Testimonios

Un presente sin cadenas

2016-07-15

El miedo al futuro no amilanó a San Pablo. Porque para él "la vida era Cristo y...

Por: Ernesto Márquez, L.C.

"San Pablo fue un hombre que vivió en el presente.
Porque para él “la vida era Cristo y la muerte una ganancia"

Martín Descalzo en uno de sus artículos señalaba que algunos hombres viven atados al pasado por temor o añoranza, y otros al futuro por miedo o ansia. Porque el pasado o el futuro nos encadenan.

San Pablo fue un hombre que vivió en el presente. No dejó que el pasado frenara su vida. ¡Y vaya si se encontró en ocasiones adversas que pudieran acobardarle! Ningún discípulo de Cristo sufrió tantos peligros como él por tierra, por mar, en su cuerpo, en su alma, de conocidos y de extraños.

La añoranza de las acogidas calurosas que le ofrecieron en algunas ciudades de misión no le retuvo. Hubiera sido fácil permanecer allí. Sin embargo, le ardía el alma por llevar el mensaje evangélico a quienes aún no lo tenían, aunque significase meterse en más aprietos.

El miedo al futuro no le amilanó. Porque para él “la vida era Cristo y la muerte una ganancia”. Este hombre llegó incluso a preguntarse si era mejor ir al cielo o permanecer en la tierra para ayudar a sus hermanos y prefirió seguir luchando en el presente.

Mucho menos fue el sueño de un futuro idealista lo que le hizo dormirse en los laureles de una perfecta predicación del Evangelio. Aprendió, sufriendo, lo que cuesta ganar un discípulo para Cristo; decía que sufría dolores de parto para ver engendrado a Cristo en sus fieles (Cf. Gal 4, 19). Nunca soñó con santa ingenuidad que con mover un dedo o subir a un púlpito realizaría su misión.

El Apóstol de las gentes pudo haberse encadenado al ayer o al porvenir, pero prefirió vivir el presente sin permitir que éstos condicionaran su vida. “Olvidando lo que dejo atrás me lanzo hacia lo que está por delante.” (Flp. 3,13). No es que haya desechado su pasado y futuro, sino que los aprovechó y, una vez que supo lo que quería en la vida, se dejó arrastrar por su Ideal. Leyendo las cartas de Pablo hallamos un hombre apasionado que nos aguijonea el alma acrecentando nuestras ganas de vivir.

Depende de nosotros el vivir o simplemente ser vividos. Decía un santo que nosotros hacemos los tiempos. Qué cierto, porque en nuestras manos está lo que hagamos con nuestra vida. Dios nos da todo de su parte para que seamos felices. Sólo falta que pongamos esfuerzo también nosotros.

Es fácil que nosotros mismos nos forjemos cadenas que después nos sujeten. Anillos de fracasos que sucedieron tiempo atrás o de rencores que no hemos querido sanar. Eslabones de añoranzas de días felices que ya no son o de personas amadas que ya no están. Grilletes de cobardía ante fantasmas de un futuro que probablemente no llegará. Esposas de sueños novelescos de felicidad sin esfuerzo. Cadenas, en fin, que hechas de papel y sólo coloreadas de hierro, no nos atrevemos a romper para ser libres y aprovechar el presente para amar y entregarnos a los demás.

Si las circunstancias nos hacen ver como imposible romper nuestras ataduras, hay que levantar los ojos a la cruz de Cristo y avanzar hacia adelante, sin temor, con fe, con la confianza de que “todo lo podemos en Aquel que nos conforta” (Flp. 4, 13). La vida es una y sólo se vive una vez. Tenemos que emplearla para crecer en el amor hoy, cuando aún hay tiempo. Un amor que se haga obras, pensamientos y palabras para quienes están hoy junto a nosotros.

¡Vence el mal con el bien!



JMRS