Pura Demagogia

Trump, una estafa a la democracia

2016-03-22

De llegar a la presidencia de Estados Unidos  Donald Trump no sólo alteraría las...

José Murat 

Desde mi colaboración de octubre del año pasado, en este mismo espacio de reflexión, llamé a no subestimar el riesgo del movimiento encabezado por el neopolítico fascista Donald Trump para las democracias del mundo, incluida la de Estados Unidos, y no sólo para los trabajadores migrantes y el futuro de México. Si se deja seguir creciendo al precandidato republicano, cabeza de su partido en la mayoría de estudios de opinión, no sólo nos puede quitar el sueño, sino arrebatarnos la estabilidad y los precarios equilibrios de la geopolítica mundial.

El triunfo en las elecciones primarias de Nueva Hampshire y Carolina del Sur, y sobre todo en las elecciones del llamado súper martes, Alabama, Arkansas, Georgia, Massachusetts, Tennessee, Virginia y Vermont, y después las de Luisiana y Kentucky, refuerzan mi convicción de que se trata del huevo de una serpiente que no se ha querido ver, como en su momento tampoco se advirtó el significado ominoso del ascenso de Adolfo Hitler a la jefatura del gobierno alemán y después su embestida contra las democracias occidentales y la vida civilizada durante la Segunda Guerra Mundial.

En su tiempo no se dimensionó tampoco a otros movimientos fascistas, como el italiano con las camisas negras de Benito Mussolini; la falange española, creada por José Antonio Primo de Rivera, y del que después emergerían Francisco Franco y el propio Adolfo Suárez (ya con otro perfil, proclive a pactar), y el salazarismo militarista, en Portugal.

De todos estos movimientos el que más me viene a la memoria es el nazismo alemán, pues como Hitler hizo en su momento, hoy Trump usa los instrumentos y las amplias libertades públicas de la democracia para degenerar los principios y anular los mecanismos de la democracia. Ambos casos son estafas a la democracia.

El inefable precandidato republicano ha llevado su fundamentalismo primario y su arrogancia mesiánica tan lejos que ya no sólo agrede verbalmente a las minorías y expulsa a periodistas de sus conferencias de prensa, sino que afirma que podría disparar contra una persona en medio de cientos de testigos en el mayor centro urbano de su país sin que a su popularidad y su carrera al máximo cargo político de su país les pase nada.

A sus ataques a la comunidad hispana ha sumado gradualmente otras expresiones raciales y contra culturas distintas a la anglosajona, como ya advertíamos el año pasado, cuando decíamos que los emigrantes del sur eran sólo el principio de su batalla contra otras nacionalidades y credos ideológicos, pues en el núcleo de un espíritu fascista está el odio y la intolerancia contra las diferencias.

Hoy lo estamos comprobando con el ataque virulento de Trump a las culturas del Medio Oriente y a las economías del sudeste asiático, junto con la de México en el continente, la libre competencia que ahora estima lesiva para los intereses estadunidenses, una estafa que ahora se compromete con sus fieles a eliminar o a renegociar.

Vamos a traer a los mejores para negociar en contra de China, Japón, México, Vietnam y todos los países que nos han estafado. Vamos a traer de regreso nuestros trabajos y nuestra industria manufacturera. Vamos a dejar de ser los tontos. Ya hemos sido engañados durante mucho tiempo, afirma en un video distribuido masivamente.

De llegar a la presidencia de Estados Unidos, si conquista la candidatura republicana en la convención de su partido en julio y luego gana la elección constitucional del 8 de noviembre, Donald Trump no sólo alteraría las coordenadas de la política estadunidense, sino los propios parámetros, políticas y criterios de la comunidad global, dado el peso y la influencia de la primera potencia militar, política y económica del mundo.

Sin necesidad de fundar un nuevo colonialismo formal, la sombra de la derecha gobernante en la capital financiera del mundo se sentiría en muchos países y mercados, como en su momento se proyectó la influencia sajona en las naciones que formaron parte del imperio británico, quienes conquistaron su soberanía nominal pero siguieron sometidas a las directrices de Londres mediante la Commonwealth of Nations, la Comunidad Británica de Naciones: 53 países independientes y semiindependientes de soberanía acotada.

Nada más erróneo que subestimar a quien al principio sólo se vio como cabeza de playa de un movimiento outsider, anómalo, antisistema, y que se ha convertido, ante la indiferencia del mundo libre y la cultura intelectual, en una seria y grave amenaza a las minorías raciales y culturales de Estados Unidos y al propio libre mercado en que se fundado la construcción de la mayor economía mundial.

Libre mercado del que forman parte esencial el trabajo, el consumo y los impuestos de millones de trabajadores migrantes como ya lo documentamos: la contribución del trabajo de los migrantes al producto interno bruto (PIB) de Estados Unidos casi se cuadruplicó de 1994 a 2007, hasta llegar a 586 mil millones de dólares, 4 por ciento del PIB de ese país, equivalente a 38 por ciento del PIB de México. Esa cifra no ha hecho más que crecer en los recientes nueve años.

Con esos datos duros y estadísticamente fundamentados es un despropósito monumental seguir culpando a los trabajadores migrantes de origen mexicano de las problemáticas de coyuntura de nuestro principal socio comercial, en lugar de reconocer y encomiar su importante papel en el funcionamiento cotidiano del engranaje de la economía estadunidense.

Tiene razón un grupo de 67 científicos, artistas, intelectuales, académicos hispanos e hispanoamericanos, quienes en una carta difundida a fines del año pasado convocaron a la conciencia mundial a no desdeñar esta criatura fascista ya en gestación: Trump (...) ha acusado a los inmigrantes mexicanos de ser criminales, violadores y traficantes de drogas (...) Su discurso de odio apela a las más bajas pasiones, como la xenofobia, el machismo, la intolerancia política y el dogmatismo religioso. Todo lo cual inevitablemente recuerda campañas que en el pasado se han dirigido contra otros grupos étnicos, y cuya consecuencia fue la muerte de millones de personas. De hecho, las agresiones físicas contra los hispanos y los llamados a prohibir el uso público del español han comenzado ya.

Yo tampoco subestimo esta amenaza a la democracia, los derechos humanos y la estabilidad mundial. Desde los propios valores democráticos y el respeto a la soberanía de Estados Unidos, hagamos conciencia sobre la gravedad de que incube y eclosione el huevo de la serpiente. Una sociedad heredera del pensamiento de Jefferson, Madison, Lincoln y Luther King Jr. no debe permitirlo.
 



KC