Migración

Dentro de las bandas de tráfico de inmigrantes

2015-11-10

"Los contrabandistas hacen esto porque no hay plata ni hay puestos de trabajo", dice Ivo,...

Joe Parkinson, Georgi Kantchev y Ellen Emmerentze Jervell

Cada noche, la jubilada Tanya Yakova mira desde su balcón en el tercer piso de un edificio de departamentos en el centro de Sofía, capital de Bulgaria, cómo la esquina de su casa se convierte en centro de una industria criminal que está floreciendo gracias a la crisis migratoria europea: el contrabando de personas.

Al anochecer, las calles se llenan de conductores, matones, cobradores y facilitadores abarrotan a cientos de personas en taxis que se dirigen hacia Alemania.

"Al menos 50 autos salen cada noche, y es cada vez peor", dice Yakova, cuyo balcón, a dos cuadras del cuartel general de la policía fronteriza de Bulgaria, le ha ofrecido una visión privilegiada de la historia, desde los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial a las celebraciones por el ingreso de Bulgaria a la Unión Europea en 2007.

"Es un mercado de la mafia", dice, oscureciendo las luces para esconderse de los contrabandistas que se caminan unos metros más abajo.

En toda Europa, viejas redes criminales dedicadas tradicionalmente al contrabando de armas y drogas se reconvirtieron al contrabando de personas para aprovechar el negocio creado por la masiva ola migratoria que escapa de una Siria devastada por la guerra y de otros lugares en conflicto.

Las nuevas redes de contrabandistas incluyen choferes como Ivo (que no quiso proveer su verdadero nombre), quien dice transportar inmigrantes indocumentados a través de Bulgaria. Manejando a 160 kilómetros por hora su viejo Volkswagen, este fumador empedernido de Merilyn Slims explica cómo el tráfico de seres humanos ha reemplazado al de drogas y cigarrillos.

"Los contrabandistas hacen esto porque no hay plata ni hay puestos de trabajo", dice Ivo, gesticulando con unas manos llenas de cicatrices. "Lléveme a América, y trabajaré feliz como su jardinero".

En solo unos pocos meses, la crisis ha creado las oportunidades para un floreciente tráfico de personas entre Turquía y Alemania, un negocio que los funcionarios de seguridad europeos estiman en miles de millones de dólares. La expansión de esta actividad ilegal, en la que participan desde sofisticadas pandillas transnacionales al oportunista solitario equipado con sólo un teléfono y un vehículo, plantea otro reto espinoso para los gobiernos europeos que ya están divididos sobre cómo responder a la crisis migratoria.

Un nuevo tipo de brutalidad

El ingreso en escena de sindicatos criminales que operan entre Medio Oriente y Europa ha traído un nuevo nivel de organización y brutalidad al contrabando de personas.

Muchos de los taxis de Sofía se dirigen a la localidad fronteriza de Vidin, capital del contrabando humano de Bulgaria. Desde allí, las bandas cruzan hasta 500 migrantes por noche a Serbia a través del Río Timok, dicen funcionarios búlgaros. Los contrabandistas ocultan a los refugiados en tránsito en granjas de cerdos y hangares en desuso en las afueras de la ciudad. El dinero en juego ha desatado también una guerra entre bandas rivales.

Cinco de los seis hombres detenidos en el caso de los 71 migrantes que fueron hallados muertos por asfixia en agosto pasado dentro de un camión abandonado en Austria son búlgaros, según la policía austríaca. "Nuestro principal objetivo son ahora los Balcanes", dice el coronel Gerald Tatzgern, subjefe de la policía antidrogas de Austria, que estima que este tráfico ilícito genera más dinero en Europa que el de drogas o armas.

Para los delincuentes, los migrantes son un negocio más seguro que el tráfico de drogas o de armas de fuego, porque tiene penas más leves. En Bulgaria, la mayoría de los condenados por tráfico de personas reciben solo una multa. El gobierno ha reforzado la seguridad fronteriza y sancionado leyes que cuadruplican las penas, pero los delincuentes siguen haciendo su negocio.

Los migrantes que atraviesan Bulgaria siguen siendo muchos menos que los que se aventuran por Turquía, Grecia y Hungría. Pero las autoridades búlgaras dicen que tras cambio de política de Alemania en agosto que da la bienvenida a más refugiados, el número de personas que buscan llegar a Alemania a través de Bulgaria aumentó. Cada persona paga hasta US$3,000 por el viaje.

Los beneficiarios son gente como Ivo, quien dice haber sido durante décadas un delincuente de poca monta y más tarde un informante de los servicios de inteligencia de Bulgaria. Ahora transporta "talibanes", palabra que los contrabandistas búlgaros utilizan para referirse a todos los migrantes de Medio Oriente, a través de la frontera.

La agresividad de las bandas se alimenta de la desesperación de los migrantes. Debajo del balcón de Yakova, decenas de vigías y facilitadores conocidos como "guías" montan guardia fuera de los albergues en cuyas lúgubres habitaciones los inmigrantes permanecen encerrados varios días, hasta que llegue el transporte. Los inmigrantes, cargados con sus mochilas, salen rápidamente de los edificios escoltados por los contrabandistas, que los meten en autos en ruta hacia la frontera.

Funcionarios de seguridad búlgaros dicen que regularmente hacen redadas en los albergues y detenido a cientos de personas, pero que los contrabandistas se reagrupan rápidamente.

Dentro de uno de los mayores albergues, un edificio de tres pisos con unos 80 migrantes, hay solo un baño por piso. Los inmigrantes conviven entre el fétido olor y las chinches a veces hasta más de una semana. Otros llegan exhaustos y traumatizados por el viaje. Los guardias patrullan y mantienen a todos en el interior. Lo mismo hace el gerente, un travesti alto y rubio.

"La gente está dispuesta a hacer casi cualquier cosa para llegar a Europa Occidental", dice el fiscal austriaco Johann Fuchs, quien supervisa la región fronteriza con Hungría, donde se descubrió el camión con 71 cadáveres.

El día que descubrieron el camión, la policía austríaca encontró cerca otra camioneta con 81 migrantes. El grupo había estado cerca de morir por asfixia; algunos estaban a punto sofocarse cuando alguien logró abrir una escotilla en el techo del vehículo, dicen fuentes cercanas a la investigación. El conductor, que fue arrestado más tarde, los había abandonado al darse cuenta que querían huir, dicen las fuentes.

Esa misma noche, la policía alemana detuvo otro camión con 86 personas cerca de la frontera con Austria y detuvo a su conductor, según personas familiarizadas con el caso. Los fiscales creen que los tres casos están vinculados.

El tamaño de los camiones ilustra cómo ha crecido este negocio, dicen el coronel Tatzgern y otros especialistas. Los migrantes pueden pasar de Hungría y Austria a Alemania por menos de US$500, que normalmente se paga al llegar a destino, dice la policía.

Algunos contrabandistas amontonan a la gente en camiones o autos con ventanas pintadas y cobran hasta US$1,000 por persona, pero abandonan su carga humana ante el menor signo de problemas.

Estos delincuentes suelen trabajar de a dos, dice el coronel Franz Füzi, de la policía austriaca. Uno conduce un auto que va por delante del camión para detectar el peligro y alertar al otro conductor, que si es necesario abandona su vehículo y se escapa en el otro auto.

La creciente demanda también significa que los contrabandistas pueden cobrar por adelantado, lo que da menos incentivos para cuidar de los pasajeros, dice el coronel Tatzgern, de 47 años. A menudo encierran a la gente en camiones forrados de madera para amortiguar el ruido interior. Los migrantes pueden permanecer encerrados dentro los vehículos hasta más de un día, sin paradas para ir al baño. Los contrabandistas le dicen a los pasajeros que lleven ropa extra, porque la suciedad podría llamar la atención de la policía, dice Tatzgern.

La policía dice que en algunos casos el contrabando humano está acompañado por violencia sexual. En la región de Subotica, en la frontera de Serbia con Hungría, aquella ha encontrado evidencia de violación de mujeres migrantes en colchones colocados en el bosque.

En una colina a menos de 8 kilómetros de la orilla del río se halla un improbable lugar que los contrabandistas usan como depósito de personas en tránsito: una granja de cerdos en medio de edificios de hormigón abandonados. "La granja es donde hacemos las grandes transferencias [de] refugiados que llegan desde Sofía a otras formas de transporte", dice Ivo, el piloto de Volkswagen.

Para Yakova, que pasa apuros para hacer rendir su pensión de US$140 al mes, el contrabando de personas es el golpe más reciente a un barrio que solía tener residencias elegantes. En septiembre, un vendedor de periódicos que llevaba décadas operando en esa calle se fue y fue reemplazado por una casa de cambio que los migrantes usan para pagarles a los contrabandistas.

"A veces les echo agua y se mueven", dice de los contrabandistas bajo su balcón. "pero siempre vuelven".



LAL
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