasajes internacionales, el hospedaje y la alimentación en el exterior se han encarecido y los turistas brasileños han disminuido significativamente sus gastos en el extranjero.

"Con el aumento del dólar he reorganizado el presupuesto y el viaje y lo he puesto todo en orden de prioridad. He seleccionado los lugares adonde quería mucho ir y he buscado alternativas más accesibles a través de internet", aseguró Joice Caldeira Simão, que está de vacaciones en Nueva York.

A estas circunstancias se suma la caída en picado de la confianza de los consumidores, que en julio llegó a su nivel más bajo desde 2005 y retrajo todavía más el ímpetu de compras de los brasileños.

El descenso de la confianza coincide la delicada situación de la economía brasileña, la cual, si se cumplen todas las proyecciones, terminará el año con una contracción de cerca del 1,5 %, la peor desde inicios de la década de los 90.

Presionado dentro y fuera, el Gobierno reaccionó y decidió promover a principios de este año un plan de ajuste fiscal para reequilibrar las maltrechas cuentas públicas y terminar 2015 con un saldo positivo de 66,300 millones de reales, equivalentes a 19.928 millones de dólares.

Pero el ministro de Hacienda de Brasil, Joaquim Levy, apodado "manostijeras" por su apego a la austeridad, admitió recientemente que Brasil no conseguirá alcanzar el superávit fiscal primario fijado para este año, por lo que redujo la meta desde el equivalente al 1,1 % del PIB hasta el 0,15 % y aumentó la incertidumbre económica del país.

El mercado no tardó en reaccionar. Esta semana Standard & Poors dio un tirón de oreja al país y redujo la perspectiva de la deuda a largo plazo de "estable" a "negativa", aunque mantuvo la calificación en "BBB-", último escalón del llamado "grado de inversión".

Además de la situación económica, S&P argumentó que su decisión también se apoya en la crisis del Ejecutivo por el escándalo de corrupción en la petrolera estatal Petrobras, así como por las dificultades del Gobierno para convencer al Congreso de apoyar las medidas de austeridad.

Y es que la incertidumbre en Brasil no sólo gira en torno a la economía y alcanza también a la política.



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