Reportajes

Chile, uno de los mejores lugares para jubilarse

2015-11-03

Cerca de 16 hectáreas de la superficie original se han reservado para hogares y edificios...

JON KAILEY, The Wall Street Journal

¿Vas a hacer qué? ¿Dónde? Esa fue la reacción general de amigos y familiares cuando mi esposa Kristin y yo les dijimos que estábamos construyendo una casa en el sur de Chile.

Hoy en día, nuestra cabaña de madera roja se asienta en 1 hectáreas en las montañas de los Andes. Pasamos allí entre cuatro y seis meses por año. Cómo llegamos a este punto es una historia de buena suerte, trabajo duro…y amigos que son dueños de una posada.

Antes de jubilarme en 2012, pasé 34 años trabajando para Owens Corning, la fabricante de artículos para la construcción. Durante 18 de esos años, mi familia y yo vivimos fuera de Estados Unidos, mientras yo trabajaba para la firma en Arabia Saudita, Chile y México. Al jubilarme, Kristin y yo quisimos seguir viajando y viviendo parte del año fuera de EU

Chile era nuestro lugar favorito en el extranjero. Nos encanta su gente y su belleza natural. Nos hicimos amigos de una pareja que administraba una posada en Villarrica, al sur del país. Estos amigos tenían una lista de potenciales expatriados que estaban interesados en comprar tierras en la zona, y añadimos nuestros nombres a la lista.

En 2005, nuestros amigos se enteraron que había una propiedad en el mercado: unas 600 hectáreas de selva virgen, aproximadamente a 8 kilómetros de la frontera con Argentina. En menos de 30 días, nueve familias de Canadá, Irlanda y EU unimos fuerzas para comprar una parte de ese fundo. Un pequeño trozo de Chile era ahora nuestro.

Desconectados

En los años transcurridos desde entonces, Kristin y yo hemos comenzado a crear una vida en nuestro hogar adoptivo. Los beneficios son numerosos: impresionantes paisajes, actividades ilimitadas al aire libre, bajo costo de vida y un pueblo cercano cuyos residentes nos han recibido con brazos abiertos. Chile en su conjunto tiene una economía estable, un fuerte estado de derecho, índices de criminalidad bajos y poca corrupción para los estándares latinoamericanos.

Por supuesto, el lugar y nuestra forma de vida lejos de la civilización no es para cualquiera. El hospital más cercano está a casi dos horas en auto y en invierno la nieve cierra los caminos de la zona.

Aún así, Kristin y yo, que llevamos 41 años de casados y tenemos poco más de 60 años, disfrutamos de la aventura.

Normalmente llegamos en diciembre, el comienzo del verano en América del Sur, y nos quedamos hasta abril. (Entre mayo y noviembre vivimos en Albuquerque, Nuevo México). Volamos a Santiago, la capital del país, y de ahí manejamos cerca de nueve horas hasta Quililche, el nombre de nuestra propiedad. Elevación: poco más de 1,000 metros. El clima es agradable durante la mayoría de los días que estamos aquí, con máximas de alrededor de 26 grados Celsius y mínimas de entre 4 y 10 grados, siempre con baja humedad y muy pocos insectos.

Cerca de 16 hectáreas de la superficie original se han reservado para hogares y edificios comunes. Nuestro grupo propietario ha decidido mantener el equilibrio con la naturaleza, permitiendo el desarrollo de senderos para caminatas y ciclismo de montaña. El terreno está bordeado por dos parques nacionales, tiene un lago de cada lado y una densa arboleda de Araucarias—el árbol nacional de Chile—de 1,000 años de edad. A veces en el bosque nos sentimos como si estuviéramos en "El Señor de los Anillos".

Nuestra casa es cómoda (importamos la mayoría de los materiales y accesorios de EU), pero lo remoto del lugar nos obligó a hacer algunos ajustes. Utilizamos propano para nuestro refrigerador, lámparas, estufa y un calentador de agua. Un tanque de 132 litros (costo: US$70) nos dura un mes. Utilizamos un generador para la lavadora y para bombear agua de un manantial y recientemente hemos añadido una pequeña unidad de energía solar para recargar computadoras portátiles, tabletas y teléfonos.

La mayoría de nuestros días comienzan al amanecer. La planificación de las comidas ocupa un lugar prioritario en nuestra lista de cosas por hacer. Los almuerzos y cenas con otros propietarios comunales son frecuentes. Tenemos un invernadero y además compramos verduras y huevos de nuestros vecinos. Muchas de las frambuesas, melocotones, arándanos, cerezas, aguacates, etc., que se venden en EU entre diciembre y marzo se cultivan en Chile.

La pasamos bien. Hacemos senderismo, bicicleta de montaña y exploración. Hay aguas termales naturales a 30 minutos de distancia. Siempre es sorprendente ver las aves, que no tienen miedo a la gente. Nos gusta leer (Kristin nunca está lejos de su Kindle) y jugar juegos de mesa.

Pueblo chico

El pueblo más cercano está a 12 kilómetros de distancia y tiene alrededor de 300 habitantes. Es un reflejo de Chile: acogedor y humilde. A menudo compartimos comidas en las casas de los demás. (Kristin habla fluidamente el español y yo me hago entender). Somos bienvenidos en sus rodeos, una forma popular de entretenimiento, y la gente aprecia que nuestro grupo de propietarios les ofrezca empleo de vez en cuando.

La ciudad más cercana para ir de compras (incluyendo materiales de construcción) o a comer afuera es Pucón, casi dos horas de nuestra casa, en donde también hay un hospital. La visitamos semanalmente para comer afuera, acceder a Internet y descargar los periódicos y revistas.

El hospital de Pucón está completamente equipado y no hay que esperar mucho para que lo atiendan. Hace dos años, me quemé severamente el pie con agua hirviendo. El médico trató mi lesión y me despidió en menos de 45 minutos. Costo: US$40. La atención de salud en Chile es excelente.

Nuestros gastos rondan menos de US$800 por mes. (Nuestra casa y nuestro vehículo ya están pagos). La cuota mensual como copropietarios es US$100, que cubren impuestos, mantenimiento de los edificios comunes, seguros y el salario de un cuidador, que vive en el pueblo cercano.

En cuanto a los aspectos negativos: la madre naturaleza nos juega ocasionalmente alguna mala pasada. Una mañana de abril nos despertamos con un cielo brumoso y un cuarto de pulgada de ceniza sobre nuestro vehículo. Al mediodía el cielo se había puesto negro: el volcán Calbuco, a 320 kilómetros al sur de nuestra propiedad, había entrado en erupción. Por la tarde el cielo se había despejado.

Sí: el aislamiento puede ser un problema. Pero la soledad puede ser también maravillosa. Apreciamos la tranquilidad, la oscuridad completa a la noche; cómo no hay contaminación lumínica en nuestra zona, los cielos nocturnos son una revelación. Tenemos la suerte de contar con frecuentes visitas de familiares y amigos.

¿Qué nos espera ahora? Nuestra casa está terminada, pero todavía hay mucho que hacer en la construcción de senderos, áreas verdes, etc. En abril, plantamos árboles frutales, árboles de cedro chilenos, otras maderas duras y sequoias.

Y podría haber buenas noticias en el frente de las comodidades. En mayo, cuando nos estábamos yendo, nos enteramos de que una empresa privada estaba instalando una mini planta hidroeléctrica en un río cercano. Además, dos compañías de telefonía móvil han instalado torres de celulares a 16 kilómetros. Esto significa que podríamos tener acceso a electricidad, telefonía celular e Internet antes de fin de año.

¿Cuán importante sería esto para nosotros? Justo después de regresar a EU este año, le pregunté a Kristin qué es lo que más le gustaba de estar nuevamente conectada a la electricidad. Su respuesta: el molinillo de café eléctrico.



LAL

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