Editorial

México, perseverancia en el error

2015-10-20

La narrativa del gobierno evade lo que los ciudadanos condenamos y exigimos mientras exalta...

ARMANDO REGIL VELASCO, El País

La aprobación del presidente Peña Nieto es de 35% de acuerdo a Latinobarómetro. A pesar del esfuerzo del gobierno para convencer a la gente de los beneficios que suponen las reformas, las principales causas de la desaprobación son la corrupción y el mal desempeño económico. El impacto positivo de las reformas todavía no se siente en el bolsillo de la mayoría de los mexicanos. Si bien es cierto que los resultados no son inmediatos, la percepción negativa hacia el gobierno también salpica a los partidos en todo el espectro político por el nivel de desconfianza creciente.

El descontento ciudadano está fundamentado en una serie de abusos, mentiras y escándalos de corrupción que flotan en la impunidad, pavimentando el camino a la amenaza de un populismo mayor. De acuerdo a Latinobarómetro, 26% cree que el gobierno actual es transparente mientras que 72% considera que es poco o nada transparente (la encuesta se aplicó antes de la fuga de El Chapo Guzmán).

En otras mediciones tampoco estamos mejor. El índice que mide el Estado de Derecho (World Justice Project), pone a México una calificación de 4.5 sobre 10 mientras que en el índice de corrupción de Transparencia Internacional, México ocupó el lugar 103 de 175 países (2014). De acuerdo al IMCO, México gasta aproximadamente 890 millones de pesos para combatir la corrupción y no es suficiente.

No obstante, el gobierno ve otra realidad. Desde su óptica, la desconfianza y el desgaste institucional son una percepción equivocada de la sociedad civil. No se dan cuenta que los problemas se agudizan ante la negativa de reconocer sus errores, asumir responsabilidades y aplicar la ley para que quienes son responsables asuman las consecuencias y enfrenten la justicia.

La narrativa del gobierno evade lo que los ciudadanos condenamos y exigimos mientras exalta beneficios que la mayoría de los mexicanos no vemos en la vida diaria. La brecha entre el discurso político y la realidad cotidiana seguirá abriéndose mientras el gobierno no tenga la humildad de reconocer y replantear sus errores. Desde la Asamblea General de la ONU, el presidente Peña Nieto advirtió sobre la amenaza que supone el populismo en México. Tiene mucha razón, el problema es que el populismo no es una amenaza del futuro, sino del presente, incrustada en su propia administración.

De entrada, un gobierno que regala más de 13 millones de televisiones digitales a familias de escasos recursos, además de los miles de millones de pesos etiquetados en programas sociales con fines clientelares-electorales son una clara señal de alerta que pone en evidencia un problema actual que parece no tener fecha de caducidad. El círculo vicioso que genera perpetuar la pobreza y sembrar miedo para seguir manipulando es uno de los principales focos de atención a resolver para no caer en un populismo mayor.

El deterioro provocado por los errores de hoy puede arrastrar a un populismo de dimensiones más profundas. Si eso es lo que quiere evitar este gobierno, resulta imprescindible recordarle que la prioridad es fortalecer el Estado de Derecho, ese que se empeñan en mantener débil para que la corrupción siga teniendo un ancho margen de operatividad.

Mario Vargas Llosa afirma que la corrupción es la mayor amenaza a las democracias de América Latina pues se manifiesta de una manera muy inquietante, y en buena parte nace de la fuerza del narcotráfico, institución muy poderosa que compite con el Estado, paga mejores salarios a jueces, a periodistas, a policías, a ministros, a diputados. Esta corrupción que el gobierno dice atacar en el discurso pero que mantiene y solapa en la práctica es la verdadera gasolina del populismo.

El gobierno no tiene mayores incentivos para reducir considerablemente la amenaza del populismo mientras signifique combatir la corrupción de raíz pues implicaría perder privilegios temporales y negocios multimillonarios. Lo mismo muchos empresarios y ciudadanos entrelazados en la cadena interminable. No se dan cuenta que la soberbia es una apuesta muy arriesgada en donde juegan a perderlo todo.

La queja y la indignación no sirven para nada sino van acompañadas de propuestas y acciones, de una masa crítica valiente y responsable capaz de luchar una y otra vez hasta frenar, incidir, revertir y transformar. Nadie dijo que sería rápido ni fácil. El gobierno actual tiene miedo a un populismo que mañana lo ponga contra la pared. Nosotros tenemos miedo a que todo siga igual o peor pues la locura, el hartazgo y la violencia no conocen límites. Para muestra la evidencia en Venezuela. Aún estamos a tiempo para evitar cancelar nuestro futuro.

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* Armando Regil Velasco es Presidente Fundador del Instituto de Pensamiento Estratégico Ágora A.C. (IPEA). Twitter: @armando_regil



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