Vidas Ejemplares

Lucas, médico de cuerpos y almas

2015-08-24

Según reza la tradición, Lucas perteneció al grupo de los Setenta y dos, esto...

Autor: Agustín Fabra

Biografía e historia

Lucas nació en fecha desconocida en Antioquía de Siria, hijo de padres paganos. Su nombre en griego, Loukás, significa portador de luz; en hebreo es Akyl y en latín Lucano o Lucanus. Lucas no era judío, sino que nació gentil y fue médico de profesión, tal como constata Pablo de Tarso: "Os saluda Lucas, el querido médico" (Colosenses 4:14). Era una persona de educación helénica, quien estaba emparentado con el diácono Nicolás, un prosélito de Antioquía, quien fue uno de los Siete elegidos por los doce apóstoles para administrar la incipiente comunidad cristiana en sus albores (Hechos 6:5).

Según reza la tradición, Lucas perteneció al grupo de los Setenta y dos, esto es, al grupo de los seguidores de Jesús. Sin embargo y según la exégesis, no puede confirmarse este punto debido a que las fechas de sus escrituras no concuerdan en el tiempo, además de que Lucas se hizo cristiano después de la vida de Cristo, alrededor del año 40 y, posiblemente, gracias a su relación con Pablo de Tarso, a quien había conocido en Antioquía y de quien fue un ferviente seguidor con quien realizó múltiples viajes durante su misión evangélica. Como se sabe, Pablo de Tarso no era un hombre sano corporalmente y es lógico que necesitaba la ayuda constante de un médico, labor que desempeño Lucas (Gálatas 4:13).

Lucas destaca no sólo como evangelista, sino también como historiador. Supo escribir cuidadosamente y guiado siempre por el Espíritu Santo, lo que escuchó de los testigos oculares de los hechos acaecidos en vida de Jesús. Es el único que narra la infancia de Jesús y el que más trata sobre María, su madre.

Lucas escribió para el mundo gentil, contagiado por Pablo en su deseo de extender el mensaje de Jesús a toda la humanidad, y destacando el aspecto universal de la redención, de acuerdo a sus propias palabras: "… y que se predicaría en su nombre la conversión para pedir perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén" (Lucas 24:47). El era consciente de los peligros de la legalidad judía, y de las herejías y la frivolidad pagana, a pesar de que fue el único escritor del Nuevo Testamento que no era judío. Su evangelio muestra una atención especial hacia los pobres y los pecadores arrepentidos, y también hacia la oración.

Lucas, al revelarnos los íntimos aspectos de la Anunciación, de la Visitación y de la Navidad, nos hace comprender que conoció personalmente a María, la madre de Jesús. Por ello es que cita tantos aspectos de la infancia de Jesús y que hable de los sentimientos de María.

Lucas fue un fiel discípulo y acompañante de Pablo de Tarso. Desde su prisión en Roma, Pablo le dice a su discípulo Timoteo que sólo Lucas se quedó con él. Lucas se incluyó en los viajes de Pablo, tal como indica en el libro de los Hechos con frases tales como fuimos a…. y navegamos hacia…. Con Pablo le vemos partir primero hacia Filipos de Macedonia, más tarde a Jerusalén y después a Roma. Lucas predicó también por Acaya, Bitinia, Dalmacia, Macedonia y Galia.

Año tras año de intimidad con Pablo, Lucas fue asimilando poco a poco su mensaje. Por ello su evangelio ofrece tantos puntos de contacto literario y doctrinales con los escritos del apóstol, que bien podría identificarse a Pablo como el iluminador de Lucas, según dijo Tertuliano (ML 2,365). Luz literaria y doctrinal de Pablo a la que, con la cultura griega de Lucas, con su trato con los testigos oculares de la vida de Cristo, con su conocimiento de los diversos relatos evangélicos existentes y con su vocación de investigador escrupuloso, supo dar cuerpo y proyectar sus conocimientos en sus escritos.

Su fallecimiento

No se conoce con exactitud el final de la vida de Lucas y aún se discute si fue martirizado o bien si, según el antiguo Prefatio vel Argumentum Lucae del historiador Sexto Julio el Africano (aprox. 190 d.C.) falleció de muerte natural siendo anciano. Sí que está confirmado que su muerte ocurrió en Grecia, y que fue enterrado en Tebas, en la región de la Beocia, en el año 84.

La tradición indica que Lucas ordenó ser enterrado junto a la imagen de Nuestra Señora que él mismo había tallado. Luego, tal como indicó Jerónimo de Estridón en el 400 d.C. (De viris ill. VI, I), sus restos fueron transportados a Constantinopla, Turquía, concretamente a la Basílica de los Santos Apóstoles.

Cuando alrededor del año 350 d.C. se realizó dicho traslado, el emperador Constantino se hizo cargo de aquella imagen tallada. En tiempos de las Cruzadas las reliquias de Lucas llegaron a Padua, Italia, y desde entonces se conservan en la Iglesia de Santa Justina de aquella ciudad. Estudios realizados en dicha iglesia en 1998 concuerdan con los datos sobre Lucas conocidos por la tradición. El cráneo de Lucas, por orden del emperador Carlos IV, fue trasladado en 1354 a la catedral de San Vito, en Praga, República Checa, donde se encuentra en la actualidad.

Lucas es venerado en la iglesia ortodoxa, en la católica, en la copta y en la luterana. Su festividad se celebra el 18 de octubre de cada año.

Conclusión

El antiguo médico de los cuerpos, que en su estilo y en el detalle de sus narraciones evangélicas refleja tantas veces la técnica de su antigua profesión, desemboca finalmente en el misionero, evangelista y médico de almas. Su psicología profesional y de misericordia ante el enfermo y el abandonado, se robustece y espiritualiza ante el pecador, quien está enfermo del alma. El paso era lógico y Lucas, que ha sabido transmitir la actividad de Cristo en la tierra como sanador de cuerpos, mejor que nadie ha logrado vibrar al unísono con la misericordia de Cristo ante las miserias del alma.

En sus escritos y en su vida apostólica se ha esforzado para hacer suyo aquel lema de Cristo de que no son los sanos quienes tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Sin excluir a los fieles de Israel, Lucas muestra sus preferencias por la conversión de los gentiles. A ellos dedicó su evangelio y sus libros de los hechos, y a ellos, tal como Pablo de Tarso y compañeros, consagró su vida y su muerte.

 



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