Nacional - Seguridad y Justicia

Decenas de muertos en un motín en una cárcel de Monterrey

2016-02-11

El levantamiento en el penal de Topo Chico se registra un día antes de la llegada del Papa a...

Jan Martínez Ahrens, El País

La sangre y el fuego han sacudido esta noche la cárcel estatal de Topo Chico, en Monterrey, en el norte de México. Decenas de presos y varios celadores, según las primeras informaciones, han muerto tras un salvaje motín. El penal tiene una fuerte presencia de Los Zetas y del cártel del Golfo. Las primeras versiones apuntan a que el detonante fue el intento de fuga y asesinato de Jorge Hernández Cantú, El Comandante Credo, miembro del cártel del Golfo y uno de los cabecillas del presidio. Su muerte a manos de una banda rival cuando pretendía huir, habría desatado, a tenor de estas versiones, el vendaval de la venganza. Un choque que desembocó, ante la incapacidad de las fuerzas de seguridad, en un inmenso baño de sangre.

Para contener la revuelta, las autoridades tuvieron que enviar al lugar al Ejército. Sobre las 1.30, los militares irrumpieron en las dependencias penitenciarias. Un tuit del Gobierno de Nuevo León señala que el presidio ha quedado "bajo control". Ninguna autoridad ha comparecido aún para informar sobre esta sangría.

El levantamiento en el penal de Topo Chico se registra un día antes de la llegada del Papa a México. Francisco tiene previsto visitar el miércoles que viene la prisión estatal de Ciudad Juárez y liberar a 50 internos.

Los motines fueron durante años moneda común en los presidios mexicanos. El último grave se registró en La Pila (San Luis Potosí) y acabó con 13 muertos. Las imágenes difundidas tras la revuelta mostraron al mundo las terribles condiciones de vida en el interior del presidio.

Este nuevo motín vuelve a poner a México ante el espejo de sus cárceles. Con una población reclusa de cerca de 250,000 internos, los problemas de hacinamiento y violencia son moneda común. Pero el mayor problema posiblemente procede del dominio que ejercen los cárteles sobre las prisiones, hasta el punto de que muchas penitenciarias se rigen a voluntad de las organizaciones criminales. Controlan las visitas, las drogas y los alimentos. Prestan el dinero y en caso de que no haya retorno, ejercen la violencia sin contemplaciones. En la cárcel que visitará el Papa este miércoles, las bandas llegaron a organizar hace pocos años carreras de caballos, ante el silencio cómplice de las autoridades.

Los intentos presidenciales para revertir este control han sido constantes, pero casi nadie en México cree que hayan tenido éxito. La fuga de El Chapo, por un increíble túnel de 1,500 metros, demostró este mismo año la enorme debilidad del sistema. La huida se registró en la cárcel de máxima seguridad de El Altiplano. Bajo control federal y supuestamente sometida a continuas medidas de contravigilancia, este centro era considerado el más seguro del país. Pero nada pudo contra el poder corruptor del líder del cártel de Sinaloa. Le bastó con levantar el piso de la ducha y huir sin que se activaran las alarmas hasta horas después. Tras la humillante salida, la cúpula del sistema penitenciario mexicano fue descabezada.



LAL