Turismo

Una escapada a Holbox, uno de los secretos mejor guardados de México

2016-04-01

Holbox tiene una larga historia de proveer asilo a fugitivos. Se dice que originalmente fue fundada...

Por Kate Maxwell, The Wall Street Journal

Habíamos planeado pasar una semana en la playa de Tulum en Año Nuevo, pero Tulum tenía otras ideas. Desde mi primera visita a este pueblo costero mexicano hace casi dos décadas, cuando mis amigos y yo dormíamos en hamacas en palapas sin electricidad y teníamos las ruinas mayas del siglo XIII sólo para nosotros, Tulum ha evolucionado de un paraíso de mochilero a refugio de invierno de las masas que buscan reportar todo en Instagram. El Año Nuevo es su temporada alta, y cada hotel que intenté o estaba lleno o exigía más de US$500 por una habitación que se parecía sospechosamente a aquella hamaca bajo una palapa por la que había pagado US$5 por noche 18 años atrás.

En busca de una alternativa, hice zoom out en Google Maps y encontré una pequeña isla llamada Holbox, al norte de la Península de Yucatán, donde se unen el Golfo de México y el Mar Caribe. Al menos en la web, se parecía al Tulum que recordaba de aquel viaje que había hecho al terminar la universidad, sin las ruinas: playas de arena blanca, el mar de colores, cocoteros y poco más. Una amiga que había llevado sus tres hijos a Holbox el año anterior me informó que se trataba de una “pequeña isla encantadora con un gran ambiente”. Nos convenció.

Reservé una semana para mí, mi marido y nuestra hija de 1 año en Casa Las Tortugas, una colección de bungalós con techos de paja de los colores de las típicas mantas mexicanas a rayas dispersos por la playa y alrededor de una pequeña piscina. El lugar incluye un estudio de yoga, restaurante y las imprescindibles hamacas colgadas entre los árboles, todo por menos de la mitad de los precios en Tulum.

Llegando a la isla

Tuvimos nuestra primera muestra de lo que estaba por venir durante la travesía en ferry de 25 minutos desde el pequeño puerto de Chiquilá, en la costa norte de la Península de Yucatán y a dos horas y media en taxi de Cancún. Un cantante de mariachi con camisa a cuadros tomó su lugar en la parte delantera del barco lleno de gente y tocó la guitarra con entusiasmo, conforme una larga franja de tierra verde se asomaba a la vista. Mi hija, que se sacude como una lata de Coca-Cola cada vez que escucha música, estaba en su elemento.

Una vez en tierra, tuvimos que esperar en la cola para un taxi —lo cual, en Holbox, significa un carrito de golf—, con unas pocas familias mexicanas, los niños ya vestidos para una tarde en la playa, con flotadores en sus cinturas. Sólo un puñado de autos transita por esta isla de unos 43 km de largo por 1,5 km de ancho, incluyendo una camioneta de la policía recubierta de afiches de “Se busca” del Chapo Guzmán. El capo de la droga fue capturado la semana siguiente a miles de kilómetros de Holbox, aunque yo no lo habría culpado por esconderse allí.

Holbox tiene una larga historia de proveer asilo a fugitivos. Se dice que originalmente fue fundada por ocho familias mayas, la isla se convirtió en el siglo XVIII en una conveniente escala para los piratas españoles e italianos en su ruta hacia los estados costeros de Veracruz y Campeche. Algunos abandonaron la piratería y se quedaron allí, y sus descendientes permanecen en Holbox, la mayoría viviendo en la pequeña ciudad del mismo nombre en la costa norte. Rosendo Ávila Correa, dueño del restaurante Viva Zapata, parece haber heredado de sus antepasados el brillo en los ojos y el arete en una sola oreja, así como algo del botín. En vez de un baúl del tesoro, me mostró una botella de cerveza de barro del siglo XVIII que había encontrado al excavar los cimientos del restaurante, y recordó que su tía había descubierto una pepita de oro en su patio. Ávila Correa también me contó la leyenda local según la cual el 25 de julio de 1953 el Che Guevara y Fidel Castro cenaron pescado y pasaron la noche a pocas cuadras de Viva Zapata antes de regresar a Cuba, unos 480 kilómetros al este, para poner en marcha la revolución. Ocasionalmente, inmigrantes cubanos aún llegan a las costas de Holbox.

Puede que el Golfo de México no sea tan azul como el Caribe, pero es tranquilo y cálido; la playa es larga, ancha y blanca, salpicada con conchas marinas y algún que otro esqueleto de cangrejo de herradura de aspecto prehistórico; los flamencos colorean el mar con un rosa difuso y las margaritas son baratas (US$4). Si uno viene entre junio y septiembre podrá ver los tiburones ballenas, los peces más grandes del planeta, planeando aguas adentro. Los tres caímos en la agradable rutina de los desayunos de dos horas (la rapidez del servicio no es una característica de la isla Holbox) en el restaurante Mandarina de Casa Las Tortugas, o en la cantina La Isla del Colibrí en la ciudad, donde cada pulgada está revocada con retratos de Frida Kahlo, atrapa sueños y llamativas pinturas de flores. Después, dábamos largos paseos por la playa y comprábamos cocos frescos de un alegre vendedor de habla maya y que cada tarde pasaba con su carrito amarillo.

Gastronomía natural

Un día, alquilamos un carrito de golf y fuimos hacia el oeste, pasando murales de fantásticas criaturas marinas y niños de ojos saltones (desde 2012, Holbox ha sido anfitrión de un festival de arte anual que llena las paredes de la ciudad con grafiti), a lo largo de caminos de arena poceados, hasta Playa Punta Coco, un trecho vacío de arena blanca. Pasamos bungalós encalados y techos de paja, construcciones en torres de tres pisos y villas dignas de los villanos de James Bond sobre pilotes, intercalados con tramas de maleza con signos de “Se Vende” que nos hicieron soñar, además de un cementerio colorido donde el cielo cobalto se posaba sobre tumbas color pastel decoradas con lirios de plástico y figuras de vírgenes.

Fuera de la plaza del pueblo, en Rosa Mexicano (sin relación con los restaurantes en Nueva York), paré a charlar con el copropietario Gerardo Rodrigo Hernández Gálue, quien visitó la isla en unas vacaciones, se enamoró de ella y convenció a su esposa de cambiar la selva de asfalto de Cancún por una vida en la que pasa casi todo el tiempo descalzo. Hace tres años, abrió un restaurante sencillo con seis mesas que sirve interpretaciones creativas de la cocina mexicana —crujientes camarones recubiertos de coco rallado, filet mignon con mole—, fue la mejor comida de toda la semana.

Inevitablemente, el ritmo suave de vida de Holbox está siendo afectado por el cambio. Desde hace poco más de un año, una nueva carretera ha reducido el tiempo de viaje desde Cancún a Chiquilá de 4 horas y media a 2 horas y media. Pero la mayor amenaza para el status quo es el desarrollo potencial de un mega resort en la costa noreste de la isla. Ávila Correa, que jugó canicas en las calles de arena y visitó el continente sólo dos veces cuando era niño, no piensa que eso vaya a suceder mientras viva. ¿Y si lo hace? Su esposa, Noa, me dijo que le preguntó “¿qué hará si la playa donde su familia todavía tiene una cabaña se convierte en un campo de golf? Él dijo: ‘voy a aprender a jugar al golf’”. Una actitud pragmática es tal vez la única razonable cuando un huracán puede arrasar con todo su sustento en una tarde, como el huracán Wilma hizo con Holbox en 2005, dejando a la isla bajo el agua por dos días y triturando las casas para dejarlas convertidas en astillas.

Bellezas naturales

En nuestro último día allí, dejé a mi marido y mi hija construyendo castillos de arena mientras que hacía una expedición de kayak en busca de avistar cocodrilos con dos parejas alemanas y una guía, Arnoldo. Como era la única pasajera en solitario, tenía Arnoldo como mi compañero de remo, lo que resultó ser una gran ventaja. Los alemanes se quedaron detrás de nosotros mientras Arnoldo recordaba el Yucatán de antaño. Isla Mujeres, el popular destino de vacaciones con todo incluido cercano a Cancún y lleno de edificios elevados, era una niña en su primera visita hace 30 años, me dijo. Conforme giramos a la derecha y remamos por un río que divide la isla en dos, con espesos manglares a cada lado, los únicos sonidos eran nuestros chasquidos en el agua y el canto de los pájaros, era difícil imaginar que Holbox pueda sufrir el mismo destino que Isla Mujeres. Los cocodrilos de 3 metros que buscábamos en las riberas del río nunca aparecieron, pero sí vimos garzas blancas como centinelas de pie en las marismas y e ibis encaramados en las raíces con forma de telarañas.

De vuelta a casa, un amigo nos contó de una diferente variedad de fauna durante la semana que había pasado en Tulum para el Año Nuevo. La playa había sido inundada con palos de selfies y pechos más protuberantes; la ciudad había caído bajo el dominio de los tacones de 10 centímetros. ¿Cuánto tiempo más podrá Holbox resistir los condominios y los restaurantes de moda, la ropa de playa de diseño y el merodeo de las celebridades? Es una incógnita. Mejor vaya ahora, y deje su palo de selfie en la casa.

Cómo llegar: Desde Cancún, el viaje en taxi toma cerca de 2 horas y media hasta el puerto de Chiquilá. El fery a Holbox parte aproximadamente cada hora, el cruce lleva alrededor de 25 minutos y cuesta US$7 por persona. También se puede alquilar un avión desde Cancún, Playa Mujeres, Playa del Carmen o Cozumel a Holbox con Aerosaab, a partir de US$700 para cinco personas. Para obtener ayuda con los traslados y reservas de hoteles en Isla Holbox, contactar a Journey Mexico (journeymexico.com).

Dónde quedarse: Casa Las Tortugas cuenta con 24 habitaciones, un spa, una piscina, un buen restaurante y un bar de mezcal. Reserve una de las palapas frente al mar (desde alrededor de US$186; holboxcasalastortugas.com).

Dónde comer: cantina La Isla del Colibrí para el desayuno, donde sirven muy lentamente las gigantescas aguas frescas con sabrosas chilaquiles (tortillas fritas con salsa) y huevos rancheros (Calle Tiburón, sin teléfono). Raíces Beach Club sirve pescado frito de dientes afilados de aspecto feroz y un gran guacamole en mesas de plástico bajo una bandera de Jamaica (Playa Norte, +52 984 136 0017). Rosa Mexicano ofrece excelente, auténtica comida mexicana (Calle Tiburón Ballena, +52 984 184 1174). Viva Zapata es amplio, vibrante y decorado con murales que representan escenas de la historia de México (Avenida Damero, +52 984 875 2362).
 



KC
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