Cabalístico

Cuidar la lengua, el corazón y la mente

2016-07-17

En un evento en la Casa Blanca, dijo a un rabino que los judíos deberían largarse de...

Salvador I. Reding Vidaña

Un exabrupto que costó muy caro a una periodista de larga trayectoria. Una enseñanza para todos sobre una virtud esencial.

Hace algunos meses, Helen Thomas, una columnista política en la Casa Blanca, en Washington, hizo una pifia verdaderamente imperdonable, tanto que le costó su empleo de inmediato, tuvo el rechazo público y por escrito de sus colegas corresponsales, con los que había convivido tantos años, y fue expulsada de una organización de conferenciantes.

¿Qué hizo tan terrible? Algo de lo que se arrepintió enseguida pero demasiado tarde una vez dicho, algo expresado bajo el influyo de la ira y que difícilmente puede creerse que no era lo que había en el fondo de su corazón, como después quiso justificar.

En un evento en la Casa Blanca, dijo a un rabino que los judíos deberían largarse de Palestina (“get the hell out of Palestine”) y regresar a Alemania y Polonia. Para su desgracia, ello quedó videograbado, no hubo forma de desdecirse.

Helen tenía entonces 89 años, y cubrió la Casa Blanca durante varios mandatos presidenciales: 10 presidentes en 50 años, para la cadena Hearst. Ella tenía una larguísima carrera periodística y enormes méritos en la profesión, particularmente por sus logros como mujer en un mundo que dominaban los varones. A su edad, como la respetable veterana en las ruedas de prensa de la Casa Blanca, acabó de pronto toda su carrera.

Podemos pensar que su exabrupto se produjo bajo la influencia del enojo por algún hecho reciente; démosle el beneficio de la duda, pero el daño es real e irreversible. Hay lecciones que aprender de lo tristemente sucedido.

¿Qué podemos aprender de hechos como  este? Que no debemos hablar a la ligera, que no podemos dejarnos llevar por arrebatos temperamentales ni por rencores largamente guardados en la mente y en el corazón.

Dicen que las palabras se las lleva el viento, pero no es así. Cuando se lastima a alguien, esas palabras quedan grabadas el corazón.

¿Qué debemos entonces hacer “para cuidar la lengua”? Primeramente tener presente que no es solamente la lengua la que debe cuidarse, es la mente y el corazón mismos: “De la abundancia del corazón habla la boca”, se nos dice y sí, bajo el influjo del enojo decimos cosas que nunca expresaríamos en calma.

Tenemos que vigilar lo que dejamos asentado en nuestro corazón, pues si algo está envenenado, envenenará nuestro pensamiento y de allí la forma en como manifestamos nuestras ideas y lo que decimos.

La envidia, el odio, el rencor, son pésimos consejeros. Debemos cuidarnos sobremanera de ellos, que no controlen nuestro corazón y nuestra mente. No se trata de evitar nuestras emociones, nuestros recuerdos, nuestra visión de presente y deseos para el porvenir, sino de mantenerlos bajo control; no somos máquinas, somos personas y así debemos cuidarnos.

No podemos juzgar a Helen Thomas, solamente ella sabe -junto con Dios- qué hay en su corazón. Lo que importa es aprender la lección, como ya dije, cuidar la lengua tras cuidar el corazón.

¿La palabra clave en todo esto? se llama prudencia.



JMRS
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