Cabalístico

Ser mujer Vs ser mamá

2016-04-14

Para ser mamá no es necesario dejar a un lado el ser mujer; seguimos siéndolo a pesar...

Por: Vivian Jeannette Forero Besil 

Somos más mujeres cuando ejercemos con responsabilidad y amor el mundo de las mamás; y somos más mamás cuando vibramos como mujeres ejerciendo la tarea de formar, orientar y educar con amor, ternura y verdadera vocación

Dentro de las diferentes facetas que atravesamos en la vida podemos ir creciendo para perfeccionar nuestro paso diario o por el contrario, retroceder con cada equivocación o reconsideración para retomar el camino. Pero en esta constante y cíclica situación, de ir y venir, de ajustar y recomenzar, está la verdadera razón de nuestra existencia y que expresaré en estas reflexiones.

¿Qué es ser mujer? Muchos han dibujado a través de sus palabras, versos, pensamientos, imágenes e ideas a una de las creaciones más perfectas sobre la faz de la Tierra. Digo una de las creaciones, porque junto con el hombre, la mujer ha sido creada a imagen y semejanza de Dios. Y ambos son seres perfectos, capaces de lograr trascender y alcanzar la belleza en sus obras.  Aunque diferentes en su aspecto físico y biológico, se complementan y forman un binomio perfecto. Por tanto, en esta definición no me voy a basar en el aspecto físico, sino en su condición de ser única e irrepetible, llena de virtudes y de características propias de su género.

A nivel general, una mujer es delicada, tierna, cariñosa, amable, respetuosa, inteligente, solidaria, misericordiosa y persistente. Su condición de mujer la hace actuar con mucha fortaleza. Pero de manera contraria se pueden presentar en sí misma, actitudes no tan positivas, de pronto por su forma de ser; en muchas ocasiones se muestra soberbia y orgullosa; su deseo de competir por un reconocimiento y de demostrar que es capaz de lograr lo que se propone, la hace ser autosuficiente. Por lo general, pocas veces reconocerá que necesita ayuda o que requiere apoyo para culminar una tarea. Tanto es así, que actualmente la mayoría de los oficios son realizados por igual tanto por el hombre como por la mujer. Con ello no estoy en contra de estos avances. Al contrario, es meritorio que una mujer busque salir adelante a pesar de la adversidad y que muchas veces, por circunstancias de la vida, le toca sola enfrentar las dificultades y luchar por sus seres más queridos, por sus hijos.

San Josemaría Escrivá de Balaguer definió varios roles y el significado de la mujer en su libro Conversaciones: “La mujer está llamada a llevar a la familia, a la sociedad civil, a la Iglesia, algo característico, que le es propio y que sólo ella puede dar: su delicada ternura, su generosidad incansable, su amor por lo concreto, su agudeza de ingenio, su capacidad de intuición, su piedad profunda y sencilla, su tenacidad... La feminidad no es auténtica si no advierte la hermosura de esa aportación insustituible, y no la incorpora a la propia vida”. Lo anterior demuestra y reconfirma su inigualable labor en cada una de las facetas que tiene en la vida.

Al hablar de complementariedad, entre hombre y mujer, me gustaría referirme en estos momentos a que ambos están creados para ser coequiperos, están llamados a ser un dúo dinámico para emprender tareas significativas (y una grandiosa es la construcción de la familia), pero lamentablemente en la actualidad se percibe más la competitividad que la cimentación de proyectos de a dos.

Sin lugar a dudas, la mujer tiene una misión muy importante en su vida y es la de actuar con mucho tacto, sabiduría y compromiso para lograr unificar a su familia. Muchas veces hemos escuchado que “el hogar lo hace la mujer” y esta frase no está muy alejada de la realidad. Si recordáramos en este momento el rol de nuestra madre o de nuestras abuelas en la familia, eran las que llevaban las riendas en el hogar (en el buen sentido de la palabra); actuaban con sabiduría, observando y orientando la labor hacia lo esencial e importante: los valores. Dedicaban cantidad y calidad en el tiempo compartido con los hijos y el esposo. Se sacrificaban incansablemente para hacer de cada momento especial (así no se les reconociera). Los matrimonios eran más sólidos que los actuales pues su amor estaba basado en perdonar y en volver a empezar. Hoy en día se hace más difícil perdonar y despojarnos de las individualidades para construir un mundo soñado en pareja.

Pero no debería de ser tan difícil el construir juntos puesto que hemos nacido para complementarnos, no para competir ni para atacarnos. “…la igualdad esencial entre el hombre y la mujer exige precisamente que se sepa captar a la vez el papel complementario de uno y otro en la edificación de la Iglesia y en el progreso de la sociedad civil: porque no en vano los creó Dios hombre y mujer. Esta diversidad ha de comprenderse no en un sentido patriarcal, sino en toda la hondura que tiene, tan rica de matices y consecuencias, que libera al hombre de la tentación de masculinizar la Iglesia y la sociedad; y a la mujer de entender su misión, en el Pueblo de Dios y en el mundo, como una simple reivindicación de tareas que hasta ahora hizo el hombre solamente, pero que ella puede desempeñar igualmente bien. Me parece, pues, que tanto el hombre como la mujer han de sentirse justamente protagonistas de la historia de la salvación, pero uno y otro de forma complementaria” (San Josemaría Escrivá de Balaguer, Conversaciones). Hombre y mujer están llamados a unir sus manos y luchar juntos por el bienestar de su familia y de la sociedad en general.

Muchas veces, en esta competencia por el contexto en el que vivimos, la moda, las costumbres, dejamos de lado muchos roles importantes por el hecho de ser mujer. Uno de ellos es el de ser mamá. No sé ustedes, pero cada vez estoy más convencida que ser mamá es el mejor de los roles, eso sí, respetando la opinión o el sentir de los demás.

Capaz de realizar ambos roles es algo admirable pues el uno no contradice al otro; simplemente se entrelazan y se complementan entre sí. Cuántas mujeres ponen en primer lugar el ser mujer sobre el ser mamá y cuan equivocadas están. Ser mamá significa darlo todo por su retoño, por ese ser trascendente, especial e importante en su vida, que traerá más satisfacciones y felicidad infinita e indescriptible. Ese ser que es réplica de su generación es quien le dará un sentido único a su vida y le ayudará a encontrar una de sus misiones en el mundo terrenal.

Para ser mamá no es necesario dejar a un lado el ser mujer; seguimos siéndolo a pesar de las largas jornadas de trabajo (para las que deben estar también cumpliendo horarios adicionales a los de la casa) y a pesar de las diferentes tareas que se deben ejecutar dentro de casa. Sólo basta con reconocer qué es lo esencial. Debemos dedicar tiempo a la familia y también para nosotras (para acicalarnos, disfrutar de una película, de un baño en piscina, para leer o escribir); tener aficiones nos ayuda a disfrutar de espacios sanos y divertidos, al mismo tiempo que nos ayuda a relajarnos y a cambiar de actividad. Disfrutar de cada espacio compartido en familia también beneficia la construcción de espacios maravillosos que acercarán cada vez más a cada uno de sus integrantes. Vale la pena seguir esforzándonos por cuidar el rol de ser mujeres y además, el de ser mamás porque merecemos resaltar ambo roles sin alejar el uno del otro. Somos más mujeres cuando ejercemos con responsabilidad y amor el mundo de las mamás; y somos más mamás cuando vibramos como mujeres ejerciendo la tarea de formar, orientar y educar con amor, ternura y verdadera vocación.



TRO