Religión

El Papa pide no caer en la terrible trampa de ser cristianos sin esperanza

2016-03-28

El Santo Padre precisó que olvidándonos de nosotros mismos, como siervos alegres de...

Rocío Lancho García 

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- ¿Que´ pensamientos bulli´an en la mente y en el corazo´n de Pedro mientras corri´a hacia el sepulcro? Con esta pregunta inició el Santo Padre la homilía de la celebración de la Vigilia Pascual, en la Basílica de San Pedro. El rito inició en el atrio de la Basílica con la bendición del fuego y la preparación del cirio pascual. Mientras la Basílica estaba completamente a oscuras, Francisco caminó por el pasillo central hasta llegar al altar llevando el cirio en sus manos, hasta que finalmente, se encendieron las luces.

A continuación, inició Liturgia de la Palabra y prosiguió la Liturgia Bautismal. Y es que en la Pascua del Sábado Santo, como es tradicional, el Santo Padre administra los sacramentos de iniciación cristiana a 12 catecúmenos, este año procedentes de Italia, Albania, Camerún, Corea, India y China. Entre ellos, el embajador de Corea del Sur ante Italia y su mujer cuyos padrinos son los embajadores ante la Santa Sede.

Durante la homilía, el papa Francisco explicó que en el corazo´n de Pedro habi´a duda junto con muchos sentimientos negativos: la tristeza por la muerte del Maestro amado y la desilusio´n por haberlo negado tres veces durante la Pasio´n.

Pero, observó el Pontífice, hay un detalle que marca un cambio. “No se quedo´ sentado a pensar, no se encerro´ en casa como los dema´s. No se dejo´ atrapar por la densa atmo´sfera de aquellos di´as, ni dominar por sus dudas; no se dejo´ hundir por los remordimientos, el miedo y las continuas habladuri´as que no llevan a nada”. Es decir, Pedro “busco´ a Jesu´s, no a si´ mismo”. Por eso, el Santo Padre aseguró que este fue el comienzo de la ‘resurreccio´n’ de Pedro, la resurreccio´n de su corazo´n. “Sin ceder a la tristeza o a la oscuridad, se abrio´ a la voz de la esperanza: dejo´ que la luz de Dios entrara en su corazo´n sin apagarla”, aseveró el Papa.

Asimismo, Francisco recordó que “tampoco nosotros encontraremos la vida si permanecemos tristes y sin esperanza y encerrados en nosotros mismos”. De ahí su invitación a abrir “al Sen~or nuestros sepulcros sellados, para que Jesu´s entre y lo llene de vida” y a llevar “las piedras del rencor y las losas del pasado, las rocas pesadas de las debilidades y de las cai´das”.

Al respecto, el Santo Padre quiso subrayar que Dios desea “venir y tomarnos de la mano”, para “sacarnos de la angustia”. Pero –advirtió– la primera piedra que debemos remover esta noche es la falta de esperanza que nos encierra en nosotros mismos. De este modo, Francisco pidió que el Sen~or “nos libre de esta terrible trampa de ser cristianos sin esperanza, que viven como si el Sen~or no hubiera resucitado y nuestros problemas fueran el centro de la vida”.

En esta misma línea, precisó que en esta noche hay que iluminar los problemas con la luz del Resucitado, en cierto modo hay que “evangelizarlos”. Por eso, el Santo Padre invitó a no permitir que la oscuridad y los miedos atraigan la mirada del alma y se apoderen del corazo´n. Jesús –recordó– es nuestra mayor alegri´a, siempre esta´ a nuestro lado y nunca nos defraudara´.

Y este es el fundamento de la esperanza, “que no es simple optimismo, y ni siquiera una actitud psicolo´gica o una hermosa invitacio´n a tener a´nimo”. El Papa aseguró que “la esperanza cristiana es un don que Dios nos da si salimos de nosotros mismos y nos abrimos a e´l”. De este modo, precisó que el Espíritu Santo “no hace que todo parezca bonito”, “no elimina el mal con una varita ma´gica”, sino que “infunde la aute´ntica fuerza de la vida, que no consiste en la ausencia de problemas”, sino en la seguridad de que “Cristo siempre nos ama y nos perdona”.

Además, el Santo Padre precisó que olvida´ndonos de nosotros mismos, como siervos alegres de la esperanza, “estamos llamados a anunciar al Resucitado con la vida y mediante el amor”.

Para alimentar nuestra esperanza, el Papa retoma lo que propone la liturgia de esta noche, que “nos ensen~a a hacer memoria de las obras de Dios”. La Palabra viva de Dios –reconoció– es capaz de implicarnos en esta historia de amor, alimentando la esperanza y reavivando la alegri´a.

Para finalizar la homilía, el Santo Padre invitó a abrirse a la esperanza y ponerse en camino. “Que el recuerdo de sus obras y de sus palabras sea la luz resplandeciente que oriente nuestros pasos confiadamente hacia la Pascua que no conocera´ ocaso”, concluyó.
 



KC
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