Mensajería

Las tres lecciones de los mártires

2016-03-10

Muchos cristianos, viviendo en situaciones límite, perseveran en su fe, no abandonan la...

Jorge Soley

Uno de los indudables signos de nuestro tiempo es el martirio de tantos hermanos nuestros en Oriente Medio. Lo que ha ocurrido o está ocurriendo en Egipto, Siria, Iraq es una persecución descarnada por parte de los islamistas que está sembrando aquellas viejas tierras con nueva sangre cristiana.

No se trata de algo periférico, de algo que podamos mirar de lejos. Como afirmó el Papa Francisco, "La historia de la Iglesia, la verdadera historia de la Iglesia, es la historia de los santos y de los mártires". Es pues una realidad, nuclear, que ya está anunciado en el capítulo 10 del Evangelio según san Mateo y que dos mil años de historia no ha dejado de confirmar. Este martirio actual, que nos llega a través de imágenes tremendas, de noticias de atrocidades casi inconcebibles, y sobre todo a través de los testimonios de primera mano que nos llegan gracias a la encomiable labor de Ayuda a la Iglesia Necesitada (pienso en la reciente presencia entre nosotros de la Hermana Guadalupe, o en el más lejano testimonio de la H. Xiskya Valladares). Corremos el riesgo de olvidarnos, de que el eco de lo que ocurre allí se apague. Es pues importante recordar una simple constatación: hoy en día se está produciendo un martirio de una magnitud casi olvidada.

Este hecho, que también es providencial, está cargado de enseñanzas que hay que descubrir y meditar. No pretendo agotar el tema, pero me permito compartir con quienes leen esto tres lecciones que pueden ser un punto de partida.

1.      Un tesoro para la Iglesia: el martirio que están sufriendo los cristianos de Oriente es un testimonio que constituye un verdadero regalo para toda la Iglesia. No es la primera vez que aquellas comunidades cristianas sufren persecución, pero muchos la consideraban algo del pasado. Los intentos de homogeneizar naciones, el resurgir del islamismo, los devastadores efectos de la primavera árabe, todo ello ha contribuido a generar una situación en la que los cristianos sobran.  Pero frente a la persecución, su testimonio de fe, de fidelidad y amor, es una llamada que nos insufla un nuevo vigor y hace más fuerte la vocación a la santidad a la que todos estamos llamados. Estos cristianos, viviendo en situaciones límite, perseveran en su fe, no abandonan la esperanza, su vida es toda caridad. El contraste con nuestras cómodas vidas es un aldabonazo que resuena con fuerza en nuestras conciencias.

2.      La naturaleza del Islam: en tiempos de sincretismo y buenas intenciones, cuando incluso el Papa Francisco habla de una invasión en Europa, lo que está ocurriendo en Oriente Medio nos recuerda lo que es y ha sido siempre el verdadero Islam. No hay otro, por mucho que nos esforcemos en inventarlo. Podemos contemplar, a cierta distancia, cómo el islamismo está destruyendo países enteros. Y por cierto, quienes llegan desde esas tierras, contemplando la situación que vivimos aquí, se quedan boquiabiertos y, en cuanto recuperan el aliento, nos dicen que estamos locos, que lo que ellos están viviendo lo viviremos nosotros dentro de un tiempo por nuestra miopía. Ojalá que los mártires, que como he leído son el contratestimonio del yihadista, nos abran los ojos.

3.      La indiferencia de Occidente: habla el Papa de nuestra indiferencia, una indiferencia que nace de nuestra total ajenidad, de que ya no creemos en nada y, por tanto, no compartimos nada con quienes sufren persecución en Oriente. A veces es aún peor: ningún país pretendidamente cristiano ha tenido como guía para su política en la región el bien de las comunidades cristianas que viven en esos países. Incluso hemos dado alas a islamistas que luego se han convertido en perseguidores de cristianos. Y sobre aquello de detener al agresor injusto, los europeos no pasamos de la frase grandilocuente o del gesto que acapara portadas, acalla nuestras conciencias y no consigue absolutamente nada.



JMRS