Reportajes

El mundo lucha para adaptarse a la "nueva normalidad" de China

2015-09-10

Ahora, el resto del mundo también tiene que acostumbrarse a esa nueva normalidad. La...

James T. Areddy y Lingling WeiThe Wall Street Journal

Los líderes chinos han advertido a la población que necesitan acomodarse a la "nueva normalidad" de un crecimiento económico mucho más lento que el que llevó al país a convertirse en la segunda economía del mundo en las últimas dos décadas.

Ahora, el resto del mundo también tiene que acostumbrarse a esa nueva normalidad. La gigantesca economía china atraviesa un cambio tectónico que está sacudiendo los mercados de todo el mundo.

La profundización de la desaceleración que tuvo lugar este año forma parte de una transición desigual que busca dejar atrás una era en la que el motor de la economía fueron las industrias pesadas, las grandes exportaciones y el gasto masivo en infraestructura sostenido por una deuda multimillonaria con apoyo estatal. Hoy, la deuda ha aumentado a más del doble del tamaño de la economía, y algunas de esas industrias, como la construcción y el acero, se han visto afectadas.

Ahora, China está tratando de reemplazar dichos motores por un renovado impulso a los servicios y el gasto de los consumidores y de las empresas, que dependen menos de la deuda y más del mercado de valores para su financiamiento.

Pero esta reorientación de la economía del gigante asiático está demostrando ser todo un reto. Las dificultades están planteando a los líderes chinos un desafío novedoso, porque los problemas económicos están socavando su reputación de sólidos administradores.

En medio de estos shocks financieros, algunas cosas siguen funcionando bien. Las ventas minoristas siguen subiendo, hasta el 10,5% en julio respecto al año anterior, aunque la tasa de crecimiento se ha ralentizado. Una serie de compañías estadounidenses, desde Apple Inc. a Gap Inc., han encontrado que China, en contraste con el resto del mundo, es un mercado en crecimiento. Los consumidores chinos están gastando como nunca antes en boletos de cine, pasta de dientes, jeans y automóviles.

"Mi vida está realmente mejorando", dice Zhu Baolian, un maletero jubilado del Aeropuerto Internacional de Beijing. El hombre de 58 años de edad dijo que el gobierno recientemente aumentó su pensión a 250 yuanes por mes, alrededor de US$40, dándole más dinero para gastar. "Yo como bien. La calidad de nuestra comida y otras cosas está mejorando", dijo.

El problema es que el gasto del consumidor no es lo suficientemente robusto como para reemplazar a la industria pesada y la inversión en infraestructura y en bienes raíces, que fueron los motores del crecimiento promedio de 10% anual que China experimentó en las últimas tres décadas. Para que eso suceda, tendrían que darse una serie de enormes cambios, como dar a los inmigrantes un mejor acceso a los servicios sociales y romper el dominio de los bancos y las empresas estatales en muchas industrias.

Hace dos años, el gobierno del presidente Xi Jinping dio a conocer una larga lista de iniciativas destinadas a lograr muchos de estos objetivos. Pero algunas de esas reformas quedaron de lado mientras Xi priorizaba una importante campaña de lucha contra la corrupción y para expandir la influencia de China en el extranjero.

A medida que el crecimiento económico se ralentiza (algunos economistas predicen que estará alrededor del 4% este año, muy por debajo de la meta oficial del 7%), el gobierno ha estado tratando de apuntalar las cosas.

"Estabilizar la economía se está convirtiendo en una tarea más difícil, eso es seguro", dijo un asesor económico del gobierno. "A principios de este año, esperábamos que a estas alturas la economía ya estuviera empezando a recuperarse, no que estuviera empeorando".

El primer ministro Li Keqiang dijo recientemente que "los fundamentos de la economía china no han cambiado, el crecimiento económico sigue estando dentro de un rango razonable y los factores positivos que apoyan la economía real están aumentando".

Por momentos, el gobierno pareció perder la paciencia, volviendo a usar las viejas tácticas que utilizó para propulsar el crecimiento una década atrás, como ordenar a los bancos estatales que incrementaran los préstamos para proyectos de infraestructura, tanto en China como en los países vecinos.

A principios de agosto, el Banco Central devaluó sorpresivamente la moneda, el yuan, lo que fue leído por algunos como una señal de desesperación. Cuando el gobierno se propuso detener un derrumbe de la bolsa en junio, lo primero que hizo fue limitar la compra de acciones a crédito, pero pronto revirtió la decisión.

Estos cambios repentinos desencadenaron oscilaciones dramáticas en el mercado de valores y de divisas, y los inversionistas globales empezaron a preguntarse si los líderes chinos seguían en control de la situación. El índice de Shanghai ya eliminó todas sus ganancias de este año.

Muchos empresarios se preguntan qué tan sintonizados están los funcionarios chinos con el riesgo de fracaso de este intento por estabilizar los mercados y restaurar la confianza.

"¿Ha perdido de China el control de la situación?", se preguntó retóricamente el economista de CLSA Eric Fishwick. "La respuesta corta es no".

Las salidas en falso de Beijing en los últimos meses han sacudido a un mundo que en las pasadas dos décadas vio a China como una fuente confiable de crecimiento y una cuidadosa gestión económica.

China se mantuvo por encima de la refriega en la crisis financiera asiática de finales de los 90, sosteniendo al yuan estable y evitando las devaluaciones competitivas ensayadas por otros países. Después de la crisis financiera mundial de 2008, el masivo programa de estímulo puesto en práctica por Beijing ayudó también a sacar al resto del mundo del pozo.

Pero ahora, China está exportando volatilidad. El índice de volatilidad CBOE, una medida del riesgo en los mercados bursátiles de EU popularmente conocida como "el indicador del miedo", ha aumentado luego del resquebrajamiento reciente del mercado de Shanghai. Esto contrasta con anteriores debacles de las acciones chinas, que pasaron casi desapercibidas en el resto del mundo.

Han pasado cinco años desde que la economía china creció por última vez a una tasa de dos dígitos. La desaceleración económica de hoy refleja los problemas de fondo heredados por la presidencia de Xi, que parecían anticipar una disminución del crecimiento: una fuerte deuda acumulada por entidades gubernamentales, la corrupción endémica y el empeoramiento de la contaminación generada por industrias envejecidas.

Al comienzo, los economistas estaban esperanzados que Xi emergería como un líder con visión empresarial dispuesto a reestructurar la economía en la línea de los países occidentales. Pero Xi ha utilizado su capital político para emprender una campaña contra la corrupción, expandir las fuerzas armadas y fortalecer al Partido Comunista de China.

A diferencia de sus predecesores, Xi asumió el control de la economía, tradicionalmente dominio del primer ministro. Pero sus pensamientos al respecto han surgido principalmente en declaraciones de política que han carecido de seguimiento. Prometió que los mercados se convertirían en "decisivos" para la asignación de recursos y dijo que un crecimiento más lento, pero mejor y más sostenible, era la nueva normalidad.

"La simple realidad es que China no tiene un plan maestro para la reforma económica que se está ejecutando de manera paso a paso", escribió en un reciente informe Andrew Batson, de la consultora de economía GaveKal Dragonomics.

A medida que los problemas se acumularon en las últimas semanas, las divisiones dentro de la élite del partido comenzaron a exacerbarse, de acuerdo con funcionarios chinos y académicos conectados por el gobierno. El gobernador del banco central de China, Zhou Xiaochuan, y el ministro de Finanzas, Lou Jiwei, según funcionarios con conocimiento de la situación, prefieren una intervención del gobierno en el mercado de valores, pero fueron desautorizados por el primer ministro Li, quien exigió acciones contundentes para apoyar al debilitado mercado .

Según las mismas fuentes, miembros de alto nivel del partido cercanos a uno de los predecesores de Xi instaron a éste a prestar renovada atención a la economía. El mes pasado, un comentario inusualmente contundente en el Diario del Pueblo, el principal periódico del partido, criticó sin dar nombres a líderes retirados por interferir en el gobierno y sembrar división. En su intento por retener influencia, dijo el diario, estos dirigentes "no sólo ponen a los nuevos líderes en un aprieto, sino que les complican el camino para hacer un trabajo audaz".

Los inversionistas que durante los buenos viejos tiempos veían en el estricto control que Beijing tenía de las palancas económicas una garantía de sus intereses comerciales, creen ahora con preocupación que las autoridades podrían estar subestimando los problemas.

Las dudas sobre la exactitud de las estadísticas chinas ha producido una industria secundaria, dedicada a la elaboración de indicadores económicos alternativos. Capital Economics, una firma con sede en Londres, estima que el crecimiento en julio respecto al año anterior es 4,1%; si se tiene en cuenta el consumo, el crecimiento podría estar entre 5% y 6%. Todas esas cifras están por debajo de la proyección oficial de 7% de crecimiento del PIB.

En un cable de 2007 revelado por WikiLeaks, Li aparece citado diciendo que antes de convertirse en primer ministro tenía sus propias medidas para el crecimiento, como las cifras de transportes de carga, préstamos, y la demanda total de electricidad. Esta última ha aumentado menos de 1% este año, en gran parte debida a la caída de la industria manufactura y la construcción, frente a un crecimiento de más de 5% el año anterior.

Parte de la desaceleración refleja los esfuerzos de Beijing por cerrar industrias pesadas y contaminantes. En cambio la demanda de energía de los servicios, incluyendo bienes raíces, servicios financieros y de transporte, ha crecido 7,5% este año.

La demanda de gasolina por las crecientes legiones de nuevos conductores chinos explica en parte la continuidad del crecimiento del país, a pesar de la desaceleración de las ventas de automóviles.

No son muchos los economistas que respaldan las proyecciones que dicen que China superará a EU en términos de PIB total, posiblemente dentro de esta década.

Pero China se encuentra en algún lugar intermedio entre ser un país pobre y un país rico. Esta es una posición históricamente difícil, denominada la "trampa de la clase media" por los economistas. Corea del Sur pudo escapar de esa trampa, que ha frenado a gran parte de América Latina.

"China está justo ahí, donde muchos de los países comienzan a tener problemas", dijo Peter Robertson, economista de la Universidad de Australia Occidental, quien agregó que la "trampa" a menudo genera un conflicto entre un sistema político y la realidad económica acerca de cómo distribuir la riqueza de una nación.

Mientras los líderes discuten entre sí en Beijing, uno de los efectos de la crisis ha sido un apretón del cinturón de muchos de los nuevos empresarios chinos.

En enero, cuando Jerry Dai fundó una nueva empresa de crowdfunding en Shenzhen, dijo que sólo tenía optimismo. Los emprendedores que lo rodeaban dijeron casi cualquier idea de negocio estaba consiguiendo financiación de los llamados "inversores ángeles, personas o fondos que proporcionan el capital para empresas en su fase inicial, antes de las rondas de inversión formales. Ahora, las cosas se ven más difíciles. "Todavía hay muchos inversionistas ángeles, pero son cada vez más selectivos", dijo.

Heatherm Huang, cofundador de MailTime, una startup con sede en San Francisco para que busca la manera de hacer que los correos electrónicos sean más fáciles de utilizar en los teléfonos inteligentes, consiguió gran parte de sus primeros fondos de inversionistas chinos. "El año pasado fue una locura, había tanto dinero en China", dijo Huang. "De alguna manera, las cosas están volviendo a la normalidad".



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