Vox Populi

Transición o clonación

2016-02-28

Que suba el dólar y baje el precio del petróleo no son ya indicadores adecuados para...

León García Soler, La Jornada

La nave no se hunde. Va a la deriva. Sólida, envidiablemente sólida, nuestra economía crece, repite un día sí y otro también el secretario de Economía, Luis Videgaray. El mundo está al borde de una depresión como la de los años 30 del siglo XX; en la parálisis de una recesión global contenida a duras penas con las tasas de interés cero. O casi. Los grandes crecen poco y los enanos hacen fiesta porque crecen los mismos nanomilímetros que aquellos. Nada de aumentar impuestos; mucho menos gravar las ganancias de capital. Tampoco de reducirlos, responden a coro Hacienda y el Banco de México. Nadie se mueva: Están por parir los montes.

Que suba el dólar y baje el precio del petróleo no son ya indicadores adecuados para medir si vamos bien o vamos mal. Pero de todos modos hay que recortar, hay que hacer sentir la disciplina más allá del ámbito fiscal: imponerla en lo laboral; recortar personal empezando por Pemex ahora que ya adelantamos el arribo de las petroleras extranjeras a la libre importación y venta de gasolina en territorio mexicano. Cuántos despidos aguanta el Pemex ya reducido a simple intermediario en la venta de espacios y entrega de recursos naturales del Estado; al Estado mismo y a los que quieran participar en la exploración y explotación del crudo en aguas profundas y en tierra firme, sobre todo ahora que el fracking y el freno al consumo de China han llevado a Arabia Saudita al recurso de no reducir la producción y sentarse a la puerta de sus tiendas a ver el cadáver de sus enemigos pasar.

¿Y Pemex? Bien, gracias. Cambió al director general el presidente Enrique Peña Nieto y el cortejo de sonámbulos protestó, denunció... que José Antonio González Anaya es concuño de Carlos Salinas de Gortari. La terca realidad anticipa la degollina de poco más o menos cien mil trabajadores mexicanos de Pemex; el autismo de la desvanecida clase política ve el regreso del Chupacabras, pesadilla aterradora, miedo al miedo mismo, lo que sea para reducir los problemas que nos aquejan a la maldad de un chivo expiatorio hecho a la medida. Hay que recortar; amputar, reducir de un tajo el desequilibrio de la tan afamada y aplaudida economía sólida, inamovible, estática. O casi, porque crece tantito así, sobre todo ahora que la dura realidad destruyó el auge en el resto de la América nuestra.

Bastan una visita y decenas de miles de bendiciones papales para aliviarnos del mal que nos aqueja. La clase media proletarizada pide el milagro de no hundirse en la pobreza, extrema o casi, que aqueja a más de la mitad de los mexicanos. Los pobres hacen el milagro de deslumbrar al papa Francisco con su vibrante fe, con el vigor portentoso de la voluntad de sobrevivir. Los adictos al alud de las redes sociales, de las voces de necios, dijera Umberto Eco, gozan con la reducción del sistema de comunicación social al diálogo en los infiernos: que hubo pacto entre los narcotraficantes y el gobierno de la República para una tregua durante la visita papal, dicen. Y a eso dan respuesta los voceros oficiales. A eso y a los desvaríos de Donald Trump, el multimillonario fascistoide, racista, ignorante, reflejo de un sistema electoral entregado a los grandes capitales y asustado del fanatismo que ha alentado.

Diálogo al otro lado del espejo. Vino a México Joseph Biden, vicepresidente de Estados Unidos de América, político de vocación y con voluntad de servir, quien en su discurso se dirigió al presidente Peña Nieto para decirle, para decirnos, que los excesos retóricos y la xenofobia ignara del gesticulador en campaña, lejos de ser la opinión del pueblo estadunidense, son lo opuesto. Lo dijo con sinceridad, confiado en que la gesticulación tiránica de Trump asuste a los dueños del gran capital en el Partido Republicano. Y en última instancia, provoque el repudio de la mayoría de los votantes de una nación de inmigrantes, mosaico de etnias y de orígenes varios. Allá, al norte del río Bravo, invocan tardíamente a Aristóteles: El maestro de Alejandro Magno escribió que la democracia padece excesos que dan paso a la anarquía. Y ésta a la tiranía.

Nosotros, los mexicanos del tercer milenio, de la transición en presente continuo, dimos de manos a boca con el milagro medieval de la alquimia, con el portento del movimiento continuo. Así sea dando vueltas a la noria. La democracia sin adjetivos es para los de la clase política del régimen nonato, la constante y perpetua reforma electoral. Tantas vueltas y revueltas han hecho creer en la elección de una diputación constituyente de la Ciudad de México –CDMX para los enterados– a cargo de un grupo de notables que redactarán el proyecto y se incorporarán a los constituyentes electos por el jefe de Gobierno del antes denominado Distrito Federal, el Presidente de la República, senadores y diputados del Congreso de la Unión y uno que otro ciudadano.

El Gattopardo vuelve a escena. Todo cambia para que todo quede igual, pero con el cambio de chaqueta como signo de Caín, con el fatalismo del eterno retorno como obstáculo al movimiento centrífugo. Hablo de lo electoral, de las alianzas y coaliciones de los opuestos en todo, salvo en la intención fija y constante de "derrotar al PRI". El PAN, nacido para combatir al cardenismo social, se une al PRD para encontrar un candidato común capaz de derrotar al candidato del PRI. En 99.9 por ciento de las ocasiones en que han dormido en el mismo lecho, han engendrado una criatura del PRI. Tal vez por eso acudieron Felipe Calderón y su esposa a la rotonda de "las personas" ilustres, en busca de la bendición de Manuel Gómez Morín.

La corrupción es añeja costumbre en el PRI. Pero el poder no distingue a quién corrompe. No es lo mismo Madero profeta y mártir, que Madero pastor y cómplice de moches y mochos que saquearon al país. Se deshacen del Borrego de Calderón para subir al púlpito al milagroso niño Ricardo. Y la criatura se declara líder sin ataduras, libre para asumir liderazgo y candidatura del PAN a la Presidencia de la República. Al otro extremo, el PRD se desmorona bajo el golpeteo incesante de los acuerdos a toda costa; el botín del poder apropiado y no expropiado; el desastre de candidaturas a subasta que hicieron a sus dirigentes cómplices del crimen organizado, de los narcos enseñoreados por la ausencia del poder constituido.

Solución: designar líder a uno que no haya militado jamás en el PRD, en partido alguno, de izquierda o derecha. Aunque la amistad y el quehacer político de Agustín Basave con Luis Donaldo Colosio llevó a dudar que no hubiera algo tricolor en el académico intachable. Basave vino, vio y cedió: imposible sin aliados, a los candidatos del PRI. Y la alianza se hizo. Con las disputas de rigor entre perredistas de Oaxaca: José Estefan Garfias, pequeño tecnócrata del PRI, habilitado de Lenin para sustituir a Gabino Cué; otro ex priísta que volvió al rebaño.

En Veracruz parecía imposible que ganara el PRI tras el escandaloso desastre de Javier Duarte. Miguel Ángel Yunes va de nuevo: del PAN-PRD, quien fuera priísta y valido de Vicente Fox y Calderón. Y hay alianzas con clanes del priato: Pedro de León en Zacatecas; Carlos Joaquín González en Quintana Roo. En Sinaloa, donde Malova (Mario López Valdez) llegó y traicionó la alianza, Martín Heredia. En Puebla no. Rafael Moreno Valle quiere ser candidato del PAN a la Presidencia y no querrá pregonar que quien traiciona una vez, traiciona siempre.

La tan afamada transición resultó clonación. "En México todos son priístas, salvo prueba en contrario", diría Carlos Monsiváis.



JMRS