Testimonios

Martín Lutero y la crisis de la razón

2016-08-07

Cuando se habla de Martín Lutero (1483-1546), se piensa sobre todo en la Reforma...

Ermanno Pavesi

Cuando se habla de Martín Lutero (1483-1546), se piensa sobre todo en la Reforma protestante, es decir, en el movimiento religioso que llevó a la separación de una parte consistente de la Cristiandad de la Iglesia de Roma, y a la constitución de la confesión protestante.

A la Reforma se le atribuye un papel importante en la formación de la civilización moderna, independientemente del juicio que se pueda dar de la modernidad, pero es difícil imaginar cómo las controversias acerca de las indulgencias, el papado y el purgatorio, que normalmente son indicadas como la causa de la Reforma, por importantes que sean para la fe, hayan podido tener tal repercusión y modificar el curso de la civilización europea; cuestiones que el propio Lutero consideraba, por otra parte, "tonterías".

Lutero dedicó una de sus obras más importantes, el De servo arbitrio, a la negación del libre arbitrio, polemizando con el humanista Erasmo de Rotterdam (1466 ca.-1536) el cual, en cambio, defendía el papel de la libertad humana, pero al que reconocía el mérito "de haber afrontado, solo entre muchos, la verdadera cuestión, al punto crucial, es decir, sin molestarme con otros problemas fuera de lugar, como el papado, el purgatorio, las indulgencias y cosas similares -tonterías más que verdaderas cuestiones-, con las que hasta ahora casi todos me han dado en vano la caza; tú, y sólo tú, has visto el punto central de los distintos problemas y has afrontado la cuestión crucial".

El pecado original habría comprometido totalmente las facultades naturales del hombre, sobre todo la razón y el libre arbitrio: "Razón y voluntad luchan contra Dios y son cabalgadas y guiadas por el diablo", a no ser que haya una intervención directa de Dios: "La voluntad humana ha sido, por tanto, situada en el medio, como un animal de carga. Si la cabalga Dios, quiere y va adonde Dios quiere, como dice el Libro de los Salmos. ‘Yo era un animal ante ti. Pero yo siempre estaré contigo [Salmo 73, 22-23]. Si en cambio la cabalga Satanás, quiere y va adonde va Satanás. Y no está en su facultad elegir o buscar uno de los dos caballeros, sino que son los caballeros los que combaten entre ellos para vencerla y poseerla".

Dominado por la concupiscencia, el hombre es, de por sí, incapaz de saber lo que está bien e intentar conseguirlo; no puede hacer otra cosa que satisfacer sus propios instintos e intereses. También quien intenta vivir de manera virtuosa sería sólo una persona presuntuosa y arrogante, por esto "las más nobles virtudes entre los paganos, lo mejor que hay entre los filósofos y lo más elevado entre los hombres puede ciertamente ser llamado y aparecer honesto y bueno ante el mundo, pero ante Dios es en realidad carne y esclavo del reino de Satanás, es decir, impío, sacrílego y malvado a todos los efectos".

Lutero crítica a los filósofos antiguos, sobre todo a Aristóteles, por su pretensión de querer llegar a un cierto conocimiento de lo que está bien para el hombre sobre el que fundar la ética y elaborar, por tanto, también una teoría de las virtudes, es decir, de los medios para alcanzar el propio bien y el bien común. Sólo si está "cabalgado" por Dios, es decir, con la gracia concedida gratuitamente gracias al sacrificio sobre la Cruz del Redentor, el hombre podría ser verdaderamente justo, mientras que confiarse a la observancia de la Ley relativizaría automáticamente la obra redentora y, por consiguiente, sería una actitud blasfema.

La civilización europea, el Occidente cristiano, nació del encuentro entre la fe en la Revelación y el pensamiento griego que, según el Papa emérito Benedicto XVI, "también con el patrimonio de Roma, ha creado a Europa y sigue siendo el fundamento de lo que con razón, se puede llamar Europa". La crisis de la civilización europea dependería también del proceso de deshelenización que ha roto la síntesis entre fe y razón y, siempre según Benedicto XVI, el proceso de deshelenización "emerge sobre todo en conexión con los postulados de la Reforma del siglo XVI". A la razón se le niega la capacidad de conocer los aspectos más profundos de la realidad y de las cosas, y es reducida a mero instrumento para examinar los aspectos funcionales y para dominarla. La infravaloración de la capacidad de la razón lleva directamente al relativismo: si no es posible acercarse a la verdad de las cosas por medio de la razón, cada juicio personal será sólo mera opinión, ni demostrable ni rebatible.

Desde los inicios, el cristianismo ha combatido las concepciones astrológicas que tenían un papel dominante en las religiones antiguas, según las cuales el destino del hombre "está escrito en las estrellas". De hecho, para el cristianismo el hombre es persona, está dotado de razón y voluntad, aunque debilitadas por el pecado original y, por lo tanto, es responsable de sus propios pensamientos y acciones, y no un instrumento totalmente a merced de fuerzas externas. La antropología cristiana reconoce, ciertamente, que el hombre está sujeto a influencias de las cuales, a veces, no se da plenamente cuenta, pero sin contar situaciones extremas como puede ser el caso de enfermedades psíquicas graves, es siempre responsable de sus propias acciones. La visión de Lutero, en cambio, es radical: el hombre está guiado por fuerzas independientes a su voluntad.

La antropología de Lutero ha ejercido una gran influencia sobre la filosofía alemana y, por consiguiente, sobre la cultura moderna. Eliminada la dimensión personal del hombre, la cultura moderna ha intentado redefinirlo mediante la individuación de las fuerzas que lo determinan. El filósofo alemán Romano Guardini (1885-1968) escribía: "El hombre tal como es concebido por los tiempos modernos no existe. Los continuos intentos de encerrarle en categorías a las que no pertenece: mecánicas, biológicas, psicológicas, sociológicas, son todas ellas variaciones de la voluntad fundamental de hacer de él un ser que sea naturaleza". Lutero plantea los presupuestos para el reduccionismo de muchas antropologías modernas: el hombre, totalmente esclavo de la concupiscencia se convierte, por ejemplo, en el hombre del psicoanálisis dominado por la libido, que desde el incosciente condiciona su actividad consciente.

Si la razón no está en posición de distinguir lo que es justo de lo que es injusto, cae también la concepción de derecho natural. Como recuerda Benedicto XVI en su discurso al parlamento alemán: "Contrariamente a otras grandes religiones, el cristianismo nunca ha impuesto al Estado y a la sociedad un derecho revelado, un ordenamiento jurídico derivado de una revelación. En cambio, se ha remitido a la naturaleza y a la razón como verdaderas fuentes del derecho". En la concepción moderna el derecho positivo ya no puede inspirarse en el derecho natural y en principios inmutables, sino que es abandonado al arbitrio de uno o de muchos, según la forma de gobierno.

Probablemente no sea casual que Benedicto XVI, durante sus visitas a Alemania, la patria de la Reforma, haya recordado la cuestión de la relación entre fe y razón en dos importantes discursos y, por lo tanto, los "postulados de la Reforma", consciente de que sólo la sanación de la ruptura del siglo XVI permitirá que Europa encuentre de nuevo su alma más auténtica: "La cultura de Europa nació del encuentro entre Jerusalén, Atenas y Roma; del encuentro entre la fe en el Dios de Israel, la razón filosófica de los griegos y el pensamiento jurídico de Roma. Este triple encuentro configura la íntima identidad de Europa".

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Artículo publicado por el Observatorio Internacional Cardenal Van Thuân sobre la Doctrina Social de la Iglesia.



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